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CRÍTICA

'Sieranevada': A la muerte del padre

A partir de una ceremonia y comida en honor al padre muerto cuarenta días atrás y de los problemas y retrasos para su consumación, Cristi Puiu filma una película coral acerca de la sociedad rumana.

Por Alberto Hernando Asensio 21 de Julio 2017 | 12:55

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Lo de 'Sieranevada' es un sindiós. El padre ha muerto y aunque la familia al completo se reúne para celebrar un ritual ortodoxo cuarenta días después, nada parece tener mucho sentido. En el apartamento -unas tres habitaciones, cocina, comedor y, sobre todo, un distribuidor- se reúnen una docena de personas entre la viuda, su hermana y su marido infiel, el hijo militar, Lary -un hijo médico que entre bromas y veras trata de mediar en los conflictos familiares-, un sobrino obsesionado con las teorías de la conspiración que ruedan por Internet, una hija nostálgica de la monarquía y hasta una vecina defensora acérrima del régimen comunista o la amiga croata de una sobrina que se ha colado sin invitación y con, como poco, una enorme borrachera.

Cada núcleo familiar y cada personaje con sus conflictos, sus dinámicas y sus historias. Han preparado una comida digna de la tradicional noche buena española, han preparado el traje "del padre" para el ritual y todos están deseando sentarse a comer; pero los sacerdotes no llegan, el traje queda grande, aún resuena el impacto de la masacre de Charlie Hebdo, la amiga croata vomita a ratos y, mientras la comida se enfría, los engaños, las heridas y las obsesiones emergen en esta familia rumana tan cercana a las españolas que filmó Berlanga.

Sieranevada comida

Porque ha muerto el padre y ya recordáis lo que decían en clase de filosofía: Nietzsche, Freud, etc., que si la muerte de Dios y del significado, el sinsentido, que no existe la Verdad sino sólo interpretaciones y esas cosas. Entonces sonaba muy abstracto, pero ahora ves 'Sieranevada' y todo resulta tan cómico y cotidiano como nuestra vida misma. O, por lo menos, la de una Rumania tras la muerte del dictador que aún se debate entre la tradición y la modernidad (vamos, como en casa). Ahora, las tradiciones que permitían mediar el duelo han perdido su significado y articulan un relato que parece sacado de las comedias del absurdo de Ionesco.

Ahora ya no podemos estar seguros de nada: ni de la versión oficial del 11S, ni de las alternativas de Internet, ni de que los sacerdotes lleguen a tiempo o de que no haya regresado Dios a la Tierra y no hayamos sabido verlo... ni siquiera de que se respeten los cuentos de los hermanos Grimm. Y en 'Sieranevada' cada uno reacciona como puede: con paranoia, dogmas, miedo, una copa de vino o burlas y una mirada descreída. A través de una elaborada puesta en escena y un reparto coral, el director Cristi Puiu trata de mostrar todas estas reacciones y, tal vez, de encontrar alguna verdad entre ellas. Resumiendo, se trata de cartografiar un mundo en el que ya no es posible verificar ninguna verdad.

 Sieranevada Lary

Cartografía de una familia rumana

De manera que en 'Sieranevada' hay tantas historias como personajes y tantos conflictos como discusiones surgen en cada habitación del apartamento, dentro de cuyas paredes transcurre casi la totalidad de la acción, y hablamos de un film de 173 minutos. Cristi Puiu filma el apartamento con la naturalidad con que filmaría un paisaje. Las tomas son largas, los paneos entre personajes sustituyen el plano/contraplano y todo parece suceder en tiempo real, como si un observador invisible se hubiera colado en el apartamento de una familia rumana cualquiera.

Gracias a ello, un tema que podría haber sido tan abstracto como en los libros de filosofía y haber dado lugar a una película de ideas se siente real y vivo. Y, sobre todo, permite a Puiu buscar alguna verdad entre la desorientación y el absurdo en que viven sus personajes, entre toma y toma.

 El distribuidor de Sieranevada

Entre tanta variedad de personajes, historias y conflictos, a Puiu parece interesarle aquello que actúa de mediación. No es casualidad que el lugar favorito de la cámara sea el distribuidor, desde donde puede encuadrar con el marco de la puerta a las distintas habitaciones en que suceden las diferentes historias, al menos hasta que cierran la puerta a la cámara. Tampoco lo es que el personaje protagonista, Lary, suela encontrarse en el distribuidor, yendo de una sala a otra e intentando mediar entre los conflictos que van surgiendo en su familia. Porque en 'Sieranevada', cuando dos personajes o grupos de personaje discuten, siempre hay un tercero entre medias o, por lo menos, a modo de testigo.

Incluso en las conversaciones en el coche entre Lary y su mujer la puesta en escena resalta la importancia del espejo retrovisor como el tercer elemento que media el diálogo. De forma que, igual que ser testigo y mediador de los conflictos de su familia llevan a Lary a confesar a su mujer que reconoce "la forma en que sabes que miento cuando estoy mintiendo", tal vez el espectador y testigo invisible de todos estos acontecimientos salga del cine cambiado o, al menos, con algunas nuevas preguntas.

Nota: 9

Lo mejor: Su puesta en escena, rigurosa sin perder el humor de los diálogos y sin encorsetar la acción.

Lo peor: Que a medida que los 173 minutos de la película avanzan el humor y el absurdo se van haciendo más opresivos y uno desea que todo termine y los personajes puedan sentarse a comer. Y que un efecto del tiempo tan calculado pueda considerarse negativo.

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