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CRÍTICA

'Ondina. Un amor para siempre': La trágica pasión de la nereida

Crítica de 'Ondina. Un amor para siempre', dirigida y escrita por Christian Petzold. Oso de Plata a la mejor actriz y Premio FIPRESCI en el 70º Festival de Berlín. Mejor dirección y mejor montaje en Sevilla 2020.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 20 de Noviembre 2020 | 09:20
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Siguiendo el espíritu de su anterior película, la espléndida 'En tránsito', Christian Petzold inicia una trilogía inspirada en el Romanticismo alemán, con la que plasmará temáticamente cada elemento -agua, aire y tierra-. El inicio de esta serie comienza con el mito de Ondina, la hermosa ninfa cuyo sincero amor lleva a la muerte a su amante. Ganadora del Oso de Plata a la mejor actriz y el Premio FIPRESCI en el 70º Festival de Berlín, la cinta también se ha hecho con los premios a la mejor dirección y al mejor montaje en el 17º Festival de Sevilla.

Ondina

Algo que debe tenerse claro, desde el inicio, es que Petzold narra una tragedia, una leyenda germánica, ambientada en el Berlín actual, pero cuya esencia sigue siendo el mito del que el cineasta parte, para el cual se ha inspirado en la versión de Friedrich de la Motte Fouqué, una de las figuras literaria del romanticismo alemán. Como sucedió con 'En tránsito', la puesta en escena que propone Petzold es moderna, pero el trasfondo mantiene su esencia clásica.

Partiendo de esa lógica, puede observarse una hermosa, delicada y pasional historia de amor, en la que Petzold muestra el alma más pura del romance, aquella que convierte ese sentimiento en una amenazadora tormenta, como también en un remanso de calma. El amor en su expresión más visceral y entregada, aquel que se refleja en las óperas, pues Petzold, quien también firma el guion, propone un largometraje no muy lejano de la 'Rusalka' de Dvorak.

Un hermoso homenaje al mito de Ondina

Ondina

No hay que olvidar que Ondina es un mito que sirvió de inspiración a Hans Christian Andersen para escribir 'La sirenita', aquella doncella cuyo elemento era incompatible con el alma humana y sucumbe a un destino trágico. En esa línea está el filme de Petzold, solo que con un escenario digno de ser una puesta en escena de Christof Loy o de David Alden. Y ese así, como el cineasta configura un largometraje con una estética real pero con una historia mágica, introduciendo los elementos sobrenaturales de forma espontánea, gracias a su ejecución grácil y majestuosa, digna de un origen operístico.

Y en esa pasión bajo las profundidades del agua, está una pareja fascinante, interpretada por Franz Rogowski y Paula Beer. Ambos ya habían vivido un amor imposible en la mentada 'En tránsito', pero es con 'Ondina' donde ambos, plenos protagonistas, han podido plasmar esa maravillosa química que desprenden, ambos entregados a un amor de ecos shakespearianos.

Una delicada obra maestra con tintes operísticos

Ondina

Aunque el actor de 'Happy End' está estupendo, es la protagonista de 'Frantz' la deslumbra. Beer ha demostrado tener un aura de heroína de cine clásico, como pudo verse en el filme de François Ozon, en el que evocaba la forma de actuar de Romy Schneider. Su Ondina es esa doncella trágica que, por otro lado, muestra "el precio" que una mujer debía pagar por seguir su propio camino. Esa mirada romántica, hay, efectivamente, una crítica al destino que las féminas "debían tener" por dejarse llevar por sus propios instintos.

Petzold inicia su trilogía por la puerta grande, como ya hizo Krzysztof Kieslowski con 'Tres colores: Azul'. 'Ondina' es un largometraje poético y hermosamente trágico, de aquellos que se disfrutan con los cinco sentidos, gracias a su mirada pasional, en la que se experimenta las sensaciones más sinceras y cándidas del amor, como también las consecuencias que tienen mancillar con engaños tan inocente sentimiento. Una elegante obra maestra.

Nota: 9

Lo mejor: El aura trágica de su aire, con música de Bach de fondo. La magistral interpretación de Paula Beer, la nueva Romy Schneider.

Lo peor: Si no se entra en la lógica operística y de tragedia clásica, es imposible dejarse llevar por este majestuoso canto de sirena.

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