Las películas basadas en hechos reales siempre han tenido un atractivo especial para el espectador. Ver a héroes reales nos inspira y nos hace sentir que también podemos ser protagonistas. 'Pride (Orgullo)', la nueva comedia dramática de Matthew Warchus, es un buen ejemplo de ello.
'Pride' nos transporta a Reino Unido durante el verano de 1984, donde el Sindicato Nacional de Mineros ha convocado una huelga en respuesta a las políticas del gobierno de Margaret Thatcher. En apoyo a los mineros en huelga, un grupo de activistas homosexuales fundan un pequeño colectivo para recaudar fondos. Sin embargo, tras rechazar su ayuda el sindicato, deciden dirigirse a un pequeño pueblo de Gales para ayudar directamente a los mineros.
A pesar de tratar temas tan serios como el conflicto social o el SIDA, el humor está siempre presente en la película. El director, con una amplia historia en el teatro, conoce bien al público y combina de manera excepcional el tono dramático de los hechos con un humor en momentos clave que arranca más de una risa en la sala de cine.
Desde su inicio, la película se presenta con un ritmo rápido y nada pesado, situándonos en pocos minutos en el contexto social de la época y dejando que la trama fluya de manera adecuada y divertida. Los personajes son introducidos progresivamente pero de manera dinámica, permitiéndonos conocer el trasfondo de cada uno sin sentir en ningún momento una sensación de aburrimiento.
La construcción de los personajes es justamente uno de los puntos más fuertes del film, presentando una gran variedad de personalidades, todas ellas aportando nuevo interés a la historia. Mención especial merecen el personaje de Jonathan, magistralmente interpretado por Dominic West, y Cliff, interpretado por el veterano Bill Nighy, si bien el resto de actuaciones principales mantienen un gran nivel.
Fluyen las emociones
La película no innova en su manera de contar su historia, pero tampoco lo pretende y adopta una fórmula clásica de manera satisfactoria. Su única pretensión es emocionar, tarea que cumple de manera eficaz sin tratar de reinventar el género. Sin duda ha sido concebida con el fin de satisfacer fácilmente al espectador, pero está construida de manera que en ningún momento esto resulta forzado o fuera de lugar.
La película derrocha optimismo y nos mantiene constantemente bailando entre la tensión, el alivio, la rabia y la alegría, apoyada por una acertada banda sonora.Nos sentimos totalmente implicados en la trama, deseando estar allí para ayudar a unos personajes cuyo motor es la solidaridad y el compañerismo, del que nos sentimos cómplices, apoderándonos del orgullo que da título a la película en su impresionante final.