Paterson es un conductor de autobuses. Vive en Paterson, Nueva Jersey. En sus ratos libres escribe poesía. Ama a su mujer y odia a su perro. Pero ninguna de estas cosas le definen. Cada mañana se levanta puntualmente antes de las seis, sin necesidad de un despertador. Le da un beso a su mujer, se toma sus cereales. Quizá se sienta inspirado por una caja de cerillas para escribir unos versos en el rato que tiene antes de que su supervisor le de luz verde para empezar su ruta por la ciudad. Durante la jornada, escuchará algunas conversaciones inconexas de los pasajeros del bus. Al salir del trabajo, paseará al bulldog y aprovechará para tomarse una cerveza en su bar preferido.
El día a día que nos muestra Jim Jarmusch en 'Paterson' no es precisamente un cúmulo de grandes acontecimientos. Son las pequeñas cosas las que pueblan la reconfortante rutina del personaje que interpreta un siempre interesante Adam Driver ('Girls', 'Star Wars: El despertar de la Fuerza'). Un sandwich a la orilla del río mientras repasa los versos escritos, una foto de su mujer Laura (adorable Golshifteh Farahani), una rápida conversación sobre cómo ha ido el día. Sin embargo, el director de 'Solo los amantes sobreviven' aplica el tono y el estilo necesarios para que este día a día no se haga pesado ni aburrido. 'Paterson' encuentra en la cercanía y en la sencillez sus mayores bazas para dibujar una sonrisa constante.
Jarmusch consigue fotografiar una ciudad industrial, gris, con una mirada cándida, y escapa de la monotonía como el propio Paterson hace: disfrutando de las pequeñas cosas. El poeta William Carlos Williams, el preferido del personaje de Driver, escribió un libro sobre la ciudad, esperando hacer lo que hizo Joyce por Dublín en su 'Ulysses'. La 'Paterson' de Jarmusch, quien por cierto es de Ohio, y visitó la ciudad por primera vez a principios de los 90, es un apacible escenario en el que personas normales, asentadas, tranquilas, encuentran su pequeño espacio para ser creativas. Siempre son las pequeñas cosas.
Sus películas siempre han retratado a outsiders, pero el protagonista de 'Paterson' no está marginado. Abstraído, introvertido, sí, pero cómodo con el orden de las cosas. No hay conflicto en 'Paterson', la regla número uno del guion rota. Jarmusch se mueve cómodamente en la línea entre el cine comercial y el arte y ensayo. Sin embargo, 'Paterson' me ha resultado más entretenida que algunos de los blockbusters de los últimos años.
Sobre el hecho de crear
Gran parte del metraje de 'Paterson' muestra a su protagonista y a su esposa Laura inmersos en un tranquilo proceso creativo. Los versos que escribe Paterson (en realidad pertenecen al poeta de la escuela de Nueva York Ron Padgett) y las cortinas y cupcakes de Laura no serán recordados por la humanidad, pero ese esa es la mejor conclusión que podemos sacar del relato: lo importante no es nuestro legado, sino qué hacemos con este momento.
Jarmusch ha afirmado que hace su cine para que el espectador no se pregunte qué va a pasar después, sino para que disfrute de la escena que está viendo. Un antídoto perfecto para los tiempos de universos cinematográficos extendidos y franquicias sin fin.
Uno disfruta de los momentos de intimidad que estos dos artistas del día a día utilizan para escribir, pintar, componer. En el proceso, 'Paterson' nos enseña (y deberíamos grabárnoslo a fuego) a ser felices con lo que tenemos, a empaparnos de los detalles que nos rodean. Y de paso nos cuenta una historia de amor adulto, templado.
A esa magia contribuyen y mucho esos personajes que pasean por la pantalla, como si se tratara de un cómic de Daniel Clowes, incluido el perrito robaescenas Marvin, que arranca las carcajadas de la película. Solo parece un poco problemático el tratamiento condescendiente que Jarmusch tiene con el personaje de Farahani: mientras que la rutina de Paterson es seria, casi solemne, Laura es retratada como una niña caprichosa. Jarmusch está perpetuando, probablemente sin darse cuenta, un arquetipo de la masculinidad, impasible y estricta, y representando una figura femenina a la que no tomarse en serio. Por suerte, Adam Driver y Golshifteh Farahani lo compensan con una gran química y una relación muy adorable y tierna.
Nota: 9
Lo peor: Si acaso, el problemático retrato de una feminidad infantil y caprichosa
Lo mejor: La capacidad de emocionar sin dramatismo o sentimentalismo ninguno