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CRÍTICA

'Mil noches, una boda (Part Girl)': Un pedazo de vida entre dos mundos

La película francesa ofrece la visión realista de una mujer con nombre y apellidos ante un cambio vital y existencial, con un metraje próximo al documental en algunos tramos.

Por Carlos Manuel Hernández Fernández 6 de Diciembre 2014 | 10:00

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A la hora de contar una historia, muchas son las posibilidades que ofrece el cine, y en 'Mil noches, una boda (Party Girl)' nos encontramos con un largometraje que narra la vida de una mujer con nombre y apellidos: Angélique Litzenburger. Siendo simplemente ella, sin formación de actriz, el metraje consigue ser una estampa real de la vida de una persona, que si bien no da para alardes técnicos o una puesta en escena pomposa, sí que ofrece una cinta cercana, cruda, a pie de calle. El filme consiguió el Premio de la Crítica Internacional en el pasado Festival de Cine de Gijón.

'Mil noches, una boda (Part Girl)': Un pedazo de vida entre dos mundos

La historia que nos cuenta la vida de Angélique, una señora de 60 años retirada del cabaret en el que ha trabajado toda su vida, con una actitud siempre alegre, fiestera y social con sus muchas amigas. Esto cambiará cuando un día decida casarse con un cliente y amigo suyo que le propone cambiar de vida, a lo que ella acepta y se convierte en una ama de casa. Su duda es saber que tipo de vida es en la que encaja de verdad.

Los personajes presentados en el largometraje tienen dos caras, ya que gracias a que el núcleo fuerte de ellos son simplemente personas que actúan como ellas mismas, con sus nombres, vicios y virtudes, resultan terriblemente cercanos y veraces. Eso sí, esta falta de formación actoral también hace que el filme tenga ciertas limitaciones interpretativas, y pese a que se agradece este toque de veracidad, es cierto también que las protagonistas caen más en la cháchara y el hablar más que en el mostrar en el cuerpo y en acciones dramáticas lo que están padeciendo, por lo que algunas escenas pecan de superficiales pese a tener a gente real con vidas reales detrás de ellas.

Esto también influye en que el metraje no es especialmente imaginativo en la presentación de las escenas, y por momentos consiga estar cercano incluso a un documental costumbrista sobre la vida de una mujer que ha dejado los cabarets. El estilo de filmación es sobrio y terrenal, sin florituras tales como planos secuencias o grandes puestas en escena, sino que todo es mucho más terrenal e intimista, lo cual hace que gane en veracidad lo que estamos viendo: personas viviendo sus vidas.

Hay un matiz en el desarrollo que no termina de encajar del todo, ya que se intuye cierto desapego entre la protagonista y el actor que hace de su pareja sentimental, como si detrás de las cámaras no se soportaran, lo que hace que sin química en pantalla, sus escenas más íntimas necesitan de cierta imaginación del espectador para imaginar que es una pareja al uso, algo que cuesta ver en la cinta.

'Mil noches, una boda (Part Girl)': Un pedazo de vida entre dos mundos

Idas y venidas, vida

La película irá variando entre diferentes situaciones familiares y de planteamiento, pero por momentos se encuentra en momentos algo estáticos, sin agilidad y con dificultad para seguir enganchando su historia. Si bien, cuando logra enganchar resulta bastante interesante el devenir de una mujer que se encuentra entre una vida anterior que ya jamás volverá a ser y una vida actual y futura en la que no encaja del todo, como el limbo de alguien que ha dejado de ser la única cosa que ha sabido ser.

Con personajes secundarios que siguen mostrando la fauna en la que se desarrolla la historia, donde todo parece estanco y sin esperanza, pero en lo que todo está en su propio movimiento y tiene luz. Es ahí donde reside la magia e interés de 'Part Girl', un filme maduro e intimista que muestra a una mujer entre dos mundos sin saber situarse muy bien en ninguno de ellos, siendo torpe, viva, egoísta, pasional y sobre todo humana.