"Todo parte del caos. De una familia caótica, que toma decisiones caóticas y tiene una organización caótica". Esa misma familia ha volcado sin complejos las escenas y conversaciones que comparten dentro de la intimidad de su hogar en un documental que mantiene tu atención desde el principio hasta el final, con una historia que, de estar ficcionada, no habría ser humano que se creyese ese guión. Lo que ha dirigido Gustavo Salmerón se llama 'Muchos hijos, un mono y un castillo', ya tiene la nominación a Mejor película documental para los próximos Goya y todo su encanto se lo debe, principalmente, a una madre, Julita Salmerón, que se come todo y a todos delante de la cámara.
A más de uno le podría extrañar que saliese con dolor de estómago tras ver un documental, pero lo cierto es que la irreverente Julita, el alma del primer largometraje que firma su hijo, se apropia muy fácilmente de las carcajadas de los espectadores. La comedia española con la que vibrarás este año arranca con un "érase una vez" y recorre los tres deseos de la peculiar matriarca de una familia, por herencia, original: tener muchos hijos, disfrutar de la compañía de un mono y vivir en un castillo. Un relato con mucho garbo y absolutamente desternillante, que en el fondo guarda amargura vital y lleva consigo reflexiones sobre la Guerra Civil y sus cuentas pendientes, la muerte, la fe o, también, sobre lo que ha costado sacar adelante el propio documental.
El actor Gustavo Salmerón, al que hemos podido ver en 'Asfalto', 'Reinas' o en la reciente 'Amar', documentó las andanzas y desventuras de su familia durante 14 años poniendo el foco en su madre, Julita, que ahora cuenta con 82 años y se ha convertido en la nueva madre que ha venido a llevarse consigo todos los aplausos del cine español. Julita, sincera, cautivadora, con mucho carisma y arte, hace las veces de la narradora de esta comedia documental que acaba teniendo un hilo conductor muy particular, como son las vértebras de su abuela que Julita conserva en casa, las de una mujer a la que mataron en los tiempos de la guerra. Los huesos, perdidos de vista hace tiempo, se convierten en la "obsesión" de Gustavo Salmerón, con la misión de todos los hijos por encontrarlos.
El resultado final del documental parece responder a una fórmula bien sencilla, coger una cámara y empezar a retratar lo que nos rodea, cuando en realidad ha debido de ser un trabajo insufrible por las 74 versiones de montaje que vinieron después y por el pico y pala que, durante la documentación familiar, ha acarreado Gustavo Salmerón para tallar la información que le resultaba interesante. Entre medias, las dudas que le han surgido al director durante la concepción de la película, de las que vemos que, en pantalla, Julita sale a su rescate derrochando naturalidad y encontrando en lo simple, la forma de allanar los problemas.
Uno más a la mesa de Julita Salmerón
Salmerón ha sabido enfocar la historia para que predomine la honestidad, para que respire verdad, esforzándose por borrar lo que nos separa de lo que vemos en pantalla y convertiéndonos en un miembro más de esta familia numerosa. Además, hay que honrar y mucho el que estos protagonistas hayan compartido con total generosidad algunas partes de sus vidas que, a otros, les daría mucho más reparo mostrar públicamente. Julita y Gustavo Salmerón abren las puertas de su casa desde que los padres, Julita y Antonio (esa otra mitad que, aunque esté más desaparecida, no deja de dar la réplica a grandes momentos en la película), formaron una familia hasta que consiguieron trasladar su vida y la de sus hijos al castillo que Julita siempre deseó. Y todo lo que vino después tampoco tiene desperdicio.
Es imposible no reírse con 'Muchos hijos, un mono y un castillo', disfrutar y emocionarse con ella, al ser testigos de una historia interesante y profunda que cuenta con un importante calado histórico y social que hace que, desde otra lectura, se convierta en la historia de lo que pasó en nuestro país con el levantamiento militar de Franco. Se aprovecha también de la mirada, en ciertos sentidos cansada, de su narradora, algo que enriquece el factor dramático del documental sin manchar el sentido del humor que predomina por encima de todo en la cinta, a base de escenas y anécdotas familiares que parecen demasiado descabelladas para ser reales.
Queda un muy buen sabor de boca tras ver la que, de lejos, se puede calificar como la comedia del año. Aparte de todo lo mencionado, podrías detener el metraje en múltiples fotogramas donde los "actores" que forman la imagen transmiten ternura con sólo una mirada. Julita Salmerón tiene la capacidad de rematarte con grandes frases fruto de la espontaneidad y no sólo es esa madre, esa abuela, ese familiar de cualquier otro parentesco que querrías que te diese de merendar para el resto de tus vidas; es mucho más y, haciendo equipo con Gustavo Salmerón, sabe enviarte el mensaje.
Nota: 9
Lo mejor: Es divertida y emotiva, conecta muy bien con el espectador y tiene en Julita Salmerón un auténtico imán. Su discurso narrativo contiene una historia peculiar muy bien hilada gracias a su director y a los diversos montadores.
Lo peor: No poder ver en una sala de cine las 400 horas restantes de material sobre la familia Salmerón.