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CRÍTICA

'R.M.N.': La villa de los perros

Crítica de 'R.M.N.', dirigida y escrita por Cristian Mungiu. Protagonizada por Marin Grigore y Judith State. Selección Oficial del 75 Festival de Cannes y mostrada en la 67 Seminci de Valladolid.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 28 de Diciembre 2022 | 14:50
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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'R.M.N.': La villa de los perros

Desde que irrumpió en la escena internacional con la magistral '4 meses, 3 semanas, 2 días', indiscutible Palma de Oro en Cannes, el rumano Cristian Mungiu es una de las principales figuras cinematográficas de su país. Siempre con mirada incisiva a su propia patria, con un claro sentido de denuncia social y política, como pudo verse en 'Más allá de las colinas' o, sobre todo, con 'Los exámenes', en la que dejó en evidencia cómo la corrupción se gesta desde los recónditos más inesperados. Ahora, el realizador pone el foco el frágil equilibrio de la multiculturalidad en 'R.M.N.', mostrada en la Selección Oficial del 75 Festival de Cannes y que formó parte del ciclo Mungiu por Mungiu que la 67ª edición Seminci de Valladolid realizó en honor al realizador.

Título metafórico que hace referencia a una resonancia magnética nuclear y que le practican en el cerebro a uno de los personajes de la trama, 'R.M.N.' pone el foco en el complicado encaje de los países de Europa del Este no solo en la Unión Europea, sino en un continente y mundo globalizado, enfocándose en una realidad social y política de unos países que, a pesar de haber caído el Telón de Acero en 1989, aún continúan con vicios del antiguo sistema comunista, con el añadido de la influencia de un sistema soviético que no termina de irse.

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Bajo esa premisa, Mungiu realiza uno de sus títulos más ambiciosos, al buscar tocar varios temas en un auténtico complejo de juego de varias pistas. El resultado es notable, especialmente porque hace una certera radiografía de una sociedad tan complicada como la rumana y que, justamente, sirve como ejemplo en lo relacionado a ciertos aspectos de los países del Este que el bloque más occidental no entiende.

Para ello, Mungiu, quien también firma el guion, tiene como protagonista a un tunante de lo más bribón, inmigrante que vuelve de Alemania a su Transilvania natal tras un incidente en el matadero de ovejas donde trabajaba, después de recibir un insulto racista y xenófobo. Esa primera escena es tremendamente gráfica sobre lo que Mungiu va a narrar, especialmente en lo referente a la metáfora de las ovejas que van guiadas por su pastor a la muerte.

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El regreso a Transilvania coincide con la ruptura del frágil equilibrio de la zona, por la llegada también de dos trabajadores extranjeros a la panadería local, en la que se muestra el claro racismo y xenofobia de un pueblo lleno de contradicciones. Mungiu no ha elegido un escenario al azar, pues Transilvania es un lugar multiétnico que es una radiografía ideal para representar los problemas étnicos que existen en Europa del Este y que explican parte de los nacionalismos de extrema derecha que han surgido en estos países en los últimos años (y que han sido fagocitados por Rusia). Puede verse la frágil convivencia entre rumanos autóctonos y otros que pertenecen a la comunidad húngara que quedó rezagada en el país siglos atrás, uno de los vestigios actuales que aún queda del extinto Imperio Austrohúngaro.

Transilvania, un avispero en el corazón de Europa

A pesar de que, étnicamente, se detestan y el equilibrio de convivencia es similar a una velada guerra fría, ambas comunidades se ponen de acuerdo para boicotear la contratación de mano de obra extranjera (procedente de Oriente Medio); a pesar de que los trabajadores han llegado a la zona porque nadie de la región quiso aceptar los puestos vacantes, dado que el salario es el sueldo mínimo. Mungiu crea así un relato con varias lecturas y ramificaciones.

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Sí, hay un duro retrato del racismo y la xenofobia en la región, que bien puede extrapolarse al resto de Europa. Pero Mungiu no se queda solo ahí, expone también una feroz critica hacia un pueblo que, a pesar de tener un alto índice de desempleo, rechaza puestos de trabajo por estar mal remunerados (se llega a ganar más con el subsidio) y estos son ocupados por inmigrantes que, pese que las condiciones son paupérrimas, necesitan trabajar.

Se forma así un sistema en el que los propios obreros se echan la culpa entre ellos, devorándose, metafóricamente, dejando así al propio sistema impune ante una situación en la que, finalmente, nadie gana. Efectivamente, no habla bien que alguien desempleado rechace un trabajo, pero tampoco habla bien que dicho puesto tenga un salario más bajo que lo que se da por subsidio. A ello, además, se añade un nada complaciente retrato del rol actual del hombre en la zona. Mungiu, así, refleja un problema que va mucho más allá de los conflictos étnicos, convirtiendo su propuesta en un reflejo de una problemática universal.

'R.M.N.' es un retrato descarnado de una Rumanía en llamas, la cual parece una olla a presión que debe tenerse muy en cuenta a la hora de hablar de la integración del bloque del Este a los ideales europeos. Mungiu, una vez más, vuelve a ofrecer un relato descarnado y certero, que refleja la pérdida paulatina de la mirada humanista en el prójimo. Un nuevo acierto en la mirada de uno de los cineastas más fascinantes del panorama europeo actual.

Nota: 8

Lo mejor: La escena de discusión de los vecinos con la administración en el centro cultural del pueblo.

Lo peor: Mungiu quiere abarcar mucho, desde el racismo y la xenofobia hasta su relación con la extrema derecha y la masculinidad tóxica. El resultado es notable, pero lejano de trabajos más redondos.

Películas
R.M.N. 7,9 R.M.N.