Había mucho curiosidad de la siguiente película que dirigiría Celia Rico tras la estupenda acogida de 'Viaje al cuarto de una madre' en 2018. Dicha película, mostraba cómo una mujer aprendía a vivir sola después de que su hija se emancipase y marchase a buscar trabajo a otro país. Realizada con sumo cuidado y con Anna Castillo y Lola Dueñas formando un tándem exquisito, la realizadora prosigue en su reflexión sobre las relaciones materno-filiales con 'Los pequeños amores', que compite en la Sección Oficial del 27 Festival de Málaga.
La directora da un paso más en un universo que se expande a la par que se siente íntimo y minimalista. En este sentido, el piso de ciudad pasa a ser una casa rural, alejada del mundanal ruido. En esta ocasión, la madre y la hija son más mayores. Teresa regresa a la residencia familiar para cuidar temporalmente a su progenitora, quien se ha caído mientras pintaba la fachada de la casa. La primera es una auténtica trotamundos y retornar a las raíces le hace mirarse al espejo y ver cómo el vínculo entre madre e hija sigue un hilo invisible en el que los roles comienzan a tornarse.
Si 'Viaje al cuarto de una madre' era el proceso de emancipación de una progenitora sobre su descendencia, 'Los pequeños amores' es una demostración de cómo esa relación materno-filial necesita reinventarse, en el sentido de encontrar un equilibrio entre el cariño que se siente. El film muestra lo complejo que resulta, al existir una especie de sentimiento de deuda por los años en los que Ani cuidó de Teresa. Ahora las tornas cambian y eso produce una extraña sensación de miedo irracional: quién será la persona que cuide cuando aquella que cuidaba ya no esté.
Una reflexión profunda en la que Rico también muestra las grandes diferencias generacionales que separan a madre e hija y cómo las ambiciones afectivas y propias son distintas. Lo fascinante es cómo Rico sabe profundizar en su propuesta de manera sutil, delicada, fijándose en los detalles. Resulta hipnótico cómo la realizadora mima hasta el más mínimo detalle, en el que los objetos, la naturaleza, la propia casa, todo parece cobrar vida, creando un pequeño universo en el que principalmente interactúan madre e hija.
El cuidado por el detalle
Sólo la llegada de un joven que terminará el trabajo de pintura que Ani no pudo finalizar será el que impulse ciertos movimientos que, una vez más, giran entorno al vínculo madre e hija. Una relación que parte de lo cotidiano, de lo mundano, con el que Rico expone la belleza tanto de lo bucólico como de lo aparentemente convencional. A su vez, nada de esto hubiera sido posible sin una exquisita dupla protagonista.
Ahí se ve la química entre Adriana Ozores y María Vázquez, las cuales derrochan carisma e intimismo. Resulta fascinante cómo construyen una relación madre-hija en la que la madre vuelve a ser la figura emancipadora y es la hija la que se encuentra un dilema interior mayor. Tal y como se ha comentado antes, es en los detalles, las miradas y ligeros movimientos donde la cinta destaca también en lo interpretativo.
'Los pequeños amores' tiene ese toque cercano e íntimo que ya tenía 'Viaje al cuarto de una madre'. Demuestra que las relaciones entre madres e hijas no sólo son mucho más complejas de lo que el cine ha retratado, sino que son capaces de ir creando temáticas que parten de lo cotidiano y que se salen a la vez de lo preestablecido. Todo realizado con suma delicadeza, con la que Rico muestra una sensibilidad única y en la línea de Pilar Palomero o Paula Ortiz. Un nuevo logro con el que el Festival de Málaga saluda a uno de los títulos que ya aspira a ser protagonista de la temporada de premios del año que viene.