La leyenda artúrica nos ha dejado grandes novelas, como la firmada por Mark Twain ('Un yanqui en la corte del Rey Arturo'), pero por lo general, las adaptaciones cinematográficas han fenecido en su intento de integrar demasiados elementos en un par de horas. Robert Bresson y los Monty Python son de los pocos que triunfaron en esa compleja misión medieval, y su victoria se debió al poco ortodoxo punto de vista al que recurrieron para narrar sus relatos. En un caso un brutal drama romántico y en el otro una de las comedias más fascinantes de la historia. Ahora se suma a la lista de adaptaciones el británico Guy Ritchie, pero no se aleja del montón de proyectos fallidos y poco memorables.
El reputado cineasta llega con el piloto automático activado, como ya hiciera en 'Sherlock Holmes 2: Juego de sombras' y 'Operación U.N.C.L.E.', sus anteriores trabajos. Con 'Rey Arturo: La Leyenda de Excálibur' ha tratado de desmarcarse llevando al protagonista titular al ambiente por excelencia de Ritchie: los callejones, los turbulentos ambientes y las peleas a puñetazo limpio. Pero ya no estamos en el Londres de 'Snatch. Cerdos y diamantes', sino en el Londinium medieval, que se alterna con la imponente presencia de un Camelot dominado por el villano de la cinta, Vortigern, que domina con puño de hierro y escondiendo su manejo de la nigromancia.
La principal referencia de Ritchie, aparte de sí mismo, es evidentemente el 'Excálibur' de John Boorman, película de culto que se distinguió por su asoladora oscuridad y por unos enfrentamientos realmente cruentos. Sin embargo, la acción de Ritchie está más cercana al mundo de los videojuegos que al de sus colegas cineastas, sobre todo gracias a los insólitos atributos concedidos a la popular espada, que de vez en cuando nos transporta a 'God of War' con unos planos en slow motion de lo más intensos. Puntualmente, el director nos recuerda su pasión por 'Malas calles', como ya hiciera en 'Lock & Stock', pero la mezcolanza estética es tan excesiva que la coherencia brilla por su ausencia.
Seguramente el mayor mérito de Ritchie es el de haber logrado construir un Arturo mínimamente interesante para el público, rebelde e inconformista. Aunque en ese apartado gran parte de culpa la tenga Charlie Hunnam, que sigue sin dar con su franquicia definitiva, lo cual no significa que no se entregue en cuerpo y alma con su personaje, que tradicionalmente ha sido bastante maltratado en el mundo del cine. En la mayoría de las adaptaciones previas, Arturo pasa de escudero a rey, y después de dadivoso monarca a lúgubre dictador imbuido por el oscurantismo religioso, cediendo el heroísmo al servicial y traidor sentimental Lancelot. En cambio, 'Rey Arturo: La Leyenda de Excálibur', se centra exclusivamente en Arturo. Su espíritu de primer episodio lleva a suprimir a algunos de los personajes esenciales de la leyenda artúrica, como Merlín, Ginebra y el propio Lancelot, con el objetivo de que el protagonismo de Arturo no se ponga en disputa. Una idea que habría sido fructífera de no haber tropezado con esta película inicial, que cruza 'Juego de Tronos' con 'Harry Potter' sin encontrar su propia identidad.
Su arritmia evidencia el desmedido manoseo que ha sufrido 'Rey Arturo: La Leyenda de Excálibur' en la sala de montaje. Un mal muy común entre los blockbusters de nuestro tiempo, que se tratan de arreglar con más semanas de rodaje, nostalgia y remiendos durante la post-producción, pero no siempre logran subsanar las problemáticas que ya residían entre las páginas del guion. En la película de Guy Ritchie nos encontramos con personajes que no aportan absolutamente nada, aunque estén rodeados por un halo de relevancia inerte, y con elementos tan inverosímiles como un basilisco gigante o elefantes, también enormes, por supuesto. Con esas extrañas aportaciones se intenta enriquecer el aura fantástica de la película, pero la pirotecnia no logra esconder la desmembrada estructura de la película.
La película más ambiciosa de Guy Ritchie hasta el momento, al menos en términos financieros, fracasa en su intento por convertirse en la aventura artúrica de nuestra generación. Por lo que nos tenemos que conformar con una ración de adrenalina demasiado extensa. Afortunadamente, 'Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores' y 'Lancelot du Lac' siempre estarán a nuestra disposición para sumergirnos en el delirio y la bárbara ingenuidad medieval.
Nota: 5
Lo mejor: La visceral interpretación de Charlie Hunnam y la contraposición con el personaje de Jude Law.
Lo peor: La falta de ritmo, que impide alcanzar el frenesí típico de Ritchie.