La de Robin Hood es una de esas historias que ha sido adaptada tantas veces en la gran pantalla, que, realmente, cuesta señalar una versión del personaje como la "interpretación definitiva" del arquero de Sherwood. Desde la versión de Errol Flynn hasta la interpretación de Ridley Scott con Russell Crowe, pasando por la versión animada de Disney y la magistral parodia de Mel Brooks, todas y cada una de las adaptaciones de este mito han tenido algo en común: a un forajido que roba a los ricos para darle a los pobres.
Sin embargo, todas las reimaginaciones de la leyenda siempre han tratado de darle un giro distinto a la historia de Robin de Locksley, tal vez en un intento de distinguirse del resto. Pues bien, 'Robin Hood', la versión de 2018 protagonizada por Taron Egerton, ha llegado para hacer precisamente eso, darle una nueva visión al icónico personaje en una historia que, sinceramente, no necesitábamos, y que no termina de dar en el blanco.
Dirigida por Otto Bathurst, que alcanzó la fama en televisión gracias a series como 'Black Mirror' o 'Peaky Blinders', esta versión modernizada del mito da un nuevo enfoque al personaje, en un ejercicio de estilo que recuerda demasiado al trabajo de Guy Ritchie en 'Sherlock Holmes' o 'Rey Arturo: La Leyenda de Excálibur', una comparación inevitable que no deja en muy buen lugar a esta película. Al igual que las adaptaciones literarias modernizadas de Ritchie, 'Robin Hood' no debería mirarse como una película de época realista, si no como una historia de fantasía en un mundo hiper-estilizado, dónde los habitantes de la Inglaterra medieval parecen comprar la ropa en la semana de la moda de Milán. Además, Bathurst adopta, por no decir que roba, el estilo de Ritchie a la hora de filmar la acción, alternando entre la cámara lenta y la acción en tiempo real, en un intento de espectacularizar lo que se está viendo. Y el resultado es una película que antepone la estética visual a cualquier otra cualidad fílmica.
Todo en 'Robin Hood' parece estar pensado para vivir del éxito cosechado por otras películas, en un claro intento de acercarse a la audiencia con un discurso desesperado que no dice nada, más allá de: "¿Esto mola verdad? Se parece a cosas que molaban así que tendrá que molar". Pues lo cierto es que no mucho, porque el resultado es una película que parece ser la sombra de otras mejores.
Batthurst trata de darle el tratamiento superheroico al mito de Nottingham, en un intento de acercar la leyenda de Robin de Locksley a una nueva generación. Y el resultado es 'Robin Hood', una película que se presenta sin pretensiones y cuya única intención es ser lo más guay posible, una misión que consigue a ratos, gracias a un reparto encabezado por Taron Egerton, cuyo carisma y presencia en pantalla hacen de él un buen héroe protagonista, que no termina de brillar como podría por culpa de un libreto que deja mucho que desear, pero que consigue salvar el papel y, en gran medida, a toda la película.
Por su parte, el australiano Ben Mendelsohn, el antagonista de esta cinta, también trata de hacer lo suyo, ofreciendo una interpretación mezquina y desagradable como el sheriff de Nottingham, un papel que tiene muchas similitudes con su personaje en 'Rogue One: Una historia de Star Wars'.
Aunque quien se merece un "aparte" es Jamie Foxx, quién, en un buen día, puede ser uno de los mejores actores de Hollywood, pero que en esta película parece haber decidido no tener uno de esos días; el actor no ofrece ningún tipo de consistencia vocal en su interpretación, porque su acento, o en este caso múltiples acentos, dejan a la audiencia completamente fuera de juego. Aunque esto es algo que termina siendo meramente anecdótico y que solo afectará a quiénes quieran disfrutar de la versión original de la película.
Solo tenían que hacer una cosa bien
Para una película cuya única intención es ser un espectáculo palomitero de menos de dos horas, 'Robin Hood', tiene un defecto completamente imperdonable, la forma en la que está rodada la acción. Porque si este es el Robin Hood más superhéroe de todos, las cosas que el arquero es capaz de hacer resultan, en contadas ocasiones, ridículas. Y no hay mejor ejemplo para representar este grave problema que la persecución a caballo por las calles de Nottingham, dónde las leyes de la física no se aplican, una secuencia demasiado larga que es especialmente mala, sobre todo por el abuso de los VFX y el CGI, además del uso indiscriminado del croma, que es dolorosamente obvio en los primeros planos de los actores, lo que puede sacar al espectador de la película, restando todo su valor de espectáculo de un bandazo.
El otro problema de esta secuencia, que con otra realización podría haber sido el mejor momento de la película, tiene más que ver con el trabajo de planificación a la hora de idear el set-piece. Lo más probable es que nadie que haya estado involucrado con la creación de esta persecución tuviera en cuenta a la audiencia, ni la perspectiva de lo que se iba a plasmar. Lo que da lugar a un conjunto de escenas confusas, en las que la geografía no está clara y no se sabe dónde están los personajes, en que dirección se están moviendo ni que relación mantienen los unos con los otros dentro del espacio escénico, obligando a la audiencia a confiar en su instinto para pensar que está viendo algo excitante y emocionante, pero que, en realidad, no lo es.
Porque las escenas de acción de 'Robin Hood' son innecesariamente convulsas, casi como si Bathurst quisiera hacer trampa, ocultando lo que está pasando en lugar de mostrarlo, usando tomas muy cortas y planos muy cerrados en las peleas cuerpo a cuerpo, lo que no deja a la audiencia apreciar la coreografía ni el esfuerzo de los actores que, presumiblemente, están haciendo un buen trabajo.
Robin Wayne de Gothingham
Ya ha quedado claro que 'Robin Hood' toma prestadas ciertas técnicas de otras películas, pero su extraño e inquietante parecido con la trama de 'El Caballero Oscuro' de Christopher Nolan es algo que merecería su propia crítica. Este Robin Hood es un joven noble acomodado, muy parecido a un jovencito Bruce Wayne, que es llamado a filas para defender a Inglaterra en las cruzadas, durante su estancia en la guerra el joven Robin adquiere una serie de habilidades que le serán muy útiles más adelante, cuando regrese a su ciudad natal. Durante su paso por el campo de batalla, el soldado se ve obligado a revelarse cuando este se niega a permitir la barbarie de sus compatriotas, parecido a como Bruce Wayne se revela ante la Liga de las Sombras negándose a quitar una vida.
Hasta aquí todo más o menos lógico, al fin y al cabo, la leyenda de Robin Hood es anterior a la creación de Batman. Pero lo cierto es que las similitudes entre esta nueva interpretación del mito y 'El caballero oscuro' van más allá, mucho más allá. Al regresar a Nottingham, Robin descubre que Marian (Eve Hewson), su amada, ha rehecho su vida con otro hombre, Will (Jamie Dornan), que también está intentando cambiar las cosas a su manera, por la vía legal y mediante la fuerza de la política, siendo la voz del pueblo oprimido. Algo muy parecido a la relación entere Harvey Dent (Aaron Eckhart) y Rachel Dawes (Maggie Gyllenhaal) en 'El caballero oscuro'.
Todo un cúmulo de casualidades que resulta, como poco, sospechosas. Pero, todas estas conjeturas terminan por confirmarse cuando el personaje de Jamie Dornan es tentado por el villano de la película, lo que supone una caída moral del personaje que termina sufriendo un cambio simbólico, representado mediante una metáfora visual. De la misma forma que el personaje de Harvey Dent terminaba convirtiéndose en Dos Caras.
Y, aun así, funciona
Es extraño, pero lo cierto es que una película como esta podría ser buena si a pesar de todos sus defectos fuera disfrutable, y 'Robin Hood' lo es. Porque, si se está dispuesto a pasar por alto todos estas carencias, y realmente se acepta la propuesta de esta reimaginación del mito, dejándose llevar por el carisma del reparto y su firme intención de molar, sin pretensiones y sin tomarse a sí misma demasiado en serio, 'Robin Hood' simplemente da lo que ofrece, una versión mediocre de una historia que estamos algo hartos de ver y que será recordada como otra interpretación más del personaje, eso si es recordada en absoluto.
Nota: 5
Lo mejor: Su falta de pretensiones más allá de molar, lo que consigue a ratos.
Lo peor: La acción es confusa y no está rodada como debería. Recuerda demasiado a otras películas mejores que ya se han visto.
Robin Hood en el cine
Douglas Fairbanks: El pionero
David Coe, Robert Frazer, Walter Thoma o William Russell fueron algunos de los primeros actores en dar vida al héroe de Sherwood en los albores del cinematógrafo, pero no fue hasta la irrupción de Douglas Fairbanks, uno de los pioneros de lo que más tarde se conoció como star-system, cuando se conoció a nivel popular a un Robin que triunfaría entre el público. Este 'Robin de los bosques', dirigido por Allan Dwan y con guion del propio Fairbanks, costó la nada inestimable cifra de millón y medio de dólares de la época, pero fue uno de los grandes éxitos del actor gracias a su propuesta jovial y dicharachera y su explícito sentido del espectáculo, lejos de las encorsetadas reglas que algunos pioneros intentaban imponer en ese floreciente universo de cartón piedra denominado Hollywood.
Errol Flynn: El descarado
Con la llegada del sonido y del color, y el establecimiento de Hollywood como epicentro de la arrolladora nueva industria del espectáculo, Hal B. Wallis y Jack Warner, mandamases de Warner Bros., pusieron toda la carne en el asador con este remake del éxito de Fairbanks sin apenas reparar en gastos en producción (los decorados, la ambientación y el vestuario son sencillamente magníficos) y apoyándose en el trío Michael Curtiz-Errol Flynn-Olivia de Havilland, que ya habían regalado al estudio un gran hit como 'Capitán Blood' (1935). Ochenta décadas más tarde, este 'Robin de los bosques' no ha perdido un ápice de sentido del humor, diversión y espíritu aventurero en un gran espectáculo en tecnicolor tan ingenioso como envidiable.
Brian Bedford/Rafael del Río: El animado
Tuvieron que pasar casi cuarenta años para que el personaje y su leyenda volvieran a gozar de cierta popularidad, y fue gracias a la versión animada que Wolfgang Reitherman dirigió para Disney en 1973. Aunque es verdad que el film, protagonizado por personajes antropomorfos, adolece de algunos recursos facilones (lo de convertir al protagonista en un astuto zorro, al secuaz Hiss en un siseante reptil y al rey Ricardo Corazón de León en un ídem no es, precisamente, el colmo de la originalidad) y técnicamente no es de los más cuidados por parte de la casa del ratón Mickey (los escenarios resultan bastante planos y el personaje de Little John es, digámoslo claramente, el Baloo de 'El libro de la selva' pero con sombrerito), este 'Robin Hood' es un entretenido divertimento pensado para dar a conocer al héroe a los espectadores más jóvenes, que disfrutarán más con la segunda mitad del relato (con el estupendo torneo de arqueros y el rescate de Lady Marian) que con la primera, demasiado cargada de evitables canciones. La voz del protagonista, en la versión original, se la puso Brian Bedford, mientras que la versión latina corrió a cargo del actor mexicano Rafael del Río.
Sean Connery: El crepuscular
Richard Lester, director todoterreno que lo mismo dirigía a los mismísimos Beatles ('¡Qué noche la de aquel día!', 1964) que una disparatada comedia ambientada en la época de los césares ('Golfus de Roma', 1966), ganó muchos puntos tras su exitoso díptico de 'Los tres mosqueteros'+'Los cuatro mosqueteros' (1973-1974) y logró hacerse con las riendas de este atípico proyecto crepuscular en el que Robin y sus camaradas regresan de las Cruzadas... ya con una edad considerable a sus espaldas. Melancólica y por momentos áspera, 'Robin y Marian' es una parábola sobre el desengaño (nadie les recibe como héroes y se encuentran con una patria arrasada, inhóspita y corrupta) y el amor (o desamor) maduro, lejos de las pasiones de juventud, con un Sean Connery tan locuaz como atormentado al descubrir que su Lady Marian, cansada de esperar y esperar durante años (hermosísima, como siempre, Audrey Hepburn), ha decidido enclaustrarse en un convento. Toda una desmitificación de la leyenda que, a la vez, la hace más cercana que nunca al público adulto.
Kevin Costner: El vanguardista
Aún saboreando las mieles del éxito gracias al éxito global de su ópera prima como director, 'Bailando con lobos' (1990), el californiano Kevin Costner aceptó pasar una temporada en Inglaterra para protagonizar una película que olía a taquillazo desde el minuto uno de la promoción del rodaje. Y así que fue: a pesar de las infundadas críticas por parte de un sector purista muy minoritario (criticaban duramente que el actor principal no fuese un británico, cuando Fairbanks y Flynn tampoco lo eran), 'Robin Hood, príncipe de los ladrones' fue el gran taquillazo de 1991, solo superado por el 'Terminator 2' de James Cameron. ¿El secreto? Una campaña publicitaria bien orquestada, sí, pero al servicio de una espectacular y trepidante superproducción sobresaliente en todos los niveles técnicos y donde destacaron desde la maravillosa banda sonora (con score de Michael Kamen e inolvidable tema principal de Bryan Adams) hasta un eficaz reparto donde muchos descubrieron a Morgan Freeman (impagable en un papel creado explícitamente para esta versión) y donde no faltaban otros conocidos nombres como Alan Rickman (mucho menos pusilánime y más trágicamente shakesperiano en la versión extendida disponible en DVD), Mary Elizabeth Mastrantonio, Christian Slater y la aparición especial (¡momentazo!) de Sean Connery.
Patrick Bergin: El olvidado
Hay ocasiones que en una misma temporada de estrenos coinciden dos películas de temática idéntica. ¿Rivalidad? ¿Casualidad? Lo cierto es que los productores no podían haber escogido peor año para lanzar su propuesta: 'Robin Hood, el magnífico' era la respuesta británica a la versión hollywoodiense de Kevin Costner (aunque, finalmente, también entró capital alemán, canadiense y... norteamericano) y lo cierto y verdad es que este arquero con mostacho interpretado por el dublinés Patrick Bergin ('Juego de patriotas') pasó con más pena que gloria por las carteleras. Su aire, mucho más taciturno y menos optimista que su rival palomitero, y un reparto internacional por entonces poco conocido y sin estrellas (Uma Thurman, Jürgen Prochnow, Edward Fox), tampoco ayudaron a una cinta interesante, pero sin brillantez.
Cary Elwes: El payaso
Mel Brooks, que durante una época se empeñó en ser el parodiador oficial del reino, no perdió el tiempo y se puso a preparar su propio 'Robin Hood' al tiempo que Kevin Costner arrasaba en taquilla con el suyo. Parece mentira que haya seis manos y tres cabezas detrás del guion de este film: 'Las locas, locas aventuras de Robin Hood' es un popurrí de chistes de trazo grueso, gags sin gracia y un nivel de producción bajo hasta para un programa de sketches televisivos. Cary Elwes, uno de esos actores de quiero y no puedo que había alcanzado una cierta notoriedad gracias a 'La princesa prometida' (Rob Reiner, 1987), recupera las mallas y el acento británico que el personaje había perdido, pero eso fue a todas luces insuficiente para una supuesta comedia a la que se le acaba el fuelle nada más empezar. Olvidada y olvidable.
Russell Crowe: El impostor
Un proyecto bautizado inicialmente como 'Nottingham' (luego se cambió, sin explicación alguna, por un título mucho menos sugerente y bastante más trillado) en el que Ridley Scott, en plena efervescencia medieval (a pesar de los discretos resultados de 'El reino de los cielos'), contó con su actor fetiche de los últimos años, el neozelandés Russell Crowe ('Gladiator', 'American Gangster'), para llevar a cabo este reboot del personaje y de su leyenda: aquí, Robin no es un noble sin tierra obligado a luchar contra la tiranía desde la clandestinidad, sino un arquero desertor de las Cruzadas que, en una carambola del destino, ocupará la silla, las tierras y las posesiones de un lord caído en combate tras la muerte del rey Ricardo y la ascensión de su tirano hermano Juan. Aunque la ética queda en entredicho en un primer momento, que nadie se lleve a engaño: este 'Robin Hood' es un vasallo de buen corazón que unirá a sus paisanos contra la amenaza de una invasión francesa. Aunque se nos presenta a un Robin ya talludito, este es un prólogo de la historia universalmente conocida: de ahí que no haya ni hombres de los bosques ni saqueos a los ricos para dar a los pobres.