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CRÍTICA

'Que Dios nos perdone': Sorogoyen dirige el mejor thriller del año

El director de 'Stockholm' se lanza a la piscina con un thriller complejo y profundo, protagonizado por unos inmensos Roberto Álamo y Antonio de la Torre.

Por Javier Pérez Martín 27 de Octubre 2016 | 10:54

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Rodrigo Sorogoyen ha descrito Madrid como una ciudad "acogedora pero incómoda". Él es madrileño de nacimiento, pero sabe que la capital española está llena de gente de fuera. Como su coguionista, Isabel Peña. Ambos han escrito dos películas ancladas en la Madrid de ahora, hasta el punto de que tanto en 'Stockholm' como en 'Que Dios nos perdone', la ciudad cumple ese cliché que se dice de convertirse en otro personaje más.

'Que Dios nos perdone'

'Que Dios nos perdone', dirigida por Sorogoyen y protagonizada por unos inmensos Antonio de la Torre y Roberto Álamo, sigue los pasos de dos detectives de homicidios que tienen que investigar una serie de asesinatos en plena visita del Papa a España en el verano de 2011. Algunos detalles importantes: el asesino solo ataca a ancianas, y además las viola; Alfaro (Álamo) está siendo investigado por haber mandado a un compañero al hospital de una paliza; Velarde (De la Torre) es tartamudo.

Son pequeñas pinceladas que han hecho que el guion fuera premiado en el último Festival de San Sebastián, porque si algo hace 'Que Dios nos perdone' es construir con un puñado de herramientas un puzzle de personajes complejos abocados a la tragedia, mientras la tensión escala poco a poco. Lo que se dice un thriller de los buenos, de los que hay pocos.

El director ha citado influencias en la 'Zodiac' de Fincher y en el cine de Denis Villeneuve, y sin irnos más lejos también hay aquí mucho de esa obra maestra de Juan José Campanella, 'El secreto de sus ojos'. Precisamente porque 'Que Dios nos perdone' no se pierde en su puzzle, sino que tiene en todo momento la mira puesta en la humanidad de los personajes implicados. Hemos visto esta historia mil veces, pero pocas veces nos ha importado tanto.

También ayuda esa localización tan concreta, y tan explícita. Constantemente reconocemos en el encuadre lugares como la Plaza del Sol, la comisaría de la Plaza de la Luna o calles del centro de la capital, mientras que los personajes cuentan anécdotas ocurridas en la calle Carretas o la Plaza de Jacinto Benavente. Esto es un placer añadido para los madrileños, pero también una vía de localización que hace todos los acontecimientos más creíbles. Donde han fallado otras ficciones nacionales los últimos años, desarrollando sus historias en un no-lugar, Sorogoyen acierta buscando la realidad, el costumbrismo, lo reconocible, y alcanzando desde ahí la universalidad.

'Que Dios nos perdone'

Además, no es Madrid en general. Es Madrid durante el verano de 2011. Es una ciudad llena de violencia opresora (por parte de las fuerzas del orden), de turistas, de peregrinos. El guion consigue aprovechar al máximo su contexto, no solo para escenas concretas de acción y diálogos como el de una mujer que no confía en la Policía lo suficiente como para dejar a dos detectives entrar un momento a su casa. Lo aprovecha para darle una nueva forma a la historia: de thriller, 'Que Dios nos perdone' pasa a ser retrato de un país polarizado, miedoso, agresivo. Un país muy lejos de solucionar sus problemas, lejos de saber cuáles son estos.

Poco que perdonar

Probablemente lo mismo que le pasa a Javier Alfaro, el mejor personaje de la cinta, interpretado con presencia, físicamente, visceralmente, hondamente, por Roberto Álamo. Quieres odiar a Alfaro, y sabes que cruzarte con una persona así por la calle sería incómodo (de hecho, nos pasa a todos constantemente, porque hay muchos Alfaros ahí fuera), pero es imposible. Porque puedes palpar su fragilidad, sus limitaciones. Mientras que Velarde es incapaz de decir una frase entera sin tartamudear, su compañero no tiene las herramientas para comunicarse sin recurrir a la violencia. Que Dios nos perdone, porque solo él puede saber lo que nos pasa por la cabeza.

'Que Dios nos perdone'

Y, obviamente, Antonio de la Torre no se queda atrás. Conseguir interpretar un personaje así con respeto, sin caer en la parodia, era lo mínimo que tenía que proponerse el malagueño. Pero su Velarde es también complejo y oscuro, algo que vemos gracias a su turbia relación con la limpiadora de su portal, interpretada con soltura por María Ballesteros. Eso sí, De la Torre se ha superado a sí mismo este año con 'Tarde para la ira', aquí brilla más Álamo. Ambos se merecen el Goya a Mejor Actor este año.

La evolución de ambos protagonistas es, de alguna manera, contraria. Mientras que a Alfaro lo percibimos desde el principio como una bestia violenta, para después ir descubriendo capas de ternura y vulnerabilidad, Velarde se nos presenta como frágil e inofensivo, pero descubrimos en él a un depredador silencioso que va volviéndose más mortal hasta el último momento del metraje. "Si tuvieras delante al asesino, ¿qué le harías?", le pregunta Velarde a Alfaro. Irónico momento, por razones que no desvelaremos por si el lector aún no ha visto la película.

'Que Dios nos perdone'

Hay mucha ironía en 'Que Dios nos perdone', que se intuye como una de esas cintas que mejoran y crecen con los visionados. Hay también un reparto impecable más allá de los protagonistas: Luis Zahera tan certero como siempre, Andrés Gertrúdix, Rocío Muñoz, Raquel Pérez y un Javier Pereira irreconocible.

También hay pulso y estilo por parte de Sorogoyen, que disfruta aquí de disponer de muchos más medios que en la anterior, 'Stockholm'. Solo empañan el conjunto un par de licencias del guion a lo largo de la investigación, que molestarán a los espectadores más puristas y tiquismiquis. Para los demás, un pequeño precio que hay que pagar para disfrutar de un thriller trágico, inteligente, profundo y a la vez, tremendamente entretenido. Nosotros se lo perdonamos.

Nota: 8

Lo mejor: Roberto Álamo y Antonio de la Torre, sus interpretaciones y su química

Lo peor: Algunas licencias de guion que hará que algunos disfruten menos del conjunto