Aunque el cine mexicano lleva ya una larga de época de renacimiento, son las mujeres cineastas las que están lanzando las propuestas más atrevidas, arriesgadas y comprometidas, directoras como Claudia Sainte-Luce, Alejandra Márquez Abella o Lila Avilés han demostrado que la nueva generación de la industria cinematográfica azteca viene en clave femenina. En esa línea, llega el salto a la ficción de la prestigiosa documentalista Tatiana Huezo con 'Noche de fuego', uno de los títulos iberoamericanos más laureados del año desde su paso por la sección Una Cierta Mirada del 74 Festival de Cannes, donde obtuvo una mención especial del jurado.
Ganadora de tres galardones en el 69 Festival de San Sebastián, donde fue reconocida como la mejor película iberoamericana; así como también reconocida con el Forqué al mejor filme latinoamericano y nominada al Independent Spirit Award al mejor largometraje extranjero; 'Noche de fuego' es la candidata por México al Oscar al mejor film internacional y está entre los 15 títulos preseleccionados de la famosa 'shortlist', lo que le otorga una situación privilegiada en la temporada de premios, donde ha ido consolidándose como una de las candidatas más fuertes. Ahora, llega a salas comerciales españolas con un estreno limitado dado que su distribución en VOD corre a cargo de Netflix, poco dada a compartir sus títulos en la gran pantalla durante un período de tiempo convencional.
Y no es de extrañar que sea una de las favoritas a los premios, puesto que se está ante una apuesta muy arriesgada en la que Huezo trae su experiencia en el documental para narrar el día a día de un pueblo en las montañas del estado de Guerrero, un lugar lleno de verdor e impresionantes paisajes naturales que contrasta con el terror que viven sus ciudadanos, asediados por el narcotráfico, los feminicidios y el secuestro de mujeres y niñas por parte del cártel de la droga. La cineasta muestra sus intenciones y su doble enfoque visual desde el inicio, cuando unas niñas juegan y una de ellas se esconde en lo que parece un agujero en han excavado en el bosque.
Ese escondite tiene como trasfondo la realidad que viven las mujeres, las adolescentes y las niñas en el país azteca. Sin artificios y apostando por cierta mirada costumbrista que conjuga muy bien con el enfoque casi documental del filme, Huezo crea una atmósfera que evoca al cine de Jayro Bustamente, especialmente a 'La llorona', en lo referente a ese aire viciado que recuerda al cine de terror. Pero estos temores no son un asesino en serie, sino el ser secuestradas por los cárteles de la droga, los cuales se dedican al tráfico de personas. Huezo aprovecha la exuberancia de la naturaleza para crear ese ambiente, el cual también recuerda al de títulos cuyo escenario son conflictos bélicos. Mención también a un detalle, el cómo en el pueblo los varones han casi desaparecido, quedando solamente mujeres, niños y algún que otro anciano.
Un desolador drama social que denuncia la situación de las mujeres y niñas en México
Ahí, Huezo hace un desolador retrato con una clara visión social de denuncia sobre la situación de las niñas en estas regiones, no solo en la vulneración de sus derechos a la hora de ser secuestradas para ser explotadas sexualmente, sino también en derechos tan básicos como el acceso a la educación. La cineasta lo realiza de forma austera, apostando por el retrato de las situaciones, dejando que sea el espectador el que valore la gravedad de la situación. Y en ese ambiente, surge también ciertos momentos de luz, en los que la infancia y la juventud buscan su lugar.
Aquí es donde la directora de 'Tempestad' sabe explorar los elementos clásicos de las coming-age movies, con una joven, Ana, como protagonista. Interpretada por Ana Cristina Ordóñez en su niñez y por Marya Membreño en su adolescencia; Ana se divierta, juega y aprende con sus dos mejores amigas, Paula (Camila Gaal de niña, Alejandra Camacho de adolescente) y María (Blanca Itzel Pérez de niña, Giselle Barrera de adolescente). Sus escenas jugando en el bosque, en el río, en una casa abandona son los únicos que recuerdan que la infancia es capaz de sacar momentos de diversión incluso en los lugares más hostiles.
Pero Huezo no olvida la esencia del filme, lo que convierte a estas secuencias de descubrimiento de vida en un momento de ligereza para ir concentrando poco a poco el drama, pues la situación trágica de las niñas poco a poco va acechando; al comenzar como un rumor, con ese miedo siendo similar al Hombre del Saco, y cómo esa amenaza va invadiendo su día a día y cómo el convertirlas en seres andróginos no impide que su integridad se vea vulnerada hasta el momento en que este temor se presenta de una de las formas más desgarradoras, dejando en el público un poso amargo con el que Huezo rinde tributo a esas mujeres, a esas niñas, de las que nunca más se supo. Un largometraje exquisito a la par que desolador que vuelve a recordar que el compromiso social del cine mexicano y cómo el relevo generacional tiene mirada femenina.
Nota: 8
Lo mejor: La atmósfera que envuelve al filme, como si de una cinta de terror se tratase. Su poderoso mensaje de denuncia social.
Lo peor: Su limitado estreno en salas comerciales españolas.