A pesar de que tuvo su máximo esplendor en los 80 y en los 90, el cine de aventuras e histórico ha ido perdiendo presencia en las salas, siendo 'Z. La ciudad perdida' uno de los últimos ejemplos de que aún el género puede seguir ofreciendo propuestas elegantes, de calidad. De ahí, que títulos como 'El rey del fin del mundo' llamen la atención. Tercer largometraje de ficción de Michael Haussman, el filme explora la vida de James Brooke, el primer rajá blanco de Sarawak, antiguo estado asiático localizado en la isla de Borneo y que perteneció al Sultanato de Brunéi, el cual gobernó entre 1841 y 1868.
Dedicado plenamente a la realización de videoclips, han pasado 17 años desde que Haussman dirigió 'Blind Horizon', su último filme para la gran pantalla. El realizador da un giro completo con esta propuesta que busca traer esa atmósfera de cine histórico de aventuras, con un estilo que evoca a títulos como 'El último mohicano', 'La misión' o 'Indochina'. Bajo ese ambiente, Haussman consigue provocar curiosidad en el público, especialmente al centrarse en una figura tan misteriosa como la de James Brooke.
El primer rajá blanco de Sarawak fue inspiración para la literatura internacional. Por ejemplo, C.S. Godshalk y Nicholas Montserrat crearon crónicas ficticias sobre sus hazañas. Apareció en uno de los volúmenes de la serie 'Sandokán', de Emilio Salgari. No obstante, es reconocido, sobre todo, por haber servido de inspiración a dos grandes como Joseph Conrad y Rudyard Kipling, en sus obras 'Lord Jim' y 'El hombre que sería el rey', respectivamente.
Teniendo en cuenta estos antecedentes, Haussman, el cual dirige un guion escrito por Rob Allyn, tenía los ingredientes necesarios para crear un largometraje épico, actualizado y que sepa reivindicar la figura de Brooke. Tristemente, no es el caso. 'El rey del fin del mundo' tiene un gran problema -más allá de que se note de que es una producción por encargo- y es que no sabe qué tipo de largometraje quiere ser.
Una producción dispersa que desaprovecha su potencial
Comienza buscando ser un filme del estilo de 'El nuevo mundo' de Malick, con un protagonista atormentado como el de 'Bailando con lobos' o 'El último samurái'. Prosigue en su trama y lo que parecía un filme épico e intimista se transforma en una cinta histórica de intrigas y poder, como si fuera 'Elizabeth' o 'La favorita'. Finalmente, se torna en un delirio psicodélico de cómo la selva termina asilvestrando al hombre, evocando a 'Apocalypse Now'. El resultado es un pastiche con el que Haussman pretende abarcar toda la vida de Brooke, provocando una sucesión de escenas excesivamente elípticas en su segunda parte.
Tampoco ayudan sus actores, los cuales permanecen casi en un estado perpetuo de desconcierto, dejando la duda de si culpa de una mala dirección de intérpretes. A ello hay que sumarle que el libreto de Allyn no sabe actualizar ciertos clichés del género. La figura de Brooke es histórica, pero en varias ocasiones, la cinta cae en los clásicos errores que cierta parte de la crítica suele atribuir como "el varón salvador blanco". Y Haussman busca huir de ello de forma bienintencionada, pero tremendamente paternalista.
A ello, además, hay que sumarle un aspecto negativo, el filme rehúye hablar de la homosexualidad de su protagonista, obviando elementos históricos que hubieran configurado un retrato más poliédrico de una figura que sigue siendo misteriosa y que hubiera podido servir para un largometraje de mayor ambición. El omitir este dato no hace sino que acentuar la sensación de biopic falseado, algo que ha pasado recientemente con la cinta checa 'Charlatán', cuyo proceso judicial fue completamente inventado.
'El rey del fin del mundo' no está a la altura de la figura histórica que retrata. Es más, viene a recordar que, si bien en los 80 y en los 90 hubo varios títulos aclamados como 'El río de la vida', 'Braveheart' o 'Kundun', también hubo varios olvidables como '1492: La conquista del paraíso', 'Cristóbal Colón: El descubrimiento' o 'Siete años en el Tíbet'. Un largometraje que podría haber dado más de sí con un guion más profundo y ambicioso, una realización más épica y un mayor coste en diseño de producción, vestuario y fotografía.
Nota: 4
Lo mejor: Su atmósfera del inicio, que sabe crear esa sensación de estar viendo algo épico.
Lo peor: La sensación constante de que no sabe por dónde quiere ir. Tiene varios diálogos impostados y su mirada paternalista a los habitantes nativos de Sarawak provoca que se dé la sensación de estar viendo una producción de hace tres o cuatro décadas.