Warner apuesta fuerte por el terror español y para ello se ha rodeado de un equipo bien especializado. El productor ejecutivo de la saga '[REC]' y guionista de 'Mientras duermes', Alberto Marini, respondió al encargo de plantear una historia sobre la leyenda urbana de 'La niña de la comunión' junto al director del film, Víctor García. Del desarrollo de toda la historia sobre una joven de los 80 recién mudada a un pequeño pueblo donde habita una muñeca de comunión maldita se encargó uno de los guionistas más destacados del cine español reciente. Tras adaptar las intrigantes 'El Inocente' y 'Los renglones torcidos de dios', Guillem Clua abraza esta vez por completo el terror sobrenatural en otra propuesta que engancha tanto como las anteriores ,aunque no trascienda como ellas.
Terror rural no tan sobrenatural
A pesar de lo que este planteamiento y su promoción sugieran, 'La Niña de la Comunión' no apuesta por el terror religioso sino por el rural. El equipo ha decidido pasar muy de puntillas sobre todo el potencial simbólico del catolicismo y reducirlo a un mero contexto que se siente muy desaprovechado y utilizado exclusivamente para la promoción. ¿Quién mejor que nosotros para hacer terror de una tradición tan arraigada en España en lugar de seguir las fórmulas extranjeras? El tono español sí que está profundamente representado en ese personaje tan importante que es el pueblo (intencionalmente indeterminado en el film, Corbera d'Ebre en la realidad). Cada calle tan reconocible por los espectadores españoles se convierte en parte del juego del slasher: la iglesia, las ruinas, las plazas, hasta los recreativos o la típica calle de casas bajas con cocheras. Se nota que no son decorados forzados o irreales.
Este pequeño pueblo de Tarragona al que tan poco ha tenido que intervenir el equipo facilita la verosimilitud del contexto ochentero español tan bien recreado sin ser redundante. En lugar de tirar de los típicos chascarrillos y temas de radio, los diálogos reflejan breve pero duramente el machismo y clasismo de la época, y hasta queda espacio para reflejar brevemente la preocupación por el auge de la droga en la ruta del Bacalao.
Con ese mismo pincel profundo pero delgado dibujan sus actuaciones un estupendo reparto que huye de los extremos. Los padres de los protagonistas brillan en cada plano y conversación casi tanto como los dos mejores secundarios del film: la tan cómica como muy dramática pareja formada por Aina Quiñones y Carlos Oviedo. Por su parte, Carla Campra ('Feria: La luz más oscura') demuestra estar más que preparada tras una considerable carrera a sus 23 años para protagonizar una gran película como esta, tanto cuando hay que hablar como gritar. En general, ningún adolescente/joven chirría, y así la película puede permitirse tomarse en serio tanto en su contexto como en su terror.
Una buena fórmula
Mientras que en el contexto huye de los estereotipos, 'La Niña de la Comunión' los abraza en el terror. Parece que el guionista se adapta muy bien a lo que sea que le pidan, más intelectual o más comercial como en este caso. La aventura terrorífica está llena de clichés y situaciones conocidísimas sin mayor profundidad que el puro entretenimiento. Pero y lo bien que lo hace, hasta el punto de no tener nada que envidiarle al terror adolescente made in USA. Eso sí, al renunciar a usar la religión, el miedo no se siente tan español y perturbador como en la excepcional 'Cerdita', y eso al final le acaba jugando a la contra. En lugar de elevarse en la resolución como hacía el gran giro de 'Malasaña 32', la película deja un agrio sabor de boca de un final frustrante e inexplicado. La paradoja traicionera llega en el último momento al intentar abrazar lo sobrenatural para impactar y asegurar la secuela, cuando todo el desarrollo se quería basar más en lo rural, dramático y contextual que en lo religioso.
Lo mejor es olvidar el destino y quedarse con un intenso camino hacia él. Aunque nada sea innovador, todo funciona como un tiro. El experimentado Víctor García sigue al pie de la letra la fórmula del slasher con divertidos ataques en sueños a lo 'Pesadilla en Elm Street' y un intento de ritmo de muertes individuales a lo 'Destino final'. El entretenimiento es lo que más funciona, con set pieces chulísimas en las que jugar con mucho jumpscare y acabar en muertes o amenazas muy creativas. Más allá de estas palabras, la factura visual en la que se trasladan realmente cumple: el terror no está de fondo, todos los protagonistas se meten bien hasta el fango (literal y metafóricamente) y todo se ve además muy claramente. Gran mención para ello al espectacular trabajo de maquillaje y efectos digitales digno de cualquier película estándar del género.
Para bien y para mal, 'La niña de la comunión' no es de esas películas de terror que engañen (salvo en la parte tan inutilizada de la comunión): no pretende ser o venderse como una terror elevado a lo A24 o con mayor profundidad como 'Verónica'. Esta se queda en un ligero entretenimiento muy bien llevado. Por ese resultado sí que compramos sin duda las posibles futuras secuelas. Pero deberían haber tenido y tener cuidado de no ser tan autoconscientes a la hora de construir universos. Con el Universo DC, ya se ha comprobado la paradoja de una franquicia muerta antes de nacer por centrarse más en esos flecos abiertos que en la identidad tan chula que parecía tener la película al principio con su propia mitología, expuesta en cines desde el 10 de febrero.
Nota: 6.
Lo mejor: Su ambición de funcionar como un gran slasher americano manteniendo la marca España. Aina Quiñones.
Lo peor: La insatisfactoria resolución final.