El filósofo y escritor francés Voltaire dijo: "La historia de los grandes acontecimientos del mundo apenas es más que la historia de sus crímenes". En su línea reflexiva, casi filosófica, el ruso Andréi Konchalovski trae una delicada película en la que enfrenta a sus protagonistas contra el espejo de su propia verdad. 'Paraíso', ganadora del León de Plata a la mejor realización en el 73º Festival de Venecia, es, sin duda, uno de los mejores exponentes de un cineasta que se encuentra en plena madurez creativa.
Últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Tres personas se encuentran en una sala austera en la que son interrogadas. Son tres individuos completamente diferentes. Uno es Olga, una condesa rusa que se exilió en París y que se ha unido a la Resistencia francesa ayudando a escapar a niños judíos; otro es Helmut, aristócrata alemán cuyo amor por su cultura le ha llevado a convertirse en un reconocido capitán de la SS, provocando que la belleza en la que creía se convierta en uno de los actos más crueles perpetrados por la humanidad; y el tercero es Jules, un policía francés de buena moral pero que colabora con la Gestapo para evitar malos en su familia. Los tres explicarán sus motivaciones en, quizás, su última confesión.
La confesión del penitente
Empieza la película y Konchalovski muestra sus cartas. El filme empieza con una cuidada fotografía en blanco y negro y un plano cuadrado de 4:3 que oprime las imágenes que se irán viendo a lo largo del filme. Tras ello, se pasa a los interrogatorios es una especie de limbo en el que los tres protagonistas irán narrando la historia según sus puntos de vista y es, ahí, cuando empieza la tragedia que supuso la Segunda Guerra Mundial.
Alejándose de la mirada extendida de Spielberg sobre el conflicto con 'La lista de Schindler'; de la huida hacia delante de Polanski en 'El pianista' o el descenso a los infierno en primera persona que supuso 'El hijo de Saúl' de László Nemes, 'Paraíso' se centra en las reflexiones personales de los acontecimientos históricos de sus tres personajes, de manera que se muestra la ambigüedad y la ambivalencia en la que tuvieron que verse envueltas las personas que vivieron en la Segunda Guerra Mundial. Aunque la trama se divida en el París de la Resistencia y los campos de concentración, el horror se percibe en primera persona, recalcando más en las motivaciones de sus protagonistas y en sus actos que en el suceso histórico en sí.
Una cuidad y delicada reflexión sobre la humanidad
De ahí, que la mirada de Konchalovski se convierta en una reflexión sobre el comportamiento de la humanidad en situaciones extremas, mostrando su peor rostro en la mayor parte de los casos. Por ello, las confesiones de sus tres protagonistas ayudan a enriquecer una cinta personal que no opina sobre su comportamiento pero que, finalmente, juzga para redimir o castigar con un posible paraíso, aquél que irónicamente da título al filme. El cineasta aprovecha para evidenciar los incómodos instintos de supervivencia que pueden llegar a tener el ser humano, todo ello configura en tres magníficos actores, especialmente una magistral Julia Visotskaya, esposa del realizador, cuyo personaje es el que mayores capas de complejidad tiene. Aplauso también para Christian Clauss, capaz de convertir la belleza en algo atroz, y Philippe Duquesne, que da figura a aquellos franceses que traicionaron sus principios por sobrevivir.
Los alegatos de los presuntos implicados culminan y el espectador es el que decide si condonar una posible deuda y otorgar el perdón para poder ir a ese anhelado paraíso o, por el contrario, que se paguen las cuentas por los actos cometidos. Con esa confesión final, el maestro Konchalovski firma una magnífica película, delicada, compleja y profunda.
Nota: 9
Lo mejor: Su delicada fotografía, sus actores y las confesiones de sus protagonistas.
Lo peor: Puede llegar a ser monótona en alguna escena.