En su afán por revitalizar las clásicas novelas de Agatha Christie, Kenneth Branagh decidió, desde el fanatismo exacerbado que profesa hacia dichos libros, ponerse en la piel del mismísimo Hércules Poirot y llevar a la gran pantalla los casos que describía con brillantez la escritora británica. En 2017 dio el pistoletazo de salida con 'Asesinato en el Orient Express', una más que notable adaptación teniendo en cuenta el hándicap que suponía tener en la memoria 'Asesinato en el Orient Express' de Sidney Lumet, estrenada en 1974; en 2022 llegó 'Muerte en el Nilo', que tuvo una peor recepción y un CGI que aún provoca pesadillas.
Salgan mejor o peor, lo que está claro es que Branagh no piensa cesar en su empeño, y pronto anunció la que sería la tercera entrega de esta saga particular: 'Misterio en Venecia'. Esta venía con una particularidad añadida y es que, si bien sus anteriores dos adaptaciones gozaban de buena fidelidad, en esta decidieron tomarse ciertas licencias. Para empezar, no existe, como tal, dicho título en la obra de Christie, sino que se refiere a la novela 'Hallowe'en Party' (en España se llamó 'Las manzanas'), publicado en 1969, donde una escritora amiga de Poirot asiste a casa de una amiga suya en la víspera de Halloween mientras se produce una fiesta para adolescentes.
La licencia más notoria que ha tomado Branagh, a pesar de mantener muchas de las características originales de esta novela, es el cambio de escenario. De Londres a Venecia, con el objetivo de aprovechar todo lo siniestro que puede desencadenar la ciudad italiana inundada. En el caso de la película, nos situamos en 1947. La Venecia de la posguerra es el lugar elegido por un retirado Hércules Poirot para descansar de tanto ajetreo detectivesco, pero el descanso le dura bien poco. Ariadne Oliver (Tina Fey), una amiga novelista del detective, le pide que le acompañe a una sesión de espiritismo en la víspera del Día de Todos los Santos.
A partir de esta base, 'Misterio en Venecia' se desarrolla (igual que sus predecesoras) como un whodunit clásico: presentación de los hechos, entrevistas con los sospechosos, algún suceso que desencadena una pista clave y la resolución del misterio tras las deducciones del protagonista. El molde habitual que ha configurado todo un género desde sus inicios literarios hasta el día de hoy y que a día de hoy sigue homenajeando un estilo imperecedero sin caer en la repetición o lo previsible. Además, Branagh ha logrado, como siempre, rodearse de un elenco estelar, fichando en este caso a Michelle Yeoh (flamante ganadora del Óscar) o Kelly Reilly, y repitiendo con Jamie Dornan o Jude Hill (de nuevo como padre e hijo tras la autobiográfica 'Belfast').
Volviendo terrorífica a Agatha Christie
Si por algo se diferencia es nueva entrega de lo que ya podríamos denominar como el ACU (Agatha Christie Universe), es por ese evidente viraje al terror coincidiendo su fecha de estreno con el advenimiento del otoño y la celebración de Halloween. Por supuesto, todas las novelas de Christie (y sus consiguientes adaptaciones) contienen una buena dosis de suspense, intriga e incluso elementos macabros inherentes al género (proliferan los robos, asesinatos y demás pillajes), pero son contadas las ocasiones en las que el género de terror es protagonista. Esta es una de ellas.
Con una acción situada en una casa encantada donde se intuyen fantasmas y donde aconteció tiempo atrás un supuesto suicidio, 'Misterio en Venecia' supone el retorno de la Agatha Christie más terrorífica en la pantalla grande. Para ello, Branagh se sirve de su experiencia en el género (y también en la adaptación de los clásicos literarios) que le proporcionó 'Frankenstein de Mary Shelley' y logra enmarcar una Venecia tétrica, con sus sinuosos canales, sus gondoleros enmascarados y encapuchados, su iluminación tenue y sus torrenciales lluvias azotando los palazzos renacentistas.
Branagh triunfa al utilizar un tropo del género bastante habitual: enfrentar la creencia contra la razón. Su Poirot es el adalid de la deducción holmesiana, el estandarte del análisis científico, de la lógica. Situarle en un ambiente fantasmagórico lleno de espiritismo y sucesos aparentemente sobrenaturales es un caldo de cultivo delicioso para enfrentarle a sus propios demonios, a sus propios cimientos morales e intelectuales. La idea es convertir lo paranormal en normal, lo trascendental en terrenal, lo fenomenal en un truco. Y todo mostrado en cámara con planos aberrantes que desplazan la tranquilidad del espectador continuamente.
Branagh pasa de revisionismos
Si el whodunit vive hoy una revitalización completa es gracias a dos vertientes bien diferenciadas. Por un lado, Kenneth Branagh encumbra el clasicismo más puro y lo hace adaptando y homenajeando a una de las escritoras británicas más importantes de la historia. Al otro lado del ring se encuentra Rian Johnson con su fabulosa 'Puñales por la espalda' y su no tan fabulosa secuela 'Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion'. Ambos estilos no pueden estar más en las antípodas. Johnson representa la juventud, el revisionismo de un género que se piensa caduco, la subversión de expectativas y la inclusión de la comedia sin dejar de ser brillante; Branagh representa la old school, el cine clásico en sus formas y contenidos, la seriedad, la sobriedad y un escaparate que quiere representar la época dorada de Hollywood.
'Misterio en Venecia' se erige como una leve corrección en la senda detectivesca de Poirot tras el pequeño descalabro que supuso 'Muerte en el Nilo' y como una defensa de los valores tradicionales del whodunit clásico (con la sombra de Sherlock Holmes, Arsenio Lupin y Benoit Blanc siempre pululando en cada esquina del plano). Con un sólido guion y unos intérpretes que siempre cumplen, lo nuevo de Kenneth Branagh es, sin duda, la película ideal para empezar a darle la bienvenida a Halloween.
Lo mejor: El toque siniestro de Halloween, el Poirot de Branagh y Venecia.
Lo peor: Sigue derroteros comunes que podrían ser tachados de repetitivos.