Si hay un cine que hace resistencia, ese es el francés. A pesar de que ha sufrido también por la pandemia del COVID-19, es innegable que su espíritu de lucha, al lograr mantenerse como la industria cinematográfica europea que más exporta producciones y que sigue consolidando su presencia en el mercado internacional, lo ha convertido en salvaguarda de esa tercera vía de producciones que buscan un equilibrio entre los blockbusters y el cine de arte y ensayo. Sus propuestas feel-good son, precisamente, aquellas que han logrado que la producción gala rompa barreras. Siguiendo la estela de éxitos como 'Intocable' o 'La familia Bélier', llega ahora a los cines 'Mentes maravillosas', que obtuvo el Premio del Público dentro de la sección Premières Internacional de la 25ª edición del Festival de Málaga.
La premisa de 'Mentes maravillosas' aparenta ser sencilla, los caminos de dos hombres solitarios se encuentran debido a un leve accidente de tráfico. Un evento inesperado que termina tornándose en una amistad inolvidable. A resumidas cuentas, de eso va el nuevo largometraje como director de Bernard Campan, quien también protagoniza la cinta, además de escribirla junto con su compañero en la pantalla, Alexandre Jollien, y la guionista Hélène Grémillon. Sin embargo, y es ahí donde está la magia, 'Mentes maravillosas' es mucho más gracias a una mirada honesta y un apuesta visual ligera.
Pues la soledad de esos varones está marcada por causas muy diferentes. Uno de ellos, quien dirige una empresa fúnebre que ya pertenecía a su padre, carga con un peso sentimental que lo ha marcado por años; el otro tiene una parálisis cerebral, aunque eso no quita que tenga una fuerza vital y una entereza envidiables, gracias, sobre todo, a sus estudios de Filosofía. Dos polos opuestos que Campan sabe guiar con una propuesta vitalista, optimista, llena de esperanza y tremendamente luminosa, incluso en sus momentos más dramáticos.
Esa atmósfera llena de vida produce un largometraje que va mucho más allá del sentimiento amable que pueda transmitir. Sí, hay cierta ejercicio de búsqueda de la integración, pero es cómo retrata la situación del diferente lo que conquista. Jollien, quien en la vida real es un afamado filósofo y autor suizo que ha roto prejuicios y barreras al mostrar cómo su parálisis cerebral no le ha impedido desarrollarse de forma autónoma, configura un personaje que huye de cualquier mirada victimista o victimizadora, mostrando de manera frontal y honesta la propia percepción del individuo con disfunción motora central, en la que queda más en evidencia la sociedad que el propio protagonista.
Una propuesta brillante que conquista por su mirada luminosa y llena de esperanza
Aunque, claro, esa reflexión profunda no hubiera sido posible si su actor protagonista no derrochase carisma. A pesar de no ser intérprete, Jollien hace un esmerado retrato de su personaje, el entrañable Igor. A su lado, un estupendo partenaire, es curioso cómo Bernard Campan ha sabido calibrar un papel que nunca llega a ser irritante u odioso y que va acogiendo la amistad de Igor de una manera muy espontánea y natural, como la propia vida misma.
Con cierta esencia de road movie, 'Mentes maravillosas' hace un ejercicio concreto y comprometido en lo referente a esa otra diversidad que son las discapacidades (en este caso física). Lo hace evitando sensiblerías, llegando al corazón a través de herramientas mucho más justas como son el deseo de mirar hacia delante, el derecho a ser una persona autónoma y la búsqueda de la amistad y el ser querido sin condiciones. Campan, quien antes había dirigido comedias puras con cierto aire de brocha gorda, sorprende con un largometraje que lo hermana con esos cineastas galos que han sabido tener una sensibilidad diferente como son el tándem Olivier Nakache-Éric Toledano, Éric Lartigau, Olivier Ayache-Vidal o Thomas Lilti.
Aunque siga la estela de 'Intocable' o 'La familia Bélier', 'Mentes maravillosas' sabe tener su propia voz, una producción con unos protagonistas llenos de carisma, alejados incluso de los propios clichés que se atribuyen a este tipo de cine, un ejemplo esperanzador también para la gran pantalla, pues demuestra que este tipo de historias aún tienen cabida en el cine, pues crea esa sensación de complicidad colectiva, esa magia que solo las películas con una gran personalidad son capaces de crear. Sin duda, un formidable ejercicio de resistencia.
Nota: 8
Lo mejor: La química entre Campan y Jollien, su apuesta honesta y concreta sobre la integración y que logra un equilibrio justo entre comedia, drama y mirada social.
Lo peor: Infravalorarla por apostar sin complejos por su personalidad feel-good.