Aunque en los últimos años el cineasta sevillano Benito Zambrano haya mostrado su mano para el cine épico con el fabuloso wéstern 'Intemperie' y el drama histórico 'La voz dormida', se echaba en falta una mirada más hacia lo intimista, lo personal, lo cotidiano, que bien demostró en su ópera prima, 'Solas'. Desde una perspectiva luminosa, el realizador vuelve a sus orígenes con 'Pan de limón con semillas de amapola', adaptación cinematográfica de la novela homónima de Cristina Campos, la cual también participa en la elaboración del guion.
Un filme que llega a salas comerciales tras su exitoso paso por la Seminci de Valladolid y el Festival de Cine Europeo de Sevilla y que narra una historia de amor fraternal. El filme narra el regreso a Mallorca, a sus orígenes, de Marina, médico voluntaria en una ONG en África, la cual vuelve para resolver un tema de herencias con su hermana Anna, a la cual no ve desde hace 14 años, cuando fueron separadas en plena adolescencia. Lo interesante del relato es cómo se produce el reencuentro y cómo la herencia inesperada de una antigua panadería provoca la revelación de una serie de secretos del pasado.
No es sencillo narrar hechos cotidianos de forma cinematográfica, con un cuidado y mimo por el detalle que haga que esas historias cautiven al espectador. Zambrano consigue que todo lo que sucede ocurra de forma espontánea, que el recorrido emocional de sus dos protagonistas fluya y que sea un proceso enriquecedor y mutuo, en el que dos almas se reencuentran y de cómo el amor fraternal del que han sido privadas sale a relucir. La manera en la que el cineasta, junto con la autora de la novela, lo plasman en sus diálogos, en cada movimiento que hacen los personajes, es espléndido, transmite intimidad, como si el público estuviera viendo a la propia vida seguir su camino.
Zambrano regresa a lo cotidiano con un relato que cuida los detalles
Aunque esto es gracias a un guion muy bien hilvanado, hubiera sido imposible sin sus dos actrices protagonistas. Elia Galera y Eva Martín se lucen con esta historia de dos hermanas, mostrando su fuerza y poder como intérpretes principales. Ambas encarnan a dos mujeres con necesidad de amar y sentirse amadas. Zambrano plasma una relación en la que se reivindica no solo la fraternidad femenina, sino la solidaridad y el apoyo entre mujeres, al ser un filme cuyos personajes principales conforman un cosmos de distintas realidades femeninas, pues junto con las hermanas están la hija de Anna, interpretada por Mariona Pagès; Úrsula, la propietaria argentina de una de los restaurantes de la zona, sublime Marilú Marini; o el carácter adusto de Catalina, encarnada por Claudia Faci.
Todas ellas encarnan un universo femenino que evoca a un tipo de cine que no es habitual encontrar en la industria española, aunque tenga figuras destacadas como Icíar Bollaín, Jaime Rosales o Isabel Coixet. Es más, la manera en la que Zambrano plasma a la historia, recuerda mucho al cine de los japonesas Hirokazu Kore-eda y Naomi Kawase, al contar con una mirada tierna y delicada sobre lo aparentemente mundano, al ser capaz de narrarlo con poesía y cuidado.
La vuelta a los orígenes de Zambrano es un maravilloso ejercicio cinematográfico, de esos que cautiva por la entrega de sus protagonistas a un relato íntimo y personal, en los que la épica está en esos pequeños detalles como el mirar al mar desde la playa o elaborar una antigua receta de pan. Una experiencia sensacional que demuestra que hay queda espacio para esas producciones que logran el perfecto equilibrio entre la mirada de autor y la comercial.
Nota: 8
Lo mejor: Su fotografía, dirigida por Marc Gómez del Moral, aumenta esa sensación de intimidad. Su estupendo tándem protagonista.
Lo peor: No está hecha para aquellos que no busquen la mirada emocional de los sentimientos.