La historia del niño que no quiere crecer y que vive con otros niños en una isla llamada Nunca Jamás es, probablemente, una de las fábulas mejor asentadas en nuestra imaginación. A su vez, el mundo del cine se encarga de que sea de las más vivas. Peter Pan es un clásico que cada cierto tiempo regresa a las pantallas para mostrarnos una nueva cara del personaje y en esta ocasión ha sido Joe Wright el encargado de idear un nuevo Peter en 'Pan (Viaje a Nunca Jamás)'. En ella hilvana bienintencionadamente el posible pasado que Pan y Garfio pudieron tener antes de que el primero entrara volando por la ventana de Wendy. Pero el esfuerzo se traduce en apenas una luz en el cielo y al final más que una estrella, Nunca Jamás parece una suerte de circo abierto a las situaciones más disparatadas. Puede que haga disfrutar a los más pequeños, pero dejará recelosos a los mayores.
A fin de cuentas, la historia parece encajar: Después de viajar a la mente de su creador J. M. Barrie en 'Descubriendo Nunca Jamás' y hacia el futuro de Peter en 'Hook (El capitán Garfio)', ahora lo hacemos hacia el pasado, en la que es la primera tentativa de Wright de hacer cine de un corte más familiar y comercial. 'Pan (Viaje a Nunca Jamás)' sigue la innecesaria pero rentable estela de otros clásicos Disney que han sido versionados en los últimos años. Si el año pasado descubríamos a una 'Maléfica' más dulce que la propia Aurora, en esta ocasión es Garfio el que abandona su tiranía y se convierte a golpe de guion en el mejor amigo de Peter Pan. El testigo de la malicia se lo pasa a Hugh Jackman, quien da vida a un excéntrico Capitán Barbanegra, dueño y señor de todo lo que acontece en Nunca Jamás. Pan y Garfio lucharán juntos por liberar a los nativos y a los huérfanos y derrotar al malvado Barbanegra. Y en este cambio de guion un personaje con tanta fuerza como el de Garfio se diluye inexorablemente. No es que el trabajo de Garrett Hedlund sea plano, más bien el problema reside en que la amistad entre éste y Levi Miller como Peter no parece bien justificada.
La historia desde el comienzo se precipita hacia un final más que esperado y los gags que la acompañan nos parece como si ya los hubiéramos oído antes. No hay giros ni trucos finales. Solo una buena ambientación de los orígenes de Pan en la ciudad de Londres en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Es precisamente ahí, en la construcción de los universos cuándo más brilla la película. Pan, la ciudad dónde residen los nativos de la isla, funciona como un paraíso de color en contraste con el sucio polvo gris que predomina en el lugar donde habitan los niños perdidos. Es en estas dos localizaciones donde Wright se permite un homenaje a la historia original y rescata a Tigrilla, la hija del jefe indio del clásico, y al Señor Smee (Adeel Akhtar). La primera, interpretada por una luminosa Rooney Mara, es el gancho emocional de la película. Mara roba toda la energía del film y la hace suya en cada gesto, mientras que Jackman en su papel de villano parece sobrepasado por ese exceso de fuerza interpretativa. También se deja ver por Nunca Jamás Cara Delevingne, multiplicada físicamente para dar vida a las sirenas del río.
Pero de forma pareja, mientras el guion de Jason Fuchs parece no ir más allá, la fotografía de John Mathieson y Seamus McGarvey se encarga de suplir las carencias. El retrato de la ciudad de Londres, las panorámicas de Nunca Jamás y, por encima de todo, la narración a partir de texturas de madera de la historia de amor entre el Príncipe de las Hadas y la madre de Peter son espectaculares pese a que no justifican el uso del 3D. No por usar más dimensiones se dota de más profundidad psicológica a los personajes. Y al final, en esta nueva revisión del clásico, Wright intenta ir más allá y hacerla más moderna, pero se pierde en lo estético y en las apariencias. Su mayor acierto es versionar clásicos rock como ese espléndido 'Hey Ho! Let's Go!' de Ramones cantado por los piratas de la isla.
En definitiva, a 'Pan (Viaje a Nunca Jamás)' no le falta de nada, pero a su vez le sobra de todo. Y aparte de aventura y humor también encontramos romance en una forzada relación sentimental entre personajes que poco tienen en común, ni en el clásico ni en la nueva. El fruto de todo esto es una simpática fantasía infantil, que se diluye en su intento por alcanzar al público adulto pero que a los pequeños les hará disfrutar porque en eso consiste ser un niño: nunca dejar de divertirse.