Tras un primer largometraje que no dejó indiferente a nadie; tanto para lo bueno, como para lo malo, 'Pieles' estuvo en la conversación cinéfila el año de su estreno; Eduardo Casanova muestra una mayor madurez cinematográfica con su segunda propuesta, 'La piedad', ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Karlovy Vary de 2022 y mostrada en el Festival de Sitges. Nominada a tres Premios Goya, el también actor vuelve adentrarse en el lado oscuro de las relaciones materno-filiales.
A diferencia de 'Pieles', 'La piedad' tiene un tono mucho más contenido. Cierto es que Casanova vuelve a traer parte de ese rosa chicle que tanto imperó en su anterior cinta; pero, esta vez, el realizador lo combina con colores mucho más oscuros y un diseño de producción más austero. Principalmente, Casanova crea una perversa fábula sobre la relación tóxica y de dependencia emocional que existe entre la madre y el joven protagonista.
Casanova, quien ya mostró en sus anteriores trabajos esa deferencia por los relatos sobre relaciones viciadas entre madre e hijo, ahonda más, con un retrato que, dentro de lo fabulesco, opta por mostrar una mirada humanizadora a la madre protagonista, encarnada magníficamente por Ángela Molina. Lejos de ser una progenitora villana, Casanova opta por retratar a una mujer incapaz de saber gestionar los afectos, algo que termina transmitiendo a su hijo.
Eduardo Casanova se confirma como una de las voces más rompedoras del cine español
Pero el director no se queda solo ahí, Casanova explora cómo esas relaciones viciadas se ponen en peligro cuando el hijo busca emanciparse y dejar de estar atado a su madre, con la que llega a dormir en la misma cama -jugando así el realizador a una relación que roza el incesto-. Sin embargo, lejos de idealizar las ansias de Libertad (palabra que coincide con el nombre de pila de la madre protagonista, en un claro giro irónico de los acontecimientos), Casanova expone cómo las relaciones de dependencia emocional desembocan en un largo proceso de emancipación, como si de un exdrogadicto se tratase.
Para ello, el realizador aprovecha para hacer un paralelismo entre el tóxico vínculo de la madre y el hijo protagonistas con la de un disidente político de Corea del Norte, que huye del régimen comunista para refugiarse en Corea del Sur luego de que le obligasen a presenciar cómo la dictadura mataba a sus hijas. La cinta plasma cómo se genera un nivel de dependencia que, a pesar de vivir en libertad, el disidente termina volviendo a la represión y el terror de su país de origen, incapaz de adaptarse a una realidad que termina abrumándole.
Ese paralelismo incentiva esa sensación y estética kitsch, sello propio de Casanova quien muestra crecimiento y madurez con su segundo largometraje como director. 'La piedad' demuestra que, realmente, la otrora estrella de 'Aída' ha crecido y ha sabido modular su propia voz, ofreciendo un trabajo digno de deleitarse en la gran pantalla y lo coloca como una figura rompedora que no duda en modular su estilo según lo demande la propia historia.
Nota: 7
Lo mejor: Ángela Molina deslumbra con un papel extremo que parece hecho a medida.
Lo peor: Los paralelismos con el régimen norcoreano están cogidos con pinzas.