En 2006, Jennie Bond, corresponsal para la BBC de los temas de la realeza británica durante catorce años, entrevistó a la reina Elizabeth II del Reino Unido con motivo del libro 'Elizabeth: 80 Glorious Years', consiguiendo unas declaraciones acerca de la vivencia que la que por aquel entonces princesa, vivió junto a su hermana en la noche del 8 de mayo de 1945, día en el que se proclamó la Victoria en Europa y que suponía el fin al conflicto armado que había asolado gran parte del viejo continente desde 1939.
Unas afirmaciones bastante excepcionales que hacían ver a la monarca como una terrícola más diferenciada del resto tan solo por su sangre azul, y deseosa de vivir en primera persona la alegría del pueblo británico en una noche para recordar y en la que celebrar el triunfo de los aliados. "Les pedimos a mis padres si podíamos salir y verlo por nosotras mismas. Recuerdo que estábamos aterrorizadas por ser reconocidas. Recuerdo filas de personas desconocidas unidas por los brazos y caminar por Whitehall, que simplemente nos barrieron a lo largo de una marea de felicidad y alivio".
De tal premisa es de la que parte esta 'Noche real' de Julian Jarrold, realizador inglés con una larga trayectoria en la pequeña pantalla y director de títulos como 'La joven Jane Austen' (2007) o 'Retorno a Brideshead' (2008), y que convierte ese gran motivo de celebración clave para la historia reciente en un marco histórico que sirve como trasfondo para contar una comedia de enredo de corte clásico. Kevin Hood (responsable del libreto de la anterior película de Jarrold) y Trevor De silva trazan un guion con tintes de vodevil en el que Sarah Gadon ('Reina Cristina') y Bel Powley ('The Diary of a Teenage Girl') interpretan a unas jóvenes Elizabeth y Margaret, hermanas y princesas las dos y heredera la primera, quienes motivadas por el fervor popular lograrán pasar inadvertidas entre la muchedumbre y celebrar junto al pueblo llano una noche que sus padres, el rey George VI y la consorte Elizabeth Bowes-Lyon consideran harto especial, y a quienes interpretan Rupert Everett y Emily Watson.
El fin del conflicto bélico y el marcado patriotismo de la celebración del pueblo, quedan en un segundo plano en el momento en que Jarrold decide centrar el foco en esas dos jóvenes que lo único que quieren hacer es divertirse como el resto de mortales. El citado aire de vodevil es el que convierte a la ciudad de Londres en el escenario en el que se desarrollará la inolvidable noche de las dos princesas. Del Buckingham Palace al Ritz y de Trafalgar Square al Soho, Sarah Gadon y Bel Powley, encarnando los ideales de la prudencia y lo impetuoso, respectivamente, llevarán de viaje a sus personajes más allá de una ruta turística para nobles entre la plebe.
Y como en todo viaje, no puede faltar un guía, papel que recae sobre Jack Reynor ('Macbeth'), quien interpreta a Jack Hodges, un piloto que no comulga con la devoción que el resto del pueblo londinense siente hacia la figura del rey, y que supondrá el punto de conflicto en el pensamiento de la joven Elizabeth, ejemplo de la sensatez en oposición de su hermana Margaret, clara representación de imprudencia, quien quiere disfrutar de su noche ahogada en alcohol, bailando y conociendo a gente con la que nunca hubiera llegado a codearse.
Como en toda comedia, no pueden faltar los secundarios robaescenas, cuya tarea corresponde en 'Noche real' a Jack Gordon y Jack Laskey, los dos Tenientes encargados del cuidado de las princesas, que deberán lidiar con una serie de infortunios para conseguir que lleguen a palacio a la hora prevista.
Cómica realeza
La falta de mordacidad y la clara línea de comedia blanca del film marcan el tono desde el prólogo, momento de exposición de deseos y emoción, donde destaca el naturalismo con el que es presentada la familia real, pese a la poca naturalidad que pueda existir dentro de dicha institución. Everett y (sobretodo) Watson cumplen con creces, llenando cada plano en el que aparecen y ensombreciendo a sus hijas ficticias, entre las cuales no consigue destacar la interpretación de Gadon, ya sea por lo plano de un personaje que debería haber estado plagado de matices o porque juega en una liga inferior al resto de intérpretes (y porque Bel Powley es la estrella que muchos aventuraron tras 'The Diary of a Teenage Girl').
Hubiera sido más jugoso traspasar ciertos límites de transgresión y no quedarse en la superficie de ciertos asuntos; explotar aún más la vis cómica de Powley y la serie de estrambóticas situaciones que vivirá su personaje, pues meter a una princesa en un coche acompañada por el dueño de un burdel y varias prostitutas de camino a una fiesta de soldados, puede resultar algo genuino pero acaba convertido en un mero guiño. Por contra, el guion apuesta por contar una historia de pseudo-romance que hemos visto mil veces y que poco nos interesa, pese al intento de conflicto moral que parece marcar en la protagonista. Entretenida, sin más, conlleva al planteamiento de qué hubiese sido de haber explotado mucho más su comicidad y hubiese obviado lo tedioso del romanticismo.
Nota: 6
Lo mejor: Además de su vestuario y diseño de producción, Bel Powley.
Lo peor: La sensación de que no se han querido mojar y hacer una comedia "amable" para todos los gustos.