Siguiendo la estela de la literatura, del teatro, de la ópera, de la danza, el cine ha sabido transmitir con suma delicadeza la historia de una pasión, de un amor. Desde en la época de las películas no sonoras, imposible no acordarse de 'Amanecer' (1927), hasta producciones más recientes como 'Carol' (2015), 'Cold War' (2018) o 'El blues de Beale Street' (2018), el séptimo arte ha sabido narrar relatos en los que los sentimientos, las sensaciones, el eros, es capaz de hablar por sí solo.
Ciertamente, esa visión de la pasión, en el cine, ha sido pocas veces visto desde un ángulo enteramente femenino. Sí es cierto que, en las últimas décadas, ha habido magníficas películas lideradas por mujeres cineastas como 'El piano' (1993) o 'Confesiones íntimas de una mujer' (1998), pero ese enfoque, especialmente desde un punto de visto de drama de época, ha sido un campo yermo en los últimos años. Proveniente del cine social más actual, Céline Sciamma da un cambio radical en su filmografía, pasando de hablar de problemas de la infancia o la adolescencia con 'Tomboy' (2011) y 'Girlhood' (2014) a narrar un increíble romance en la Francia del siglo XVIII en 'Retrato de una mujer en llamas' (2019).
'Retrato de una mujer en llamas' narra la historia de amor de Marianne, una pintora, con la señorita Héloïse, la dama a la que tiene que retratar. Sciamma se aleja de la visión del artista que cae rendido ante el arte que evoca su musa, aquello a lo que retrata, creando una pasión que va encendiéndose conforme va pasando el metraje, "cocinando a fuego lento" ese amor que, poco a poco, va haciéndose más latente, hasta llegar al culmen, en el que la cineasta, que también escribe el guion, consigue transmitir tiernamente ese deseo.
Retrato de las mujeres del siglo XVIII
En esa narración de una pasión, entre dos mujeres, Sciamma consigue crear una película que es puro amor, puro anhelo, proponiendo un filme excepcional, al que podría catalogarse de pionero, al mostrar la relación de sus protagonistas desde una mirada igual, en la que la joven a la que hay que retratar y la artista se observan desde la misma altura. La cineasta aprovecha eso para hablar del deseo y el amor femenino contemporizando la situación en la que viven, siglo XVIII en los años previos a la Revolución Francesa.
De esa forma, Sciamma aprovecha la historia de un amor para narrar la situación de la mujer en la época, en la que ellas debían escudarse detrás de ellos para poder crear. Ejemplo de ello es Marianne, que puede exponer y desarrollar su arte solo si utiliza la firma de su padre como escudo, tampoco queda exenta Héloïse, cuyo peso es mayor, al ser retratada para que su futuro marido vea cómo es, puesto que debe contraer matrimonio para poder mantener el estatus social de su familia, nobles caídos en desgracias.
La realizadora tampoco olvida a las mujeres de origen humilde, al estar presente en la figura de Sophie, la doncella de la casa en la que residen la Condesa y su única hija, que queda encinta de forma no deseada. Una vez más, Sciamma muestra su intención de tener una mirada de igual a igual, colocando los problemas de la criada al mismo nivel que el de las protagonistas. En medio, la cineasta crea una historia muy rica en matices, en las que las miradas, los sonidos, los movimientos de los labios, de las extremidades, todo cobra importancia.
Sciamma emula lo que hubiera sido una historia de pasión entre dos mujeres de esa época, con el añadido de agregarle cierta aura esperanzadora en un relato que, desde el inicio, tiene cierto aroma a final dramático. La cineasta se aleja de la mirada trágica de los romances homosexuales ambientados en el pasado, sus protagonistas se dejan llevar por el deseo, sabiendo que desde el inicio que sus caminos deberán separarse. Ahí reside la crítica de la realizadora, mostrando el férreo poder de las normas sociales. Pero lo hace desde un punto de vista positivo, en el que sus protagonistas prefieren haber vivido, haber amado, que haber rechazado lo que sentían.
Una hermosa obra maestra
Ahí reside el mensaje de la que es la mejor película en la carrera de Céline Sciamma como directora (en término de su carrera como guionista, este largometraje compite con la magnífica 'La vida de Calabacín', de 2016). En un relato en la que la cineasta sabe qué quiere narrar y cómo desea transmitirlo. En medio, sabe cuidar los detalles, al ofrecer una fotografía exquisita (en la que hace contraste de la ardiente pasión de la pintora y la modelo con un ambiente hostil y frío), como también un cuidado diseño de vestuario y una escenografía que nada tiene que envidiar a las producciones británicas de época (al ser un protagonista omnipresente que recuerda que un mundo dominado por hombres les rodea).
Mención más que especial a las actrices, que son las que transmiten la pasión concebida por Sciamma. Adèle Haenel vuelve a demostrar ser una de las mejores intérpretes de su generación, al transmitir ese deseo de escapar de su destino, pero no abocándose a la tragedia, sino llevándolo con suma dignidad. Noémie Merlant muestra la cara de la pintora, la de mujer independiente que acepta las consecuencias por ser libre en una época en la que no estaba permitido. En menor medida están Luana Bajrami y Valeria Golino. La primera sigue causando impresión con su mirada, que supo poner los pelos de punta en 'La última lección' (2018), la segunda es toda una veterana que sabe mostrar a esa generación de mujeres que tuvieron que vivir con mayor resignación su labor.
'Retrato de una mujer en llamas' es uno de los largometrajes más exquisitos del año, que invita vivir la intimidad y la caricia de una historia hecha con entrega y devoción, además de poder verlo desde una perspectiva completamente femenina, un enfoque que permite conocer otra realidad, otra visión, con la que se logra sentir el romance y el deseo desde todos los sentidos.
Nota: 9
Lo mejor: El cuidado que se pone en la historia de amor de sus protagonistas.
Lo peor: Es una historia pausada, su primera parte exigirá cierta paciencia al público.