11 años después de realizar 'Los dos caballos de Genghis Khan', la cineasta mongola Byambasuren Davaa se atreve a realizar su primer largometraje de ficción tras haberse consagrado como una de las principales figuras cinematográficas del país asiático. Nominada al Oscar al mejor documental por la magistral 'La historia del camello que llora', estrena ahora 'Queso de cabra y té con sal', largometraje que trae el espíritu de la fábula en una historia que conquista gracias a su mensaje y sencillez.
Davaa narra la historia de un pueblo nómada que rechaza ser obligado a dejar las Tierras donde labura. Lo hace de una manera muy sencilla, poniendo de protagonista a un niño que es hijo de pastores de cabras, que se ganan la vida vendiendo el queso que producen en el mercado del pueblo, el cual va perdiendo rápidamente habitantes por la agresiva campaña de una compañía minera que busca excavar y crear una cantera en la zona donde varias familias viven. El pequeño de 11 años, de nombre Amra, sueña con cantar y aprovecha que llega el casting de 'Got Talent' al pueblo para tener una oportunidad, mientras que su padre lucha por evitar que la comunidad tenga que abandonar sus tierras.
Realmente, la historia que narra Davaa, quien firma el guion junto con Jiska Rickels, es muy sencilla y justo ahí está la clave. Realmente, una premisa directa, sin florituras y engolamientos permite crear un largometraje tremendamente bello, con una fotografía magistral, obra de Talal Khoury, y una narración que recuerda el origen de Davaa como documentalista. El carisma del pequeño Amra, encarnado por Bat-Ireedui Batmunkh, recuerda mucho a la pequeña Pem Zam de 'Lunana, un yak en la escuela', que, precisamente, reivindicaba lo esencial que resulta impulsar el desarrollo en los entornos rurales en los países asiáticos.
Un sentido canto a las raíces rurales. Un nuevo éxito de Byambasuren Davaa
Es Batmunkh quien conquista al público, que no podrá resistirse a un relato entrañable, contado con cariño y respeto, en el que se ve claramente el espíritu de Davaa por defender a los pueblos nómadas de su tierra, tal y como ya hizo en 'El perro mongol' -donde ya jugó con la idea de fábula- y, muy especialmente, con la mentada 'La historia del camello que llora', un trabajo fundamental y que revolucionó la manera de realizar no ficción. Secuencias cotidianas y entrañables, como la de reunir a todo el pueblo para ver al niño actuar o el pastoreo de las cabras, embelesan con su humildad y sencillez, recordando que, muchas veces, la magia del cine está en esos pequeños detalles.
'Queso de cabra y té con sal' es un canto a las raíces del mundo, a aquellos que han elegido un modo de vida alejado de las convenciones y lo metropolitano y su derecho a preservar una identidad propia. Con una frontal crítica medioambiental a la excesiva ambición humana, el debut de Davaa como narradora de ficción no podía ser más extraordinario. Una joya de lo cotidiano.
Nota: 8
Lo mejor: Su extraordinaria fotografía y la sencillez con la que Davaa narra este drama rural.
Lo peor: Es un filme con aspiraciones familiares y de audiencia de masas, a pesar de su nacionalidad, lo que implica que cierto público más afín a propuestas más arriesgadas la rechace.