Cuatro años han pasado desde el fiasco de 'La reina de España', la secuela denostada de la sí aplaudida 'La niña de tus ojos'. Fernando Trueba se ha tomado un descanso para traer a la gran pantalla la historia de un hombre excepcional: Héctor Abad Gómez. Con el sello de la Selección Oficial del Festival de Cannes 2020 -la edición anulada a causa de la pandemia- y galardonada con el Goya a la mejor película iberoamericana, llega 'El olvido que seremos', adaptación del libro biográfica del hijo del médico, ensayista, catedrático y defensor de los derechos de la salud en Colombia.
Ciertamente, Trueba configura dos largometrajes en uno, lo deja bien claro en los dos estilos que opta por realizar. Por un lado, la infancia, llena de nostalgia y recordada mejor de lo que fue; por el otro, el presente, rodado en un blanco y negro que ahonda en la amarga sensación de inseguridad e impunidad que se vivió en los 80 en Colombia, en plena lucha contra el narcotráfico y los grupos paramilitares. Abad Gómez, asesinado por estos grupos en 1987, es ese héroe anónimo que bien merece un largometraje.
Y, en ese sentido, Trueba acierta de lleno, gracias a la interpretación entregada de su protagonista. Javier Cámara es uno de los actores más poliédricos que existe en la cinematografía española, capaz de defender con igual esmero y cariño papeles dramáticos como cómicos y aquellos que son una mezcla de ambos. Su carisma lo sabe transformar y adherir a cada papel que ha interpretado, ejemplo de ello son títulos tan opuestos como 'Hable con ella', 'Torremolinos 73', 'Fuera de carta', 'Vivir es fácil con los ojos cerrados', 'Truman', la serie 'Vota Juan' o 'Sentimental'.
Javier Cámara ofrece una interpretación entregada y magistral
Cámara está sublime, es imposible no rendirse a él, sabe defender a capa y a espada un personaje al cual le dota de magnanimidad cotidiana, evitando caer en la hagiografía. Sin duda, él es el alma de la cinta. Y da rabia que el filme no esté a la altura de la magistral interpretación. Pues 'El olvido que seremos', aunque supera con creces títulos realizados por Trueba como la mentada 'La reina de España' u otros como 'El baile de la victoria' o 'El embrujo de Shanghái', dista mucho de estar a la altura de 'Chico y Rita' o 'Belle Époque', quedándose en ese punto intermedio que fue 'El artista y la modelo'.
El problema que tiene es que carga mucho las tintas en la parte emocional, la de la infancia, con secuencias que -en busca de crear un ambiente costumbrista y cotidiano- caen en la misma pomposidad que la de tuvo Alfonso Cuarón con su demasiado aplaudida 'Roma'. El guion de David Trueba busca crear un ambiente personal, íntimo y familiar, pero da la impresión de que lo hace desde la distancia. Por otro lado, se recrea demasiado en secuencias que alargan en exceso el filme, aunque esto ocurre más en las escenas relacionadas con el presente en blanco y negro.
Aunque su fotografía es correcta, obra de Sergio Iván Castaño; su música ahonda más en esa sensación de estar ante un filme que busca la lágrima fácil, obra de Zbigniew Preisner, otrora compositor de la trilogía de los Colores de Kieslowski. El conjunto produce una sensación agridulce. Se está ante una gran historia, de esas hechas para no quedar en el olvido -haciendo referencia a su título-, se cuenta con una interpretación digna de una Palma de Plata en Cannes. Sin embargo, se está ante una ejecución a la que se exigía más y es una lástima que Trueba no haya arriesgado, al traer un filme académico y correcto, que bien podrá funcionar, pero nada más.
Nota: 6
Lo mejor: Sin duda, Javier Cámara. Un enorme placer verlo como el gran Héctor Abad Gómez. Su acento colombiano es delicioso.
Lo peor: Se pedía mucho más a esta historia, especialmente viniendo de un director como Trueba.