Ganadora del Gran Premio del Jurado de la 77ª edición del Festival de Venecia, aclamada por la crítica internacional y reconocida con un Premio Forqué de la pasada 26ª gala, la película del mexicano Michel Franco, 'Nuevo orden', llega a salas comerciales envuelta en un aura de polémica y controversia que han logrado alimentar la expectación alrededor de su obra más ambiciosa hasta el momento, una supuesta distopía salvaje, en la que la brutalidad, la violencia y la despiadada deshumanización traen consigo un perverso relato sobre clasismo y racismo, con el que, supuestamente, el director de 'Las hijas de Abril' pretende crear una historia de ciencia ficción, pero dentro de un marco realista.
Comparada con 'Parásitos' o como la cara B de 'Roma', su estreno en su país natal causó mucha controversia, desde la proyección de su tráiler a unas desacertadas declaraciones del cineasta sobre la palabra "whitexican", a la que catalogó de racista. Con esta carta de presentación, lo cierto es que, y esto es algo que suena manido pero que describe bien al filme, es que no deja indiferente a nadie, respecto a lo que narra, que es una cruel espiral violenta con la que Franco muestra su lado más nihilista y cínico sobre la Humanidad.
Más allá de lo efectista de la escena de la boda, lo cierto es que 'Nuevo orden' tiene un brutal relato cuya ambigüedad provoca que se esté ante una producción más cercana al cine palomitero de zombis (sin la mirada crítica y social del primer filme de George A. Romero) que a un drama social similar a otros relatos distópicos de autor como 'White God' o 'Langosta'. Y es, precisamente, su indeterminación lo que provoca que el filme de Franco sea un cruel ejercicio de banalización de los problemas económicos, políticos y sociales que existen en su país.
México, un país en llamas
Se supone que 'Nuevo orden' denuncia el clasismo y el racismo que existen en México, dos de los grandes problemas que lastra un país que, precisamente, es considerado como uno de los más violentos del mundo. Según la subsecretaría de Derechos Humanos de la Gobernación de México, más 61.000 personas están desaparecidas en el país norteamericano, con datos fechados hasta enero de 2020.
Según la Universidad Nacional Autónoma de México, a fecha de agosto de 2019, son más de 26.000 los cuerpos que no han sido identificados en el país azteca, además de tener más de 3.000 fosas clandestinas. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad de México (SENSP), en 2019 hubo 34.608 homicidios, de los cuales, 1.012 fueron feminicidios, otra de las lacras que tiene México, que desde 2006 vive una dura guerra contra el Narcotráfico.
Al igual, según el Comité para la Protección de los Periodistas, México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo en el mundo, más de 100 trabajadores de la comunicación han sido asesinado o desaparecidos desde inicios de siglo, muchos de ellos cometidos con plena impunidad. Según la Encuesta Nacional de Discriminación del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (INEGI), el 29,4% mayor de 18 años declaró tener un tono claro de piel y son el sector que ocupa una parte notable de los puestos de mayor rango social, como ejecutivos o altos funcionario, un 6,1%, así como también son los que cuentan con una mayor formación profesional en sus estudios, un 21,5%.
Con esos datos, a Franco no le hubiera costado nada narrar un drama social fehaciente en lugar de reproducir la fórmula hollywoodiense. No obstante, tampoco está certero en su supuesta distopía cinematográfica, pues su aparente denuncia de desigualdad social es completamente maniquea, obviando la realidad concreta de la sociedad mexicana. Tampoco acierta en su representación del racismo, al darle trasfondo únicamente a sus personajes caucásicos, siendo los mestizos y amerindios los más planos.
Una terrible espiral de terror y violencia
Es completamente legítimo crear un largometraje nihilista y cínico, en el que los pocos gestos de Humanidad son castigados severamente. Ahora bien, Franco muestra una clara desconexión de los problemas reales de su propio país. Quizás, en su búsqueda de crear una historia con la que otras sociedades puedan verse reflejadas, él mismo, pues escribe también el guion, opta por eliminar u obviar todos los problemas que existen en la actualidad mexicana. En su 'Nuevo orden' no hay guerra contra el narcotráfico, los feminicidios ni se nombran, solo existen ricos muy ricos y pobres muy pobres.
Tampoco atina Franco en su dura crítica de la militarización del país, en el que acaba cayendo en un discurso racista, retratando a los soldados de base como salvajes, dejándose llevar por sus instintos más primarios, cuando todos esos reclutas son, precisamente, de rasgos indígenas o mestizos.
Con un mensaje social que acaba provocando el efecto opuesto a lo que pretendía retratar Franco, otro de sus principales problemas es que su caótica narración acaba dando vueltas sobre sí misma para, al final, dejar una historia de status quo, en la que nada cambia y nadie aprende, como si el cineasta, de manera implícita, pretendiera decir que, en el fondo, su país es ya eso (cuando, como se ha comentado antes, obvia los grandes problemas que padece la sociedad azteca).
Parece que Franco pretendía narrar una especie de 'El ángel exterminador' en campo abierto o ha pensado que México es la Corea de Park Chan-wook, pero el resultado es un filme tremendamente incómodo, del cual no se puede sustraer nada. Sí, el director consigue no dejar indiferente por la extrema violencia de sus imágenes, pero títulos gore como 'A Serbian Film' u 'Holocausto caníbal' también son iguales o más explícitos en sus escenas y ninguno de ellos ha sido considerado una fábula social. Simplemente, 'Nuevo orden' es un ejercicio de sadismo, disfrazado de distopía de autor.
Nota: 3
Lo mejor: La escena de la boda, por lo efectista que es.
Lo peor: La sensación de ser testigo de una ola de violencia que acaba en el mismo sitio donde comenzó, además de carecer de lógica, con un relato maniqueo y desconectado de la realidad social real del país.