James Bond, tan británico como la monarquía y el té, muy institución más que franquicia, y viejo en según que sentidos, ya se las apañó para cambiar de tercio con 'Casino Royale', primera entrega de la saga encabezada por Daniel Craig, y origen del arco argumental más representativo en los casi 60 años de adaptaciones al cine encabezadas por este famoso espía. Entonces ya causó revuelo con su cambio de tercio. Algunos fans se indignaron tanto con el pelo rubio del nuevo fichaje como mal han llevado que en esta nueva película, la número 25, una mujer negra se calce el mítico 007.
Y mientras unos se indignaban otros ni miraban dos veces a ese pelo rubio de Craig, el rasgo más llamativo que alertaba de que el cambio había llegado. Quizá no lo miramos con ojos demasiado atentos, pero la evolución comenzaba entonces. Al pelo rubio se unió la apariencia más ruda que nunca haya lucido un Bond, y la pérdida de esa pose pulcra y de traje para siempre planchado. Bond se ensuciaba, recibía muchos golpes, sangraba. Pero lo que es primordial: Bond sufría, sufría por amor. De repente las mujeres que le rodeaban no estaban ahí solo para despertar su deseo, le invitaban a profundizar dandole un novedoso empaque emotivo. 'Casino Royale' se lanzó mucho a la piscina, pero como ninguna de sus sucesoras logró estar a la altura, aquella gloria del nuevo Bond había perdido cierto lustre.
Ahora llega 'Sin tiempo para morir' y hace milagros. Sus juegos malabares difícilmente se podrían haber trazado de una manera más esmerada y efectiva, difícilmente se le podría dar más cariño y empaque a una despedida y muy difícilmente se utilizan mejor 163 minutos. Cada segundo está aprovechado en esta película dirigida por Cary Fukunaga que devuelve el sentido a la duración excesiva en la gran pantalla. Dicho cineasta, el primer norteamericano en coger la batuta, mezcla un firme compromiso con su sorprendentemente pulcro y meticuloso entramado, con cierta actitud de no sentir el peso de la institución. Esa despreocupación a la hora de enfocar la despedida al Bond de Daniel Craig, funciona muy bien porque no evita la veneración en los pequeños detalles, pero huye de lastres.
A la dirección se luce encadenando una decisión acertada tras otra, y al guion se ha dejado aconsejar... Y se nota. Firmando el libreto junto a él encontramos a Neal Purvis, Robert Wade y una innegable Phoebe Waller-Bridge. El estilo tan concreto de esta guionista, ganadora de tres premios Emmy por su soberbia 'Fleabag', se traslada de manera bastante certera a la narración, quizá no llegando a mimetizarse del todo con la esencia de Bond, pero si logrando rebajar el drama para equilibrar la historia. Así la película contentará a los que gocen de los cierres tan atados como emocionalmente potentes, porque se las apaña para recoger todos los cabos sueltos, llevarlos a una conclusión y dejar una repentina sensación de solidez.
En ese sentido el que no sorprende es Craig, que lleva todos los rasgos característicos de su Bond al extremo, volcándose tremendamente con la misión de irse en alto y dejando un buen sabor de boca. Sobra decir que lo consigue de lejos y hasta aquí podemos leer porque... De la trama mejor no saber los pormenores. Siempre es recomendable ir al cine con la mente en blanco, sin ningún dato de lo que uno va a disfrutar, pero en el caso de 'Sin tiempo para morir' no es solo recomendable sino vital. La sorpresa es un elemento esquivo en estos casos de tan largo recorrido, pero lo último de Craig abraza una sutil autoconsciencia mientras arroja cubos de valentía para provocar al espectador. Los fans de Marvel lo sabrán bien. Es exactamente esa clase de pasión la que despierta esta entrega que, a pesar de los retrasos y gracias a su lucha por permanecer unida a las salas de cine, superará las expectativas de la grandísima mayoría.
Por supuesto esto no lo consigue solo a golpe de giro de guion, sino alcanzando unos niveles de maestría muy encomiables en el caso de la mayoría de sus elementos. La vuelta de caras conocidas como el Felix de Jeffrey Wright, el Q de Ben Whishaw o la Madeleine de Léa Seydoux, todos en la cumbre en lo que atañe a sus respectivos personajes, se complementa con la efectividad de las nuevas incorporaciones. Lashana Lynch está conseguida si uno piensa en la inesperada función de su personaje, pero no es rival para una Ana de Armas verdaderamente arrebatadora.
Esta actriz, en la piel de Paloma, agente de la CIA que vendría a ser como una versión de las clásicas chicas Bond, aprovecha muy bien su breve intervención y se las apaña para plasmar de manera redonda lo que pueden ser las representaciones femeninas de un Bond contemporaneo. Tremendamente sexy a la par que decidida y más que capaz, Paloma en un ratito subraya el lado positivo del feminismo de moda: una mujer bella que es algo más, que puede tener varias facetas y cuya espectacularidad física no la deja exenta de otras cualidades. Una mujer que hace equipo con Bond, con el que trabaja codo con codo, que le aporta profesionalmente y que no tiene absolutamente ninguna tensión sexual con él (lo cual provoca uno de los mejores gags de la película). Maravilla. La dinámica entre ambos solo rivaliza con aquel mágico momento en el que Judi Dench, en la piel de M, llamó al Bond de Brosnan "dinosaurio sexista y misógino".
Por otro lado, también la acción, anclada en un rodaje tradicional acompañado de generosos decorados y exteriores, y esa contraparte malvada de 'Sin tiempo para morir', apuntalan su éxito. Rami Malek en la piel del espeluznante Safin no esconde el evidente homenaje de su villano al Dr. No que originase la saga, pero hace suyo a un personaje lo suficientemente amenazador como para elevar esta última aventura de Craig. Muchas veces se dice que la calidad del héroe se mide por la fortaleza de aquel que le dificulta el camino, algo que cobra todo el sentido si tenemos en cuenta la labor de Mads Mikkelsen en 'Casino Royale', papelón cuyo nivel replica ahora Malek. Un verdadero sufrimiento del protagonista es esencial, algo que la neblinosa amenaza de Safin provoca con creces.
Pero nada de todo esto importará a la salida del cine, cuando el poso sea de pura felicidad con esos toquecitos de tristeza que provocan los desenlaces, cuando se haga la luz ante una evidente conclusión: Craig ha sido un Bond tan sublime como esta salida que se ha marcado, por la puerta grande.
Nota: 9
Lo mejor: Que no tiene miedo a nada.
Lo peor: Que decimos adiós a una gran etapa de la saga James Bond, y da mucha penita.