El cineasta Ciro Guerra se ha forjado una interesante filmografía en la que explora la historia social de su país, Colombia. Después de la hipnótica 'El abrazo de la serpiente', nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, el realizador vuelve con 'Pájaros de verano', en la que suma fuerzas con la directora Cristina Gallego. Precandidata a los 91º Premios Oscar, estuvo entre las nueves que pasaron el primer corte, y aclamada en la Quincena de Realizadores del 71º Festival de Cannes.
Inspirada en hechos reales, el filme explica los orígenes del narcotráfico en Colombia. En la región de La Guajira, Zaida, hija de una familia wayúu, nativos de la región, es pretendida por el joven Rapayet, guajiro que se ha criado entre forasteros. Visto con malos ojos por la Comunidad, Rapayet se unirá con Moisés para demostrar a su futura familia política que tiene poder y que puede convertirse en el líder del clan. Por casualidad, toma contacto con un miembro del Cuerpo de Paz, que le propone empezar un rentable negocio de plantaciones ilícitas de marihuana. Dividido en cinco cantos: es el auge y caída de un clan que olvidó sus orígenes en pos de la llamada Bonanza Marimbera.
Crónica del inicio del horror
Al contrario de producciones recientes sobre el narcotráfico en Colombia, más dedicadas a ensalzar figuras que causaron el horror en el país, 'Pájaros de verano' muestra cómo la corrupción del propio pueblo indígena provocó la pérdida de su propia identidad. Guerra y Gallego, con un guion escrito a dos manos por María Camila Arias y Jacques Toulemonde, realmente realizan una crónica sobre un pueblo, en la que el narcotráfico o, mejor dicho, sus inicios provocaron que entrase "el mal" dentro de la Comunidad.
De hecho, el filme está realizado desde el punto de vista de la comunidad wayúu, estando la cinta rodada en wayuunaiki. Esa corrupción del alma, por la entrada de la venta de marihuana, contiene una sutil crítica al sistema capitalista, puesto que son los voluntarios estadounidenses del Cuerpo de Paz los que tientan al protagonista, como cuando la serpiente incitó a Eva en el Jardín del Edén en la Biblia. Cabe recordar que la gente wayúu, pese a los horrores sufridos, sigue siendo una comunidad muy importante en la región de La Guajira.
Con ese trasfondo, Guerra y Gallego retratan una realidad desoladora, de cómo el pueblo indígena fue el que estuvo a punto de acabar consigo mismo por las luchas internas a raíz de problemas familiares provocados por los vicios que trajo la venta de marihuana. Los cineastas crean una tragedia crepuscular, en la que cuidan hasta el más mínimo detalle, con una fotografía espléndida, mucho más ambiciosa que la de 'El abrazo de la serpiente', que era de un majestuoso blanco y negro.
Honrando la memoria del pueblo wayúu
A ello hay que añadirle que los cineastas dieron voz y rostro a las tradiciones wayúu, una sociedad en la que la figura de la madre tiene una influencia inmensa, pero en la que las costumbres machistas la aprisionan. No solo eso, los realizadores aciertan también en rendir homenaje a la cultura guajira, pero sin idealizar a los miembros de la Comunidad que acabaron corrompidos por la venta de marihuana, mostrando también su carga de responsabilidad.
'Pájaros de verano' es un grito de dolor de los pueblos indígenas que acabaron siendo víctimas del narcotráfico, es también el afligido canto de un país que continúa sanando sus heridas. Sin duda, un magnífico ejemplo más sobre el trabajo artesanal de Ciro Guerra, al que se ha unido Cristina Gallego, productora que debuta por todo lo alto con una obra que honra a las víctimas y muestra sin filtros los horrores que provocó la mal llamada Bonanza Marimbera. Una joya cinematográfica del reciente cine iberoamericano, en el que crítica social y ambición artística van de la mano, magnífica.
Nota: 9
Lo mejor: El homenaje se rinde a las víctimas inocentes de la comunidad wayúu.
Lo peor: Esperar ver algo similar a 'Narcos'.