Todos a los que les he contado que ya había visto la segunda temporada de 'Stranger Things' me han hecho la misma pregunta: ¿está a la altura de la primera? Y es que los hermanos Duffer dejaron el listón muy, muy alto con una serie de aventuras que homenajeaba y recogía el espíritu del cine juvenil de los 80.
Si 'Los Goonies', 'E.T., el extraterrestre', 'Cuenta conmigo' o 'Alien, el octavo pasajero' eran algunas de las más claras influencias de sus primeros ocho episodios, ahora nos sirven un coctel con ingredientes de 'Los Cazafantasmas', 'Gremlins' y una pizca de 'Jóvenes ocultos'. Pero vamos a responder primero a la pregunta que nos ocupa: sí, la segunda temporada de 'Stranger Things' no solo está a la altura de la primera, si no que es capaz de dar un paso más allá, de hacer una historia más épica, más grande e incluso con más sentimiento.
Ha pasado un año desde que dejamos a Will vomitando babosas y saltando al Upside Down en un parpadeo. En Hawkins todo sigue igual aunque todo sea diferente, nadie más en el pueblo parece haberse enterado de que en un laboratorio escondido a plena vista se experimenta con niños robados hasta que desarrollan superpoderes y un demogorgon casi escapa a nuestro mundo. La mayor virtud de esta nueva temporada es no tratar de replicar el mismo patrón narrativo de la primera, si no recoger la historia donde la dejamos y explorar las consecuencias que ha tenido en los personajes y en la membrana que separa los universos. Estos nuevos episodios, aunque siguen cargados de intriga, no se centrarán tanto en resolver un misterio como en solucionar un problema que puede acabar con el mundo y al que adolescentes, adultos y niños atacarán en tres flancos diferentes.
Si el gran descubrimiento de la serie fue la parte más joven del elenco y la enorme química entre ellos, los creadores de 'Stranger Things' han escuchado el público y han dado mucho más protagonismo al divertidísimo Dustin (Gaten Matarazzo) que tiene su propia subtrama además de comerse cada secuencia que comparte con Lucas (Caleb McLaughlin). Son ellos y su relación con la chica nueva, Max (Sadie Sink), los que se ocuparán de la parte cómica dejando el peso dramático a Noah Schnapp (Will) y Finn Wolfhard, que no puede superar la desaparición de Eleven (Millie Bobby Brown). Es especialmente complicado hablar de ellos sin revelar datos importantes de la trama, pero los tres personajes han ganado nuevos matices y contrastes que anticipan el fin de la inocencia infantil.
(Mad)Max es otro personaje femenino fuerte e independiente, de los que nunca han faltado en esta serie. Incorporar una chica más a la pandilla tiene una importancia tan narrativa como en términos de inclusión. Nos describieron a Max como una "chica dura y segura cuya apariencia, comportamiento y propósitos parecen más típicos de los chicos que de las niñas de su época" pero el abismo que separa los roles masculinos y femeninos es una imposición de una sociedad adulta, no de los niños. Lo que sorprende a Dustin y Lucas de ella no es que sea una chica que va en monopatín y juega a videojuegos, es que lo hace mucho mejor que ellos. Preparaos para adorar a Max, porque esta chica no está dispuesta a aguantar tonterías.
En el bando de los adolescentes, Nancy (Natalia Dyer) y Jonathan (Charlie Heaton) siguen siendo el eslabón más débil, incluso después de emprender su propia cruzada de venganza. Sin embargo, han reconducido al personaje de Joe Keery (Steve Harrington) hasta convertirlo en el alma de la fiesta, una especie de Josh Brolin en 'Los Goonies' y el paradigma de chico popular con buen corazón.
El bullying es un tema que sigue muy presente en la serie y esta vez tendrá un nuevo rostro, el de Dacre Montgomery. Billy es un adolescente con tintes racistas, enfadado y lleno de rencor que encuentra en torturar y oprimir a los más débiles la única forma de sentirse en control de su vida. Pese a la animadversión que causa el personaje, los Duffer le utilizan para representar la espiral de violencia y las consecuencias del maltrato.
Puede que en los primeros capítulos no reconozcamos a la sufridora Joyce Byers, pero Winona Ryder tendrá que hacer frente a suficientes problemas como para volver a convertirse en la fabrica de muecas y angustias oficial de la serie. Un papel muy difícil, que exige un control absoluto de la intensidad del dolor para no caer en lo grotesco, y que Ryder ya tiene dominado devolviendo al foco de atención a una actriz que llevaba tiempo sin brillar con luz propia. Una vez más, Winona forever. Junto a ella repite David Harbour, al que pronto veremos en 'Hellboy', como el protector (e intenso) Sheriff Hopper y juntos son un equipo imparable (y el mejor shippeo de la serie).
Caras nuevas
Entre los nuevos fichajes se encuentran Brett Gelman, Sean Astin como Bob Newby y Linnea Berthelsen con un personaje del que no podemos desvelar nada, pero cuya subtrama es quizá lo más flojo y prescindible de la temporada. Mención especial merece la hermana de Lucas, que está pidiendo a gritos un spin-off y tiene todas las papeletas para convertirse en la nueva Barb, al menos en lo que a popularidad mediática se refiere.
La segunda temporada de 'Stranger Things' gustará y mucho a los que amaron la primera y esperen algo nuevo, más acción, cliffhangers y emociones fuertes. Si ya te hartaste entonces del exceso de nostalgia y los niños más ingeniosos de esta dimensión y la de abajo, entonces sí, es más de lo mismo.
Nota: 9
Lo mejor: Haber sabido contar una historia completamente nueva manteniendo intacto el espíritu de la primera.
Lo peor: Todo el tiempo que Eleven no pasa con la pandilla.