'Nunca apagues la luz': Jugar a ciegas

Nadie duda que en los últimos cinco años hemos asistido al renacimiento del género de terror. Cansados ya de fórmulas repetitivas y sustos generados en postproducción, el público empezó a exigir nuevas formas de terror, o al menos una reformulación de los mecanismos habituales del género que consiguiera, sin perder el potencial de los mismos, sorprender entre tanto found footage y golpes de sonido previsibles. En ese contexto apareció el nuevo Rey Midas de Hollywood, James Wan, quien empezó a escribir su nombre en la historia cuando estrenó en 2004 'Saw'. Seis años después, el director de origen asiático respondió a la acuciante llamada de los espectadores y sorprendió con 'Insidious', un inquietante producto sobre posesiones y casas encantadas que le reportó casi 100 millones de dólares y dio inicio a una nueva Edad Dorada del género.

Desde entonces han llegado a nuestras carteleras largometrajes que, de una forma u otra, han aportado algo esencial para que se diera ese revival. Y aunque la aportación de Wan no se aprecia tanto en productos de comienzos de década, como 'Déjame entrar', 'La mujer de negro' o 'La cabaña en el bosque', fueron un preludio más que digno. El punto de inflexión fue 'Expediente Warren', otra película de Wan en la que, esta vez sí, veíamos una clara intención de reanimar el género. Ayudó mucho que el director se ambientara en los 70, pero después de mucho tiempo volvimos a creer en la idea del miedo en el cine gracias a esta película. Aquel aterrador thriller sobre Lorraine y Ed Warren nos demostró que el terror de la vieja escuela se podía actualizar, y por fin sentimos miedo en una sala de cine sin necesidad de que fuera precedido u acompañado por el sonido. Por fin sentimos terror observando e imaginando.

A su manera le siguieron 'It Follows', 'Babadook' y 'La bruja' (meteríamos a 'Una chica vuelve a casa sola de noche' pero le debe más a Jarmusch que a Wan), que terminaron por confirmar lo que ya intuíamos desde hacía tiempo: el género había despertado de su letargo con gran viveza. 'Nunca apagues la luz' se suma a la lista de películas que, esta vez de forma clara, beben del terror amasado por James Wan y nos ofrecen un espectáculo que, si bien no consigue destacar como algunas de sus predecesoras, satisface cualquier tipo de necesidad del espectador.

'Nunca apagues la luz' está basada en el corto homónimo con el que David F. Sandberg se hizo famoso en 2013. En apenas tres minutos el director sueco construía una pieza terrorífica basada en una idea muy simple: el miedo a la oscuridad. En aquel corto veíamos cómo una mujer se disponía a acostarse cuando, al apagar la luz del pasillo, descubría una silueta al fondo del mismo. Al volver a encenderla la silueta ya no estaba, pero la secuencia se repetía siempre que presionaba el interruptor. La protagonista terminaba por marcharse a la cama sin la certeza de si estaba sola o acompañada, pero habiendo dejado en el espectador, que experimenta una inquietud muy desagradable durante todo el visionado, un poso de verdadero miedo. El éxito del corto en Internet fue tal que la propia productora de 'Nunca apagues la luz' se puso en contacto con el director para comprarle la idea y proponerle un largometraje. ¿El resultado? Una de las películas de terror más interesantes del año.

En esta extensión de su cortometraje Sandberg se ha centrado en Rebecca, una chica con un pasado marcado por las enfermedades mentales. Cuando su hermano pequeño, Martin, comienza a experimentar lo mismo que ella cuando era joven, Rebeca se decide a investigar qué es lo que le aterroriza, y pronto descubre que es un ser que vive en la oscuridad, llamado Diana, y que está conectado a su madre, Sophie. La película, que podría convertir al sueco en el temprano heredero de James Wan (ya está rodando la secuela de 'Annabelle'), cuenta con Teresa Palmer como protagonista, a la que acompañan Gabriel Bateman, Alexander DiPersia, Maria Bello o Alicia Vela-Bailey como la escalofriante Diana.

Si da miedo, funciona

Es difícil que hoy en día, tras tantas incursiones en el género, los productos de terror consigan innovar, aunque llegados a este punto ya no pedimos que lo hagan sino que funcionen, sin importar si se basan en reactualizaciones o trucos ya conocidos por el espectador. Si asusta, va por buen camino. Es el caso de 'Nunca apagues la luz', que a pesar de no aportar grandes novedades a su temática encuentra un equilibrio perfecto entre narración y técnica. La película comienza con un prólogo cuyo único propósito es dar cobijo a Lotta Losten mientras representa parte del corto original que ella misma protagonizó, e introducir de paso el drama familiar con una secuencia de impacto que recuerda más al Wan de 'Saw' que al de 'Expediente Warren: The Conjuring' y similares. A partir de ahí presenciamos una historia de desequilibrios mentales y amor parental que presenta una arriesgada premisa artística (la falta de luz) a la que hace frente con bastante acierto.

'Nunca apagues la luz' basa todo su potencial en el terror psicológico, en los planos despojados de elementos vivos y llenos de oscuridad en los que no ocurre nada pero nos llevan a imaginar de todo. Un terror que no precisa de artificios para estremecer y que funciona a la perfección durante los poco más de 80 minutos que dura la película. Es cierto que el drama sobre el que se construye todo no consigue interesar al mismo nivel que las apariciones de Diana, cuya mitología no está demasiado trabajada aunque sirve a la perfección al propósito del filme, pero la química entre Palmer y Bateman llevan al espectador a un clímax en el que ambos elementos, historia y técnica, se dan la mano de la manera más satisfactoria posible.

Con un presupuesto de apenas cinco millones de dólares, David F. Sandberg ha conseguido llevar esta versión de su vídeo viral a un nivel superior en el cine de terror actual. Un retrato aterrador sobre la inestabilidad emocional que, a pesar de la gravedad del asunto y del pretendido terror que transmite, genera una sensación de divertimiento que la convierten en una obra especialmente llamativa para el verano. Pocas veces indagar en las posibilidades de la oscuridad en el cine había dado tanto juego...

Nota: 7

Lo mejor: lo bien que aprovecha Sandberg la oscuridad.

Lo peor: que su efectismo se considere negativo.