El western es un terreno sembrado de soledad. Los fugitivos que escapan de pasados que acechan al otro lado de las cabañas, los sheriffs que observan como pasa el tiempo desde su vieja silla de madera, las camareras que sueñan con escapar de las melodías de piano del burdel, los niños que aprenden a disparar mientras dan sus primeros tragos. Personajes siempre solos, siempre amenazados, siempre utópicos. El género que mejor rima con crepuscular, el género representado por el mejor director de la historia, John Ford, el género de las canciones tristes, el género de los abandonados, el género de los derrotados, el género más humano, el género definitivo. No es fácil entrar en él pero, cuando ocurre, es un amor para toda la vida. Una de esas pasiones que se renuevan con el estreno de películas recientes como 'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford' o 'Valor de ley', dos obras maestras con las que 'Slow West', último ejemplar valioso, comparte identidad y esencias.
La película del debutante John Maclean, director curtido en el mundo del cortometraje y la música, captura los elementos más clásicos y juega, les da la vuelta, les ofrece la oportunidad de reírse de ellos mismos sin perder el respeto ni un segundo. La historia del joven Jay en busca de su amada resume en su ajustada hora y media todas las virtudes que hemos encontrado en la enésima resurrección del género. A la inmensidad de sus entramados psicológicos, la complejidad de sus personajes, sus dramas reales e intensos, se suma un sentido del humor absurdo y surrealista que se complementa a la perfección con un romanticismo desbordante que permite la expansión visual. Y aquí es donde 'Slow West' se encuentra especialmente cómoda. Maclean consigue belleza en cada uno de sus escenarios, transmitiendo un ejemplar gusto por el detalle, convirtiendo a los paisaje áridos, los bosques otoñales, las noches estrelladas y los atardeceres hipnóticos en un viaje que conviene disfrutar con los ojos bien abiertos. Pequeños pasos formales que acaban por estallar de manera definitiva en un tramo final de quitarse el sombrero de paja.
El trío del western
'Slow West', película pequeña en su concepción pero mayúscula en sus maneras, se sirve del talento de dos actores, espléndido Kodi Smit-McPhee y magnífico Michael Fassbender, para administrar su peso. Ellos aportan el carisma, la contención y la ternura en medio de un mundo loco en el que cada personaje esconde una historia asombrosa y cuya lectura social, al igual que siempre ha ocurrido con el western, llega hasta nuestros días con una vigencia impactante. En definitiva, una joya en fondo y forma que completa esa sesión triple en la que los Coen, Andrew Dominik y Maclean consiguen rendir homenaje a los más grandes desde la épica de la soledad. Tres clásicos del western que mantienen con envidiable vida a un género imbatible que aún hoy dispara con fuerza. Y con balas de poesía.