En el relato de los -aparentemente- apacibles años 90, hay un punto negro que Occidente intenta obviar, a sabiendas que exponerla conlleva a dejar en evidencia cómo ya en esta década, a pesar del fin de la Guerra Fría, organismos como la ONU, la OTAN o la antigua Comunidad Económica Europea -en plena reinvención hacia la actual Unión Europea- mostraron su lado más pusilánime. Está hablándose de la Guerra de Bosnia y, más específicamente, de la Masacre de Srebrenica, una de las mayores atrocidades perpetradas en la historia más reciente de Europa.
El también llamado de Genocidio de Srebrenica, región que está dentro la llamada entidad República Srpska, fue el asesinato masivo de más de 8.000 personas de etnia bosnia musulmana por parte del grupo paramilitar Ejército de la República Srpska (VRS), liderados por el general y genocida Ratko Mladic. Se perpetró este exterminio, considerado una limpieza étnica, en una supuesta zona segura de las Naciones Unidas, ante la mirada inerte de 400 cascos azules de nacionalidad neerlandesa. Es considerado el peor asesinato masivo perpetrado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Un suceso cuyo sentimiento de impunidad sigue latente 26 años después, pues históricamente son muy pocos años para la cicatrización de heridas. La cineasta bosnia Jasmila Zbanic es consciente de ello, prueba de ello es su filmografía, como 'Grbavica (El secreto de Esma)', con la que obtuvo el Oso de Oro de la Berlinale en 2006. La realizadora expone los hechos antes la luz de la incómoda verdad, una manera de exteriorizar las consecuencias de un conflicto bélico que aún está en proceso de sanación, como una forma también de catarsis colectiva. Cabe recordar que Bosnia-Herzegovina continúa tutelada por un alto representante elegido por el Consejo de la Unión Europea, siendo una especie de 'protectorado' europeo, lo que hace que no sea del todo soberana.
La Guerra de Bosnia, la verdad incómoda de los 90 en Europa
Y en ese proceso surge 'Quo Vadis, Aida?', mostrada en la Selección Oficial del 77º Festival de Venecia, en la sección oficial del 17º Festival de Sevilla, nominada a dos Premios BAFTA (mejor dirección y mejor película de habla no inglesa) y candidata al Oscar al mejor filme internacional. Un filme que expone, a calzón quitado, las vergüenzas de Europa en esos 'flamantes' años 90.
Basado en hechos reales, Zbanic, la cual también firma el guion, narra la crónica de esa matanza, de cómo los militares procedentes de los Países Bajos fueron abandonados a su suerte por la ONU, que se enredó en lo absurdo de la burocracia -que se remarca más en períodos de guerra-, y cómo estos, a su vez, fueron cómplices pasivos de la muerte de más de 8.000 personas, en su mayoría varones de diferentes edades -incluidos menores y ancianos-, además de las miles de violaciones a mujeres jóvenes.
Zbanic lo expone frente a la luz, con situaciones objetivas, como si de un documental se tratase en ciertas secuencias. En medio, su Aída, la protagonista improvisada de esta crónica. Interpretada magníficamente por Jasna Djuricic, la profesora, reconvertida en intérprete de los cascos azules, refleja el desconcierto ante la pasividad de aquellos que deberían velar por la protección de las víctimas y que claudicaron con suma facilidad a la tiranía del sanguinario Mladic. A ello hay que añadirle la interpretación de Johan Heldenbergh como el coronel Karremans, el cual fue incapaz siquiera de proteger a los seres queridos de aquellos que colaboraron con la ONU.
El horror y la impunidad retratados con sus auténticos rostros
La cineasta no es la que señala, sino los propios hechos a través de la ficción. Los datos aparecen en las actas sobre lo sucedido y en los libros de historia, cierto, pero es este largometraje el que transmite el horror que vivió todo un pueblo exterminado por ser de etnia musulmana. Ahí se evidencia otra crítica que desliza Zbanic, el cómo los mandatarios occidentales miraron hacia otro lado cuando las víctimas eran igual de occidentales pero de religión islámica, siendo la piedra angular de la desafección de los europeos que son seguidores de Mahoma y las instituciones y jerarquías de las organizaciones del Viejo Continente.
Sin aspavientos, sin secuencias que buscan la lágrima fácil, sin héroes, sin idealizaciones, Zbanic firma uno de los mejores largometrajes sobre la Guerra de Bosnia, en la que desnuda los actos, situándose en medio del horror, el cual está de manera elíptica. Para hacer un símil, produce la misma sensación de angustia que aquellas escenas sobre los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial, en las que no se veían lo que pasaban dentro de las cámaras de gas, pero se intuían.
Ese terror, con el añadido de impotencia, crean un filme tan duro y cruel como lo que plasma, siendo también una magnífica pieza cinematográfica. Una obra maestra a la altura de los primeros filmes de Danis Tanovic que, a pesar de la tragedia que narra, finalmente invita a la redención y, sobre todo, a la búsqueda de reparación histórica para poder cicatrizar heridas aún recientes. Sin duda, uno de los mejores títulos del año.
Nota: 9
Lo mejor: La llegada de los ciudadanos del pueblo y también la secuencia en la que todos son desalojados, pues saben plasmar la angustia e impotencia de lo que se vivió.
Lo peor: ¿Cómo no pudo arrebatarle el Oscar a 'Otra ronda'?