Por derecho propio, Robert Guédiguian es uno de los referentes del cine social francés. No obstante, sus últimos largometrajes han dominado un cierto tono apesadumbrado y con una mirada crítica y pesimista. Es lo que caracterizaba a 'Gloria Mundi', su último trabajo ambientado en su Marsella natal. Tras visitar el antiguo espíritu revolucionario de Mali (con un entrañable y desgarrador tono romántico) con 'Mali Twist', el realizador vuelve a su querida ciudad con 'Que la fiesta continúe'.
'Que la fiesta continúe' mira a aquellos títulos de Guédiguian que tenían ese espíritu juvenil al inicio de su filmografía, como 'Ki lo sa?', 'Marius y Jeannette' o 'De todo corazón'. Eso sí, lo hace con una mirada propia de su edad, como si ese tono de sus años de lozanía se hubiera macerado y logrado un mayor sabor con el paso que da el tiempo, curtiéndola y siendo consciente de la importancia de pasar el testigo sin dejar el foco protagonista.
Eso es lo que con Rosa, una enfermera de 60 años que ha dedicado toda su vida a la familia y a la política. Su último sacrificio es presentarse como candidata a la alcaldía de Marsella. Pero eso sólo será factible si logra que todos los partidos de izquierdas aparcan sus diferencias y se unen en una única candidatura, algo poco factible. En medio, Rosa conoce al que será su suegro, Henri, con quien vive un extraño flechazo y que le hace replantearse las cosas.
Guédiguian no confronta amor y compromiso político. Es más, muestra cómo el acuerdo mutuo entre ambos hemisferios de la vida es lo que permite evitar frustraciones innecesarias. No obstante, lo que importa es que se enfoca en las ganas y energías de una protagonista que tiene ganas de luchar, pero que ya no tiene una edad para enfrentarse a molinos de viento. En ese sentido, el cineasta, quien firma el guion con Serge Valletti, deja el balón en las nuevas generaciones y en cómo son éstas las que deben organizarse.
Un trabajo lleno de luminosidad en el que se ve el cariño de Guédiguian hacia la historia y sus personajes
No tanto para tomar el relevo, sino para estar preparadas para cuando sea el momento de hacerlo. Para ello, Guédiguian opta por alejarse la mirada pesimista de sus anteriores trabajos y ofrece la propuesta más esperanzadora desde hace tiempo. No habla tanto de revolución, sino de cambiar las cosas con pequeñas acciones, como el denunciar la situación de infraviviendas en Marsella utilizando la estatua dedicada a Homero de una plaza como metáfora de la dejadez de las instituciones.
Esa mirada optimista hacia las nuevas generaciones (las cuales no tienen por qué ser excesivamente jóvenes, dado que se habla de personas que rondan los 30 y los 40 años). Guédiguian, además, incide en que esa famosa tercera edad dista mucho de la imagen que había sobre ella años atrás. Se habla de personas llenas de vitalidad, con proyectos de vida y mirada hacia el futuro, pero que ya no tienen tiempo para tonterías. Una vez más, para ello, tienen a su gran musa: Ariane Ascaride.
Ascaride, junto con Jean-Pierre Darroussin y Gérad Meylan, forman el trío de sospechosos habituales. No obstante, Guédiguian recuerda que la familia ha aumentado. Por ello, están también Robinson Stévenin, Grégoire Leprince-Ringuet y Lola Naymark. Da gusto ver a Alicia da Luz, protagonista de 'Mali Twist', en un papel también carismático, pero de reparto. La complicidad de años se siente, tanto entre los más veteranos como entre los jóvenes. Todo ello ayuda a que la historia fluya, que los vínculos se sientan auténticos.
'Que la fiesta continúe' es una notable producción que trae al Guédiguian más amable, optimista y lleno de luz. Tiene esa magia de las producciones que narran la vida misma con poesía y dedicación, como lo hace habitualmente Mikhaël Hers en sus largometrajes. Una propuesta que muestra que la lucha por los derechos continúa.
