Como si de un círculo se tratase, Guillaume Canet, en su faceta de director y guionista, ha querido revisitar la historia de esos amigos que, tras el accidente en moto de uno de ellos, intentan fingir que todo sigue igual. 'Pequeñas mentiras sin importancia' llegó a los cines en 2010, mostrando las virtudes del cine francés, en el sentido de que se traía una propuesta con cierto aire de cine autor con una mirada comercial, que narraba una historia muy cercana a la vida misma.
Antes de que acabe esta década, Canet ha querido narrar qué pasó después de esa amarga reunión, tras la muerte del amigo, que interpretaba Jean Dujardin. Por ello, ha vuelto a juntar a las grandes estrellas actuales del cine francés, la pregunta que surge es si 'Pequeñas mentiras para estar juntos' consigue explicar no solo el porqué de tantos años de ausencia, sino también si este reencuentro de conocidos tiene sentido.
Una comedia menos dramática de lo que esperado
Ahí reside la principal cuestión. En la trama han pasado los años. Con lo cual, Canet, que coescribe el guion con Rodolphe Lauga, tenía la opción de seguir los pasos de Cédric Klapisch con su trilogía del Apartamento, en la que narró el proceso de crecimiento de unos estudiantes Erasmus de 'Una casa de locos' a adultos con responsabilidades, profesiones y conflictos emocionales, como pudo verse en 'Las muñecas rusas' y 'Nueva vida en Nueva York'. O sea, en esta secuela de 'Pequeñas mentiras sin importancia', hubiera podido verse algo más que una excusa que pasar unas vacaciones en una casa de verano.
Sin embargo, en este reencuentro, al final, se repiten los mismos esquemas que en su predecesora, solo que la excusa para ir de veraneo no tiene un trasfondo tan dramático como lo es un accidente de tráfico. De ahí que la pregunta sobre el motivo de esta reunión siga rondando a lo largo de toda la cinta. Porque, realmente, la trama que hay no difiere mucho del retrato burgués que mostró Valeria Bruni Tedeschi en la afilada 'La casa de verano', solo que Canet no pretende hacer una crítica a la alta burguesía, sino mostrar un filme de tinte costumbrista, con el que no sabe muy bien qué quiere decir.
¿Realmente vale la pena este reencuentro de amigos?
Porque sí, da mucho gusto ver a esos grandes de la actuación reunidos, François Cluzet, Marion Cotillard, Benoît Magimel, Laurent Lafitte, Gilles Lellouche y Valérie Bonneton, con la adición de José García. Pero, la verdad, también verles convertidos en una versión francesa madura del reencuentro de los actores de 'Sensación de vivir' pues se siente como una oportunidad desaprovechada, eso sin contar que Cotillard está sumamente exagerada en su papel y que Lafitte, siendo un prestigioso miembro de la Comédie Française, debería plantearse dejar de ser el alivio cómico del cine. También se percibe cierta nota homófoba en el personaje interpretado por Magimel, al adjudicarle una trama absurda y, sobre todo, innecesaria.
Pese a tener un buen planteamiento inicial, que invita a ver otro trasfondo más allá de una reunión de amigos, su segunda parte convierte lo que hubiera podido ser un buen reencuentro en una convencional fiesta de amigos que, la verdad, es tan cercana a la comedia feel-good que se antoja completamente redundante. No está a la altura de las expectativas que crea, estando más cercana a comedias olvidables como 'Entre amigos' o 'Un verano en Ibiza' que en cine más serio como la trilogía citada de Klapisch o la fabulosa 'El gran baño', precisamente protagonizada por Canet y con Lellouche en la dirección. Una secuela que hubiera podido ofrecer más.
Nota: 5
Lo mejor: El reparto de actores.
Lo peor: La segunda mitad de la película y la trama del personaje de Benoît Magimel, que tiene ciertos tintes homófobos.