Jessica Chastain no necesita ases bajo la manga ni filigranas para protagonizar la historia de Molly Bloom, el relato del empoderamiento femenino de una "don nadie" en un mundo de estrellas y peces gordos de rostro masculino. En 'Molly's Game', Chastain se esfuerza por establecer sus propias reglas, con la baraja encima de la mesa aunque en el arranque de la película este principio se vele de algo que luego no resulta ser. Aaron Sorkin, director y guionista del largometraje, va desplegando las cartas de forma adrenalítica hasta un final que acaba traicionando la esencia del personaje.
El primer largometraje que dirige Sorkin, guionista de 'El ala oeste de la Casa Blanca' y 'Steve Jobs', adapta la historia real de Molly Bloom, una esquiadora profesional retirada que se mudó de Colorado a Los Ángeles para trabajar, primero, sirviendo copas por la noche, y luego de asistente de un importante empresario de Hollywood, hasta que se introduce en el mundo de las partidas de póker que más dinero mueven, donde se dejan caer celebrities como Ben Affleck, Leonardo DiCaprio o Tobey Maguire. 'Molly's Game' cuenta cómo Bloom se convirtió en la Princesa del Póker, una vida que la verdadera protagonista relató en un libro en 2014, y cómo el FBI la detuvo por, supuestamente, cobrar un porcentaje de las partidas que organizada y romper la ley federal. Así empezó una vorágine judicial en la que Estados Unidos quería obtener la información privilegiada que Bloom manejaba y pistas sobre la mafia, con quien Bloom había acabado codeándose.
La película se centra en el qué pasará con Molly Bloom al enfrentarse a la Justicia y en su deseo por definirse a sí misma, reconstruyendo la caída del personaje desde su pasado truncado como deportista profesional hasta erigirse como la que manda sobre la mesa de juego, la banca. Lo hace desde un inicio trepidante que va a marcar la tónica del suspense y el ritmo, sobre todo, de las escenas donde los jugadores se enfrentan apostándolo todo, con la narración de la protagonista siempre presente. Ella es la base de la película y su principal virtud. Lo mejor que tiene la película, de hecho, es que da espacio a que el personaje se desarrolle y sea el verdadero foco de la trama, tomando Sorkin la decisión de perder de vista a ciertos personajes para respetar el peso de la protagonista.
Sorkin se alejó, aposta, de lo que algunos productores querían como altavoz para promocionar el largometraje. Renunció a inmiscuir los nombres de aquellos actores y directores de cine que intercambiaban fichas con Molly, aunque si leéis la historia de la Princesa del Póker os resultará más que evidente que el jugador X de la película (Michael Cera) comparte los malos humos de los que, supuestamente, cierto Spiderman hizo gala con el tiempo, según el relato compartido por la verdadera Molly Bloom. Al final lo que ha quedado en la pantalla es el ejercicio de reafirmación de una mujer harta de que le dijesen lo que tenía que hacer, que puso su ambición y su inteligencia al servicio de sí misma y que gana la batalla dialéctica en muchas de las mejores escenas de la película gracias al guión de Sorkin, aportando en ocasiones las notas cómicas.
Ahí entra en juego una Jessica Chastain impecable, que sabe medirse bien con sus obstáculos y que también sabe medir el silencio. Una interpretación soberbia que ya ha conseguido la nominación al Globo de Oro en la categoría de Mejor actriz de drama y el optar al Oscar, seguramente, no estará fuera de su alcance. Chastain ha sabido cómo transmitir y personificar ese arco de empoderamiento de su personaje y en ese ejercicio tan bien llevado a cabo, tiene bastantes posibilidades de triunfar en la temporada de premios. Por méritos propios y por el hecho de que los trazos oscuros, "vicios" e inseguridades que 'Molly's Game' dibuja en torno a los actores y directores de Hollywood que participaban en las partidas de póker no dejan de conectar con lo que está ocurriendo ahora en la industria cinematográfica estadounidense: el cuestionamiento a las estrellas masculinas.
Un duelo de imbatibles
Se dobla la apuesta interpretativa cuando Idris Elba pone a prueba al personaje de Chastain, Molly, y la defiende como su abogado del delito de haber quebrantado la ley federal. Ambos actores funcionan a la perfección en escena, tiran y aflojan desde sus propios intereses y, de nuevo, tenemos una escena en la que un hombre habla por una mujer pero el personaje femenino no se calla y reclama su propia voz. 'Molly's Game' es un ejercicio por no simplificar a Molly Bloom en función de nuestros prejuicios sociales, por entender, desde esta propuesta de ficción, las aspiraciones y la visión de esta mujer, que no quiso verse apartada al margen una vez más y ha acabado formando su propia empresa y ayudando a otras mujeres a tener éxito en el mundo de los negocios.
Lo único que se interpone en contra de este personaje, a mi modo de ver, es que hay un par de escenas que denotan un cierto cinismo de Molly, más allá de las malas decisiones que tomó la Princesa del Póker, para después dejarlo en suspenso y no aprovecharlo, al adoptar el personaje una línea mucho más blanca. Aunque el mayor descalabro de la película no llega hasta su desenlace, en el que, tras haber hecho una aparición breve como jugador de póker uno de los actores de 'Stranger Things', el guión se tuerce.
Frente al libro de la verdadera Molly Bloom, que pasa por alto la difícil relación que tenía con su padre, Aaron Sorkin quería ahondar en ello y ha escogido a Kevin Costner para meterse en el papel del padre de Molly en la ficción. Al final, el director echa por tierra lo que ha construido sobre su protagonista femenina con una escena que es un mansplaining innecesario y reduce a Molly a un diagnóstico simplista. De ahí al veredicto del juicio, también hay que achacar el speech final que se marcan, de drama judicial de manual, y que le quita personalidad y la buena mano con la que se desarrolla, casi por completo, 'Molly's Game'. Lo que no hace que el refuerzo emocional del personaje femenino se pierda por completo: es difícil acabar con Molly Bloom.
Nota: 8
Lo mejor: El ejercicio de reafirmación femenina, de la mano de una soberbia Jessica Chastain, de Molly Bloom, que puede ser entendida como una antiheroína.
Lo peor: La escena en la que tercian padre e hija y el speech cuando se resuelve el caso judicial.