Para su ópera prima, el actor, director y guionista Andreu Castro ha optado por narrar una historia en la que un acontecimiento histórico como fue, tristemente, la Guerra de Irak tiene también sus consecuencias en familias que, aparentemente, no están relacionadas. Eso es lo que se muestra en 'Pasaje al amanecer', un drama con cierto toque de obra de teatro de Ibsen.
Nochebuena de 2004, Javier es un joven fotoperiodista al que su agencia le ha ofrecido convertirse en reportero de guerra y marcharse a Irak, donde hará fotografía de la masacre a modo de denuncia informativa. No sabe cómo comunicárselo a su familia. Por ello, aprovecha el día de Nochebuena, en pleno almuerzo, para confesar a sus seres queridos que en sólo seis días se marchará a Bagdad. La noticia supone un jarro de agua fría en la familia, que empezará a sacar el polvo de debajo de la alfombra y los resentimientos, odios y envidias que quedaron ocultos saldrán a la luz.
Níveo drama familiar
Castro, que escribe también el guion, reúne a sus personajes en una mesa y les obliga a enfrentarse a sí mismos. Lo hace de una manera casi teatral, al ser la casa familiar prácticamente el único escenario. De hecho, es el inicio de la cena su mejor acierto, al crear cierta sensación de tensión y al saber mostrar las consecuencias de la confesión del protagonista. De hecho, la película funciona más en ese sentido, siendo el anuncio de marcharse a la guerra una excusa para sacar los fantasmas internos de una familia que no es tan perfecta como aparenta.
Es ese punto de drama familiar, que hace que se venga a la mente películas como 'Agosto' o la danesa 'Corazón silencioso', el que funciona, cuando se ven las envidias, los rencores, las cuentas pendientes del pasado, los reproches. Aplauso también para un reparto bien elegido, Nicolás Coronado funciona como joven periodista idealista (aunque tenga más aspecto de becario en prácticas que de intrépido reportero bélico), a su lado una siempre eficaz Elvira Mínguez y Lola Herrera, que deslumbra con el sólo hecho de salir en pantalla. Funcionan también Carles Francino y Andrea Duro en papeles muy distintos a los que se les ha solido ver.
Un reparto correcto para una excesiva tragedia familiar
Sin embargo, pese a tener una puesta en escena acertada, un reparto entregado y un planteamiento inicial que promete, la cinta se toma demasiado en serio a sí misma, provocando que se convierta en una tremenda tragedia que se siente demasiado excesiva para el tono pausado de la película, más propio del cine nórdico. Además, aunque los fantasmas internos de la familia funcionen, llega un momento en el que añadir infidelidades y mentiras a las ya complicadas relaciones familiares que hacen que lo que originalmente era sutil, se convierta en excesivo también.
Con todo, se trata de un digno debut, sobre todo por la dirección de sus actores como del control del escenario, Castro demuestra una magnífica habilidad de crear climas incómodos y opresivos. Como primer intento funciona, pese a su exceso, sobre todo por traer a la sociedad una realidad que parece ajena, lo que hace que se deba tener en cuenta a Andreu Castro como director para sus futuros proyectos.
Nota: 5
Lo mejor: Los actores y la casa como escenario (casi) único.
Lo peor: Sus diálogos se repiten y el tono es excesivamente trágico para lo que debería ser la película.