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CRÍTICA

'Miguel Ángel (El pecado)': Los temores de un artista

Crítica de 'Miguel Ángel (El pecado)', dirigida por Andréi Konchalovski, escrita por Elena Kiseleva y Konchalovski. Protagonizada por Alberto Testone. Ganadora de tres Premios Nika.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 6 de Mayo 2022 | 08:55
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Tres años atrás, el ruso Andréi Konchalovski prosiguió con su periplo de coproducciones europeas con 'Miguel Ángel (El pecado)', largometraje que se acerca a la vida y obra del afamado artista renacentista, llamado el Divino, artífice de obras que son piezas esenciales de la Historia del Arte como la Capilla Sixtina, la escultura del David o la Piedad de la Basílica de San Pedro. Debido a lo inabarcable que resulta, el cineasta opta por enfocarse en un momento muy concreto: el complicado proceso de creación de la Tumba de Julio II, que se encargó en 1505 (con el Papa Julio II aún en vida) y finalizó en 1545, 32 años después del deceso del Sumo Pontífice.

Miguel Ángel (El pecado)

De ahí, que el retrato de Konchalovski, quien firma el guion de la cinta junto con Elena Kiseleva, se aleje de cualquier mirada hagiográfica. Es más, rehúye el mostrar sus obras más impresionantes, enfocando la belleza en el escenario del filme, la Roma del siglo XVI, con una fotografía que desprende cierto toque añejo y una dirección artística que evoca a las producciones de época de Pier Paolo Pasolini. De este aspecto, el realizador vuelve a hacer un alarde por el cuidado de la ambientación, como bien demostró con la magistral 'Paraíso', así como también en la posterior 'Queridos camaradas', en las que apostó también por un impecable blanco y negro.

Como artista, Miguel Ángel tuvo un carácter tremendamente complicado, no se le conocen pupilos debido a tal personalidad. Esto se plasma de forma frontal, añadiéndole las contradicciones de un pintor y escultor cuya austera vida -casi semejante a la de un monje- contrasta con sus altos honorarios como artista. A ello se le suma que, a pesar de ser el protegido de los diferentes papas que pasaron por el Vaticano, tuvo que remar entre dos aguas, al vivir el pleno enfrentamiento entre la familia Della Rovere, cuyo poder menguaba, y el clan Médici, cuyo vertiginoso ascenso auguraba una nueva era para Italia.

Miguel Ángel (El pecado)

Esto permite ofrecer un retrato diferente de Miguel Ángel, con una producción que tiene en cuenta dichas intrigas políticas para ahondar en la constante angustia de un artista que debe lidiar con las élites para poder tener la libertad de crear o, mejor dicho, una falsa sensación de libertad, pues sus ambiciones artísticas lo convertían en preso de sus propios pecados (ese monstruo gigante llamado mármol y el cómo costaba convertirlo en pieza de incalculable valor). Esas contradicciones de un hombre que ve de su arte una virtud y también su propia perdición se manifiestan sublimemente en un filme que, a pesar de ser incómodo en su retrato de Miguel Ángel Buonarroti, sabe rendirle homenaje.

Una mirada cercana al complejo carácter de Miguel Ángel

Sí que se echa en falta que fuese más explícito en su faceta personal, en la que se deja entrever cierto homoerotismo con sus seguidores pero que omite la pasión que sintió por Tommaso Cavalieri o el amor puramente platónico que tuvo con Vittoria Colonna (a pesar de narrar un período de la vida del artista en el que podía abarcar tales relaciones). No obstante, Konchalovski lo compensa con un certero retrato del espíritu atormentado del escultor, pintor y arquitecto; así como también de las turbulencias políticas de la época y un diseño de producción que produce la sensación de estar viviendo (y oliendo) el siglo XVI.

Miguel Ángel (El pecado)

Más allá de un guion que muestra el complejo tablero de ajedrez de la Italia del XVI con Miguel Ángel en medio, la cinta consigue llegar a buen puerto gracias a la interpretación de su protagonista. Alberto Testone ofrece uno de los mejores retratos que han podido verse del artista renacentista en ficción, sin florituras y con sumo cuidado por transmitir las contradicciones de un genio, cuya virtud fue su propia perdición (es interesante también cómo se ve su rivalidad con Rafael). No está solo, aplaudo merece también el franco-alemán Jakob Diehl, políglota que se atrevió ya actuar en alemán, francés e inglés y que aprueba con nota su primer papel en italiano. Mención también a Massimo De Francovich o Nicola De Paola como esas piezas del juego político que fue la Italia renacentista.

Quizás los tiempos en su estreno comercial no acompañen, pero 'Miguel Ángel (El pecado)' es un sublime y elegante ejercicio cinematográfico, uno de los mejores acercamientos a la vida y obra del más importante artista del Renacimiento. Es, sin duda, uno de los mejores exponentes recientes de cómo debe valorarse a la obra por encima de su autor.

Nota: 8

Lo mejor: Su cuidada ambientación del siglo XVI, la interpretación de Alberto Testone, así como sus escenas de ensoñación, dignas de Bergman.

Lo peor: Le cuesta arrancar al inicio y las intrigas políticas tardan en irrumpir en pantalla.

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