Martin es un profesor de instituto cuya vida se ha vuelto gris y vacía sin que él se haya dado cuenta de cómo ni por qué. Su rutina es un coñazo: cada día imparte clases con el piloto automático, dubitativo e incongruente, hasta que llega el momento de volver a casa y mantener unas pocas conversaciones incómodas con su mujer y sus dos hijos. Y a la cama solo, porque ella está de guardia nocturna. Martin es un espectro que vaga ausente por su propia existencia sin luz, es decir, está pasando claramente por una crisis de la mediana edad, aliñada por un distanciamiento, quizá no inevitable, pero desde luego no evitado, con su mujer. Para ponerle arreglo a esto, un día decide probar una teoría junto a tres amigos: las personas nacemos con un 0,05 % de déficit de alcohol en nuestra sangre, por lo que solo podremos alcanzar nuestro estado óptimo de consciencia añadiendo, y manteniendo, esa cantidad. Es decir, bebiendo constantemente.
Esta premisa tan jugosa (y embriagante) es el punto de partida de 'Otra ronda', lo nuevo del danés Thomas Vinterberg que llega a los cines españoles tras arrasar en los Premios EFA del cine europeo (Mejor película, Mejor guion, Mejor dirección y Mejor actor para Mads Mikkelsen) y ser nominada en los Oscar en las categorías de Mejor película internacional y, sorprendentemente, Mejor dirección.
El alcohol es a la vez solución y problema para Vinterberg y su colaborador habitual Tobias Lindholm, que firman un guion que consigue escapar de moralismos dándose un baño de ambigüedad. Sí, estos cuatro hombres aburridos consiguen reactivar sus maquinarias a base de tragos, pero obviamente la cosa no tarda en desmadrarse y la fiesta, como a menudo ocurre, acaba siendo más triste que divertida. Se embarcan en una huida hacia adelante, pero la película no reniega de los diversos beneficios del alcohol sobre ellos, tanto en lo profesional como en lo personal. El experimento, por cierto, está basado en una teoría real del psiquiatra noruego Finn Skårderud: un maestro en ese fino arte de intelectualizar las adicciones y los malos hábitos.
El director de 'Celebración' y 'La caza' vuelve a explorar los claroscuros de la clase media acomodada de Dinamarca, encarnada en cuatro hombres frustrados, aburridos, reprimidos y desconectados de sí mismos y de los que les rodean. En realidad 'Otra ronda' solo se disfraza como una película sobre el alcohol, pero, como indica la cita de Søren Kierkegaard sobre la juventud y el amor que precede al metraje, Vinterbeg está mucho más interesado en la desesperación de esos hombres grises por volver a ser quienes fueron. Una buena borrachera les brindará un oasis de eso, aunque sea simplemente dejándoles ciegos.
A pesar de los obvios peligros que entraña su abuso, el cineasta juega con la idea de que el alcohol es bueno. La película defiende que líderes como Winston Churchill y artistas como Ernest Hemingway alcanzaron la gloria surfeando las olas del etanol, y para el propio Martin darse a la bebida abrirá las puertas de una necesaria catarsis. El uso de la luz es un ejemplo de ello: en las primeras escenas la vida de Martin está desprovista de ella, sus clases son inseguras y monocromáticas, las cenas con su familia están silentes y apagadas. Cuando da comienzo su experimento y empieza a ser un mejor profesor y padre de familia, su renovada seguridad y su éxtasis vendrán acompañados de una mayor iluminación. Todo queda subrayado por el tramo final, sumido en las sombras justo antes de volver a explotar en la luz.
Un brindis por Mads Mikkelsen
Es probable que la propuesta de Vinterberg no funcionara tan bien si no tuviera al frente a un actor tan bueno como Mads Mikkelsen. No es el único que está bien: Thomas Bo Larsen, Magnus Millang y Lars Ranthe forman junto a él un cuarteto de amigos que desprenden química, vulnerabilidad y matices. Pero el protagonista de 'Hannibal' consigue ser el pegamento de una película que hace malabares con su tono y las ramificaciones morales de su premisa. Su mirada honda es capaz de sugerir por sí sola depresión, dudas, alivio, desesperación; su cara cuenta la historia de toda una vida pasada y perdida. Y su cuerpo de antiguo bailarín jugará un papel clave en un momento concreto.
Mikkelsen eleva un conjunto un poco deslavazado y con ritmo desigual que da tumbos como un borracho entre la comedia negra como el Jägermeister, el drama seco como un Martini y, al final, un melodrama dulzón e ingenuo como una piña colada. Bien vista, 'Otra ronda' es como una noche que se va de las manos: pasa de la desinhibición al exceso, de ahí a la ansiedad de la resaca y finalmente cae en el sentimentalismo del arrepentimiento más sincero. Al final es simplemente la película de un hombre que se ha hecho viejo y tiene que reconectar, consigo mismo y con su mujer.
El cierre es quizá demasiado convencional y conservador, pero se le perdona por esa escena final vitalista y celebradora: una fiesta que, como una buena borrachera, es exacerbada y olvidadiza. Un engaño necesario: eso es el alcohol, y 'Otra ronda' nos recuerda precisamente por qué bebemos (quizá, a veces, demasiado). Así la vida se lleva mejor.
Nota: 7
Lo mejor: La premisa y Mads Mikkelsen
Lo peor: No es una propuesta redonda porque da muchos tumbos