Ya lo dice el refrán popular, atribuido erróneamente a figuras históricas tan dispares como Lenin, Goebbels, Voltaire o Medio de Larisa: "Miente, miente, que algo queda". El caso Dreyfus es uno de los momentos históricos y judiciales más polémicos de la Francia contemporánea. Convertido en un símbolo moderno y universal de cómo el sistema ha mancillado con ignomia en nombre del Estado. Un auténtico escándalo militar y jurídico que llegó a fracturar a la sociedad gala en plena Tercera República, saliendo a la luz un nacionalismo francés claramente antisemita, virulento y apoyado por el poder militar y los medios de comunicación. Un caso que, actualmente, sigue provocando arduos debates en la opinión pública.
Un escándalo que alteró el sistema, provocando cambios legislativos, judiciales y ejecutivos, ha sido pocas veces llevado al cine, estando el caso Dreyfus encuadrado, sobre todo, dentro del documental. Es más, pese a su importancia histórica, el cine francés ha evitado abordarlo de forma exhaustiva, hay que remontarse a 1899 (el caso terminó realmente en 1906 con el honor restaurado de Dreyfus) con un filme de Georges Méliès y siete episodios de una película de los hermanos Pathé para encontrar una referencia al caso.
Por ello, la llegada de 'El oficial y el espía' se antojaba como necesaria. No obstante, el caso es de tal relevancia histórica que solo podía abordarlo un cineasta que tuviese muy claro su importancia. Y ahí es cuando surge la figura de Roman Polanski. El realizador polaco, en antaño reconocido con largometrajes como 'El cuchillo en el agua' (1962), 'Repulsión' (1965), 'La semilla del diablo' (1968) o 'Chinatown' (1974), llevaba una larga temporada enmarcado en un cine muy notable pero con una ambición mucho menor, con títulos muy aplaudidos como 'El escritor' (2010), 'Un dios salvaje' (2011) o 'La Venus de las pieles' (2013), pero en los que no se apreciaba ese magnetismo de la espléndida 'El pianista' (2002).
El largometraje más ambicioso de Polanski desde 'El pianista'
Con 'El oficial y el espía', Polanski no solo crea su filme más ambicioso desde el largometraje en el que rendía tributo al pianista Wladyslaw Szpilman, sino que muestra hasta qué punto es capaz el sistema de no querer reconocer sus propios errores, al dejar en evidencia cómo ha sido capaz de corromperse por un fanatismo nacionalista en el que existe un fuerte antisemitismo. Por otro lado, esa mirada intolerante esconde otra cosa más, al verse que se aprovechó el caso como forma de vendetta tras la derrota militar gala contra Prusia en 1870, que fue lo que dio inicio a la III República Francesa. Un escándalo lograba, por un lado, apagar las ansias revanchistas del pueblo y, por otro, servía para tapar casos de corrupción que afectaban al ejército y al gobierno.
Un caso tan complejo necesitaba cocinarse a fuego lento para saber plasmarlo en la gran pantalla. Por ello, Polanski le pidió ayuda a Robert Harris, autor de la novela de 'El escritor' (2007), para que escribiese sobre el caso en el libro homónimo que publicó el británico en 2013. De esta forma, el cineasta, que ya había investigado y se había documentado sobre el caso, tenía un referente más cercano, al adaptar una novela de un autor con el que ya tenía confianza.
El resultado es fascinante, de necesario corte clásico, al narrar un caso histórico, muy bien documentado y con diálogos que reproducen lo sucedido de la forma más fidedigna posible (dentro de los cánones cinematográficos). Polanski plantea el filme en forma de drama judicial, con una investigación de por medio, encarnada por el coronel Georges Picquart, sucesor de Jean Sandherr (principal urdidor del injusto enjuiciamiento a Dreyfus) como máximo rango de la Sección de Estadística del Estado Mayor, descubriendo que a Dreyfus se le condenó por alta traición de forma fradulenta, puesto que era otro, el comandante Esterhazy, quien pasaba información al enemigo alemán, el embajador Max von Schwarztkoppen.
Partiendo de esa base, sucede así una investigación para esclarecer la verdad, que acaba convirtiéndose en una huida hacia delante, pues queda expuesta la corrupción del poder, que tuvo un gran apoyo de los medios de información, en esta época aún no habían surgido las teorías sobre opinión pública propulsadas en el siglo XX por Lippman o Habermas, aunque una frase de Niklas Luhmann, reconocido por las Teorías de Sistemas, puede sintetizar la magnitud del poder de la prensa en el filme: "Lo que conocemos del mundo es aquello que sabemos por los medios masivos de comunicación".
Un título imprescindible
Y en esa huida, en la que puede verse hasta llegan los tentáculos del poder para enjuiciar y condenar a un inocente, Polanski firma una obra maestra. Gracias a una impecable ejecución, con actores que llevan con magnífica elegancia y sobriedad sus papeles, destacando Jean Dujardin en uno de sus pocos proyectos dramáticos. Ayuda también la presentación del inocente, Dreyfus, interpretado por Louis Garrel, de una forma en la que no provoca empatía. Ahí reside la principal virtud del largometraje, no se trata de tener simpatía por sus protagonistas, sino de que la verdad salga a la luz: "Veritas vos liberabit", la verdad os hace libres.
Con narrativa excelente, en la que la tensión va en aumento, logrando que sea un thriller judicial histórico, Polanski da una clase magistral a la hora de controlar los tiempos, especialmente con la aparición en escena de Émile Zola y la publicación de su 'Yo acuso' en 1898, que provocó la completa división de la opinión pública, largos ríos de tinta en la prensa y otro enjuiciamiento injusto, esta vez hacia el escritor, mayor representante del naturalismo. Además, el realizador hace gala de un cuidado por el detalle propio de un virtuoso del séptimo arte, con un diseño de producción y de vestuario que sumerge al público en la Francia de finales del siglo XIX, con un esmero por el lenguaje y un toque teatral propio del carácter francés, especialmente en los juicios. Vale la pena destacar que buena parte del reparto es miembro de la prestigiosa Comédie Française.
Polanski hace un alegato que invita a saber la verdad, a desconfiar de la versión oficial, a concienciar sobre el grave antisemitismo histórico (aplicable al resto del mundo y, tristemente, de rabiosa actualidad) y a dejar en evidencia la necesidad de un sistema democrático fuerte y robusto, con los tres poderes (judicial, ejecutivo y legislativo) bien separados. Además, rinde tributo a Alfred Dreyfus, símbolo de los valores democráticos y que el cine de su propio país ha ignorado durante demasiado tiempo. 'El oficial y el espía' es una joya cinematográfica, uno de los mejores largometraje de un maestro que es una leyenda viva del séptimo arte, un título imprescindible del cine europeo actual, que debe valorarse solamente por su calidad artística e histórica.
Nota: 10
Lo mejor: Cómo acaba gestándose la búsqueda de la verdad y cómo el escándalo acaba siendo un hecho histórico de especial relevancia para la democracia en Francia.
Lo peor: Ver el filme con prejuicios establecidos.