Ya lo dijo el autor francés Gilles Lipovetsky: "El posmodernismo no es más que un grado suplementario en la escala de la personalización del individuo dedicado al autoservicio narcisista y a combinaciones caleidoscópicas indiferentes". Quizás esa es la mirada que tiene el estadounidense Ira Sachs respecto al alma creativa de esos cineastas independientes que tanto se ven en la industria europea o el mumblecore. El cineasta ha vuelto a la gran pantalla con 'Passages', mostrada fuera de competición en el Festival de Sundance y dentro de la sección Panorama del Festival de Berlín.
Tras su primer encuentro con el cine francés con la suficiente 'Frankie', Sachs sigue explorando esa mirada europea que poco a poco ha ido adoptando en su filmografía. Lo hace con una especie de regreso a los orígenes. 'Passages' evoca a esa mirada turbia de las relaciones tóxicas que tan bien supo plasmar en 'Keep the Lights On', en la que un cineasta danés y un abogado estadounidense entraban en una peligrosa espiral de dependencia emocional, drogas y enfermedades de transmisión sexual.
Lo curioso es que 'Keep the Lights On' fue realizada a modo de catarsis por parte Sachs, quien había estado envuelto en una relación sórdida y atormentada; lo que se ha reflejado posteriormente al mostrar una serie de títulos más luminosos, véase 'El amor es extraño' o 'Verano en Brooklyn', dos propuestas radicalmente diferentes, con una reflexionando sobre la vejez homosexual y en otra sobre cómo los cánones de género son capaces de fracturar una amistad entre niños.
A diferencia de ese lado catártico, Sachs, quien vuelve a confiar en Mauricio Zacharias para escribir conjuntamente el guion, vuelve a explorar las relaciones tóxicas en clave LGBT desde cierta distancia y poniendo el foco especialmente en un protagonista con alma narcisista y ególatra. Un papel principal que provoca el efecto adverso a la empatía y que muestra su carácter de manera muy representativa en la primera secuencia del film, cuando se le ve rodando una película.
Ira Sachs revisita lo sórdido y perturbador del delirio y la pasión amorosa
La manera natural en la que la cinta explora la bisexualidad y en cómo el protagonista, un aplaudido cineasta alemán afincado en París concibe las relaciones más allá del sexo, en clave de dominación, posesión y sumisión. Lo realiza de manera sutil, en el sentido de que va tejiéndose la tela de araña alrededor del protagonista y de cómo manipula a sus parejas. En materia LGBT, desdobla las relaciones, mostrando un lado más dependiente a nivel emocional en el papel de Ben Whishaw, marido del director alemán, y liberador en el caso del que tiene Adèle Exarchopoulos, quien encarna a la amante y posterior novia.
Esa disonancia permite ir desnudando poco a poco al protagonista. Aquí está la principal diferencia respecto a lo que fue 'Keep the Lights On'. En esta ocasión, se revisita la imagen del amor tóxico con cierta mirada esperanzadora, capaz de romper el círculo. Por otro lado, Sachs rehúye en convertir a su protagonista en un demonio, pero tampoco evita que sus propias acciones lo representen. Aquí se ve la magnífica elección por parte de los actores.
Franz Rogowski tiene cierta predilección por los papeles extremos, tal y como se vio en 'Great Freedom' o 'Happy End'; además de tener una vena emocional única, como se mostró en 'En tránsito' u 'Ondina'. En este caso, tiene el desafío de dotar de carisma a un hombre que bien podría ser un psicópata disfrazado de artista. Nada fácil y que logra crear, transmitiendo esa aura de artista, de autor, que hechiza por su ingenio y que atrapa precisamente por ello. A su lado, un magnífico Ben Whishaw y Adèle Exarchopoulos se convierten en simbióticas e hipnotizantes comparsas, con las que Rogowski sabe bailar.
Este regreso a los infiernos emocionales demuestra que Sachs tiene una mirada muy personal sobre los tormentos amorosos, que van más allá de lo aparentemente personal. El estadounidense parece poseído por el espíritu de R.W. Fassbinder, en una obra sensual, sórdida y que hubiera podido firmar tranquilamente el realizador de 'Las amargas lágrimas de Petra von Kant' o 'La ley del más fuerte'. Un retrato contemporáneo del peligroso sentimiento de posesión y del narcisismo que existen en los vínculos emocionales. Fascinante a la par que sobrecogedor.
Lo mejor: La interpretación de Franz Rogowski y su manera de lograr que su papel sea carismático, a pesar de su antipatía.
Lo peor: En ciertos momentos, se le ven demasiado las costuras.