'Room 104' está hecha para los sentidos y para mantener los sentidos alerta, también. Más en unos episodios que en otros. Con más interés e intriga en ciertos momentos, pero con un atrevimiento prácticamente constante en el que la creatividad se rinde ante finales desconcertantes e impresionistas que cierran la historia dejando al espectador parpadeando y pensando en qué demonios ha pasado.
HBO vuelve a confiar en los hermanos Duplass para su nueva serie antológica, que se estrena este 29 de julio, cumpliendo la promesa que la cadena había hecho de no romper la relación creativa con los "talentosos" actores y guionistas tras cancelar después de dos temporadas 'Togetherness'. La premisa es tentadora para un guionista: juega con diversos personajes, estructuras narrativas e incluso, épocas, dentro de un mismo escenario, el de una habitación de motel cualquiera de Estados Unidos que en cada capítulo acoge a un huésped distinto y a un director diferente tras las cámaras.
Así, en los seis capítulos que hemos podido ver de la serie previo a su estreno, nos asomamos a vidas tan distintas como las de dos deportistas de lucha libre que convierten la habitación 104 en un ring de competición hasta el desasosiego de un escritor en 1997 por acabar su libro y tener que recurrir a las nulas habilidades ofimáticas de su madre para terminarlo. Constantemente, nos convertimos en los voyeurs de ese episodio 6 que refuta las posibilidades infinitas para crear historias que sólo están sujetas a una necesidad espacial y que lejos de ser una atadura, dan buena cuenta en el caso de 'Room 104' de la versatilidad de los Duplass al crear historias. El propio Jay Duplass protagoniza uno de los capítulos y James Van Der Beek ('Dawson crece') se echa unos bailes.
Toda historia tiene su truco
Rompiendo el hielo con la que ya parece convertirse en una fórmula mágica que parte de una cabecera con luces de neón y acaba con un niño de aspecto extraño, más que en la etiqueta de comedia en la que se ha clasificado a la ficción, nos situamos ante distintas formas de trabajar la tensión dramática y que no abarcan sólo un género. 'Room 104' tiene la ventaja y el inconveniente de funcionar como un cajón desastre en el que se puede experimentar con el suspense, la comicidad y el surrealismo que provocan ciertas situaciones, el simbolismo, la ironía y el drama puro y duro.
La intriga de la serie es precisamente pasar de estar en la habitación de los horrores, con un toque de Ryan Murphy, a vivir entre el pánico existencial de estar entre cuatro paredes de un motel de carretera. Nunca sabes lo que puede deparar el ejercicio experimental que han llevado a cabo los hermanos Duplass en esta serie con tan solo uno o dos personajes. Incluso en uno de los episodios prescinden de los diálogos y la habitación 104 parece convertirse en el escenario de una performance y ser más bien teatro consciente de la existencia de un público que unos actores interpretando a sus respectivos personajes en un universo de ficción.
La cruz de la moneda viene cuando los creadores de 'Room 104' se ponen formales y te colocan delante de una historia convencional, correcta y que por mucho que los diálogos rebosen una gran maestría, te va a aburrir por faltarle un elemento fresco al que te han enganchado: el final. Ahí es cuando, si el episodio no ha cumplido sus expectativas, te activas y te preparas para la siguiente genialidad que vas a presenciar.
Ello no emborrona el que sea una serie de verano que, por sus tiempos cortos (de 20 a 30 minutos por episodio) y sus historias, en líneas generales, bastante interesantes, funciona de forma efectiva a la hora de entretener y da la campanada en varias ocasiones con el factor sorpresa. Es ligera pero no se queda en la superficie y apuesta por que lo raro, lo excéntrico, lo poco convencional y los enfoques distintos activen "áreas del cerebro" que una narración ajustada a algo más comercial no conseguiría.
'Room 104' se estrena el 29 de julio en HBO España.