Nanni Moretti representa un tipo de cine de autor que rompió moldes a finales de los 80 e inicios de los 90, en una época en la industria cinematográfica del país transalpino busca recuperar parte del esplendor perdido tras unas gloriosas décadas tras el neorrealismo italiano y la posterior visión de cineastas como Visconti, Fellini o Wertmüller. Con Giuseppe Tornatore trayendo parte de esa esencia y con Roberto Benigni causando sensación con 'La vida es bella', con la que el cine italiano volvía por la puerta grande y a la plena admiración del espectador hollywoodiense, Moretti servía de contrapunto.
El cine de Moretti se ha catalogado desde una posición cercana al cine social, con una mirada irónica a través de la comedia, con 'Caro diario' como uno de los mejores exponentes contemporáneos de cine costumbrista, lo que los japoneses han revivido a través de la animación con el subgénero llamado slice-of-life. Con obras cumbre como 'La habitación del hijo' o, la más reciente, 'Mia madre', Moretti echa la vista atrás con 'El sol del futuro', que compitió por la Palma de Oro en la 76ª edición del Festival de Cannes.
En cierta forma, Moretti echa la vista atrás de una manera similar a la de Sorrentino con 'Fue la mano de Dios', Branagh con 'Belfast' o Cuarón con 'Roma'. Eso sí, con su sello puramente personal, huyendo de una mirada completamente nostálgica, incluso burlándose de ella. En su propuesta, el propio Moretti encarna a un director ya veterano que busca rodar un largometraje ambientado en 1956, cuando un circo húngaro había arribado al barrio obrero de Roma que es gestionado por el Partido Comunista Italiano. Su llegada coincide con la insurrección popular contra la dictadura comunista prosoviética que regía en el país magiar.
Los recuerdos del ayer pasados por el sabio barniz de la ironía
Dentro de esa película, existe un dilema moral con un protagonista que cree en los ideales comunistas, pero no comparte la sangrienta represión que está sucediendo en Hungría. Realmente, Moretti podía haber realizado un drama histórico desde ese enfoque, con él mismo representado como un niño de tres años. Pero Moretti rehúye esa mirada hacia el pasado, provocando un curioso ejercicio de metacine, en el que esta propuesta se convierte en una película dentro de otra. Mención a ese momento en patinete, claro guiño ecologista a lo que eran sus trayectos en Vespa en la mentada 'Caro diario'.
El resultado resulta más interesante que un ejercicio nostálgico en sí. Por otro lado, eso le permite realizar un film más ligero, con el que se muestra como un cineasta septuagenario al que le cuesta entender ciertas modernidades de la industria, como el momento en el que se reúne con ejecutivos de Netflix para conseguir financiación. Dicha secuencia, por otro lado, revela la suma inteligencia de un cineasta que sabe realizar una mordaz crítica que bien podría considerarse atemporal.
Quizás Moretti echa la vista atrás a ciertas ideas de izquierda con demasiada nostalgia; pero no puede negarse que se está ante su propuesta más original desde 'Habemus Papam' (aunque 'Mia madre' sea magnífica, sí que es más 'canónica' dentro de su filmografía). 'El sol del futuro' recuerda que el espíritu de juventud debe permanecer aunque se hayan cumplido años y que nunca debe ser tarde para aprender a vivir en soledad y abrazarla. Moretti demuestra seguir en forma tras el drama telenovelesco que fue 'Tres pisos'.