Sin duda, el verano resulta un momento ideal a nivel cinematográfico. Son muchas las películas las que se ambientan en una estación del año que suele asociarse al descanso. En los últimos años, ha servido también para ser un amargo momento de reflexión, con el que hace un fuerte contraste entre aparentes apacible tomas de sol o baños en el mar en contraste con situaciones inhóspitas, como pudo verse en 'La hija oscura' de Maggie Gyllenhaal, 'Golpe de sol' de Vicente Alves do Ó o en 'El desconocido del lago' de Alain Guiraudie. En una línea similar, llega ahora a los cines 'Silent Land', ópera prima de Aga Woszczynska.
'Silent Land' narra las vacaciones de un matrimonio polaco, burgués, que ha alquilado una casa en una isla del sur de Italia. El verano de esa temporada está resultando especialmente caluroso, debido a la falta de las lluvias propias de la época, que han provocado una grave sequía en la región. Eso no impide que la pareja, Adam y Anna, exijan que la piscina de su chalet sea arreglada y, a ser posible, llenada de agua. Un accidente quiebra la confianza mutua de los cónyuges, desatando una serie de consecuencias de una magnitud considerable.
Woszczynska, quien firma el guion junto con Piotr Litwin, realiza un atrevido ejercicio cinematográfico para su ópera prima. La pareja resulta idílica, una estampa de ensueño, un matrimonio que parece perfecto, increíblemente rubio, un detalle que no resulta baladí. La cineasta juega con esa pareja burguesa, encarnada por Agnieszka Zulewska y Dobromir Dymecki, y con sus vacaciones, de una manera en la que se logra crear sensaciones encontradas. Por un lado, la puesta en escena es hipnótica, pero, por otro, no deja de causar cierta antipatía ese empeño en contar con una piscina llena de agua en plena sequía.
La directora prepara así lo que termina siendo una olla a presión, cocida a fuego muy lento. Tras el incidente, la cinta cambia de tono, recordando, efectivamente, a 'Fuerza mayor', el filme más aplaudido de Ruben Östlund (como bien se encarga de remarcar su tráiler); pero también evoca a títulos como 'La piscina' de Jacques Deray o 'Bajo la arena' de François Ozon, convirtiendo esas vacaciones en un infierno sentimental, al verse ambos esposos frente al espejo de la reacción más primaria y espontánea, aquella que no se piensa y que solo aparece ante un hecho imprevisto.
Un sólido debut de una cineasta con pulso y personalidad
Woszczynska demuestra tener un pulso excepcional a la hora de desmenuzar las reacciones más viscerales, con las que hace una feroz crítica a la sociedad burguesa y en clave transversal, donde la aporofobia irrumpe, dado que la lujosa isla es constantemente vigilada, dado que es también lugar de recepción de inmigración ilegal procedente de África. Es más, la directora lo deja en evidencia respecto al diferente trato del extranjero turista y con dinero y aquel que es inmigrante y busca desesperadamente una mejor vida.
Y, en medio, un formidable dúo interpretativo. La comparación con 'Fuerza mayor' no es extraña, ya que Woszczynska deja en evidencia también a una masculinidad en crisis, tal y como sucedió en la cinta de Östlund, con Dobromir Dymecki convertido en una genial respuesta actual al sueco Johannes Bah Kuhnke en el citado film. En este caso, no es un alud lo que resquebraja la relación, sino una terrible sequía y un incidente inesperado.
La cineasta también muestra tener mano para las escenas en las que los diálogos son las miradas, los escenarios, los ambientes. A la imagen idealizada de la pareja, rubia, blanca y burguesa, que se ve rodeada de un paraíso... solo que este es árido, seco, con aguas turbias, una representación visual de la tormenta arenosa en la que se ve envuelto el matrimonio.
Sólido debut de una cineasta que tiene la rotundidad de su compatriota Malgorzata Szumowska; aunque con el toque satírico y de humor ácido propio de los primeros trabajos de Pawel Pawlikowski. 'Silent Land' es un fascinante drama en el que se presencia cómo el fuego termina consumiendo no solo el amor, sino la propia razón. Un fascinante ejercicio cinematográfico.
Nota: 8
Lo mejor: El juego que Woszczynska hace entre la naturaleza y el quiebre emocional de la pareja.
Lo peor: Le falta un poco más de mala leche.