Es una de las películas españolas del año. Una de las producciones más ambiciosas de nuestro país hasta la fecha, rodada durante siete meses en localizaciones de España y Colombia, con un reparto rebosante de estrellas... 'Palmeras en la nieve' llega precedida de grandes expectativas, y, como suele ocurrir en estos casos, la caída desde el podio de promesas que se había construido resulta larga y desagradable. Quizá la culpa sea de nuestra expectación, pero de seguro no es el único elemento que confabula para la mala recepción de la película.
'Palmeras en la nieve' es la adaptación de la novela del mismo título escrita por Luz Gabás, que gozó (y goza) de un gran éxito comercial en nuestro país y que ya ha empezado su periplo internacional con la traducción a varias lenguas. De primeras, y sin haber leído la novela, la historia reúne todos los elementos necesarios para hacerla carne de bestseller, y sigue esa senda, muy transitada últimamente en nuestro país, de aunar el genero histórico con el romántico, como ya hiciera otro superventas nacional: 'El tiempo entre costuras'.
Huesca y la Guinea Española de los tumultuosos años 60 son los escenarios de 'Palmeras en la nieve'; Kilian y Bisila sus protagonistas. Él es un joven inexperto de las montañas de Huesca, que viajará hasta la isla de Fernando Poo, colonia española en Guinea Ecuatorial, para trabajar junto a su padre y su hermano como capataces en una plantación de cacao. Allí descubrirá un mundo totalmente nuevo y conocerá a Bisila, de la que se enamora inmediatamente, pero que está casada. Por supuesto los dos jóvenes iniciarán una tortuosa aventura amorosa enmarcada en el turbulento contexto de las revueltas y la violencia creciente previos a la independencia del país. Parte de esta historia está narrada en el diario de Kilian, que será descubierto por su sobrina (Adriana Ugarte) en la época actual, lo que la motivará a iniciar un viaje con el fin de arrojar luz sobre los capítulos más misteriosos del relato.
La trama tiene un arranque verdaderamente interesante, planteando un contexto directamente relacionado con la historia de nuestro país, que al mismo tiempo resulta novedoso y exótico. Es una pena que el interés del espectador se vea rápidamente traicionado por un argumento ejecutado hábilmente en la introducción, pero enfangado posteriormente en la almibarada historia de amor, cuyos giros y requiebros se antojan más propios de la telenovela o del folletín.
Un grave problema de duración
Otro gran inconveniente al que se enfrenta la película es, sin lugar a dudas, su duración. Un montaje más conciso muy probablemente habría ayudado a lograr un resultado más satisfactorio. La película se entretiene con demasiada frecuencia en relatar sucesos de dudosa relevancia para la trama, y es aquí donde se adivina una quizás excesiva fidelidad a la fuente literaria, donde, como es normal, hay más espacio para divagaciones. Sorprende encontrarse con un guion de apariencia tan pobre, firmado por Sergio G. Sánchez, guionista de obras tan notables como 'El orfanato' o 'Lo imposible'. Aquí, además de un falta de concisión, de la presencia alarmante de multitud de escenas reiterativas, chirrían en ciertos momentos unos diálogos que pecan precisamente de ser demasiado literarios, de no sonar naturales. Aunque quizá la culpa también la tengan unos actores que confieren al texto ese deje impostado.
En el apartado de las actuaciones lamentablemente tampoco hay mucho que salvar. Son las interpretaciones femeninas las más gratificantes, destacando la de Macarena García, sobre la que uno se pregunta por qué no recibe más papeles en el cine español. En cuanto a la pareja protagonista poco hay que se pueda decir; Berta Vázquez resulta correcta, y Mario Casas se antoja extrañamente irregular, intercalando escenas my logradas con otras bastante mediocres. ¿Quizás le afectó nocivamente la larga duración del rodaje?
Donde 'Palmeras en la nieve' sí que consigue brillar es en el apartado técnico, más concretamente en el acabado visual. No en vano la película ha logrado cinco nominaciones a los premios Goya, de los cuales cuatro son técnicos, y por los que sin duda va a ser una dura contendiente. El diseño de producción impecable colabora con el vestuario, el maquillaje y la dirección de arte para ofrecer una Guinea no sólo absolutamente creíble según los cánones de un lego en la materia, sino también innegablemente preciosa.
Una lástima que el director de la cinta, Fernando González Molina, se deje llevar por el lirismo exacerbado, y construya en torno a estos bellos paisajes algunas escenas sencillamente delirantes, como esa innecesaria postal de softporn en una exuberante playa virgen al ocaso.