Al César lo que es del César. Es imposible saber con total seguridad si a Denzel Washington le cayó la nominación al Oscar a Mejor actor protagonista por 'Roman J. Israel, Esq.' porque la Academia se sentía "obligada" a dar una imagen de diversidad en la categoría. Sea como fuere, la candidatura tenía una base más que sólida. Después de 'Fences', por la que su compañera de reparto, Viola Davis, se llevó la estatuilla dorada, el intérprete demuestra en este drama legal dirigido por el responsable de 'Nightcrawler' una maestría de malabarista al lidiar con un personaje complejo, con una línea de pensamiento agotadora.
Un abogado idealista, que personifica a la perfección el concepto de defensor de las causas perdidas, aferrándose como puede al espíritu de la Justicia con el que debió de llegar a la universidad, observa cómo su vida empieza a desmoronarse cuando su mentor y el dirigente del despacho en el que trabaja sufre un infarto. En ese momento, empieza a trazar un plan B para seguir practicando, con ética, su trabajo como letrado criminalista. Sin embargo, acaba acorralándose a sí mismo, exponiéndose al precipicio al que no se quería asomar.
En este sentido, la definición perfecta para 'Roman J. Israel, Esq.' es carrera de fondo. Es algo muy típico de estas películas cuya acción acontece en los juzgados. La diferencia, en este caso, es que el filme de Washington habla de lo que hay detrás de los alegatos que se hacen ante el juez, de un jurista que se ha pasado toda su vida en la sombra, proporcionando los argumentos con los que el gallo del corral, su jefe, defendía a los acusados en la corte. Sigue siendo una carrera de fondo, pero ni de lejos se atañe a lo frenético de un drama judicial al uso.
Hablamos de un conflicto interior y de una película de ritmo lento, que en sí no genera el problema que lastra 'Roman J. Israel, Esq.'. Lo difícil es pillar algo del meollo en la primera hora de cinta. Es prácticamente imposible seguir la acción y enterarse de cuál es el conflicto real, empaparse de la película que estamos viendo, cuando se mezclan idas y venidas del personaje, términos jurídicos y diálogos muy intensos y profundos. Hasta que eres capaz de seguirle el hilo a Roman J. Israel y te habitúas al guión, ha pasado el primer acto.
Una vez superada la barrera mental con la que la cinta parece no haber contado, se hace muchísimo más disfrutable lo que estamos viendo en pantalla. El abogado protagonista al que da vida Denzel Washington es un personaje interesantísimo. Como punto de partida para conocerle, es reseñable dejar por escrito lo apegado que está al pasado, a un punto de origen, y que refleja la desconexión con la realidad actual que le marca cuando se desencadenan los problemas en el bufete.
Santo y demonio
El diseño del personaje, su estética y su vestuario son un reflejo que anticipan el principio 'puro' de la Justicia que tiene este hombre, como si siguiera siendo un estudiante de universidad que quiere cambiar el mundo. A lo largo de 'Roman J. Israel, Esq.', se establece un dilema moral que resulta ser un laberinto, abierto en su final por una reflexión a la que Roman llega después de atravesar un paraíso envenenado y que es el punto clave de la película. Por cómo defiende al personaje y lo arma con tanta intensidad tirando de los recursos que Dan Gilroy, director y guionista del filme, le proporciona, Denzel Washington dignifica la trama. Sin duda, merece mucho la pena verle en pantalla.
El otro personaje que sustenta buena parte de los acontecimientos es el que interpreta Colin Farrell, quien se mete en el papel de George Pierce, el poli 'malo' de la abogacía que tiene que despejar el camino a su también mentor tras sufrir éste el infarto y acaba tendiendo una mano, no se sabe si al cuello o no, a Roman. Juega una función más práctica que otra cosa, la de mantenerse a la sombra del otro y darle algún que otro toquecito de atención, de vez en cuando, para provocar la acción. Lo que no casa en la composición de personajes es cómo se enlaza el camino de Roman con Maya Alston (Carmen Ejogo), una voluntaria de la asociación en la que se involucra el letrado. Más teniendo en cuenta que, aunque tengan un poso de justicia social en común, durante todo el recorrido de la película parece que se mueven en frecuencias diferentes. De ahí, que la última escena que comparten ambos quede un poco deslavazada.
La música, que acompaña casi en todo momento al personaje durante su trayecto vital, impone ritmo y añade valor a la mirada del personaje, que se aleja del esquema clásico de un protagonista de un drama judicial al uso. El director, también guionista de 'El legado de Bourne' y 'Kong: La Isla Calavera', hace un estudio de lo poliédricas que pueden ser las injusticias, así como la visión que tiene Roman J. Israel. A pesar de no empezar con buen pie y de establecer un final demasiado buenista, 'Roman J. Israel, Esq.' y Denzel Washington se tenían ganada esa nominación.
Nota: 6
Lo mejor: El complejo personaje al que se enfrenta con mucho éxito Denzel Washington y su conflicto interior.
Lo peor: La sensación de deriva que experimentas en el primer acto, cuando te debería enganchar por la pechera y no soltarte. Lo consigue después.