å

CRÍTICA

'Solo el fin del mundo': Dolan y la exaltación de la histeria

Crítica de 'Solo el fin del mundo', la nueva película de Xavier Dolan. En cines a partir del 6 de enero.

Por Javier Parra González 6 de Enero 2017 | 10:23

Comparte:

¡Comenta!

El niño minado de Cannes. L'enfant terrible del cine canadiense. Aquel que fue premiado ex aequo junto a Jean-Luc Godard en 2014 con el Premio del Jurado, en algo que muchos entendieron como una declaración de intenciones por parte del mismo, presidido por Jane Campion. Levantando pasiones y odios casi a partes iguales, si algo queda claro en la filmografía de Xavier Dolan es que el joven realizador (nacido en 1989) apunta a ser uno de los talentos a tener en cuenta en el futuro.

Gaspard Ulliel

Seis películas rodadas en siete años, son las que demuestran que Dolan hace algo algo más que canalizar su ira en pantalla. Cansado de que le tachen de querer copiar a Pedro Almodóvar, cuyo cine desconoce, deberíamos replantearnos cuál es la misión del realizador en el actual panorama, sobre todo teniendo en cuenta que lo que prima en sus historias son esos personajes pasados de vueltas, histriónicos y escandalosos, inspirados en su propia vida y dibujados como una forma de catarsis personal.

Director, actor, guionista y productor, dos años después de la monumental 'Mommy', el director volvió a llevarse a casa un nuevo premio desde Cannes, un Gran Premio del Jurado no exento de polémica y que no hace más que dejar constancia de un talento que muchos se empeñan en seguir poniendo en duda.

Solo el fin del mundo

Basándose en la pieza teatral de Jean-Luc Lagarce, 'Juste la fin du monde', Dolan logra toma todos los elementos que componen la misma y consigue realizar una adaptación fidedigna en cuanto a la puesta en escena. Y es que con 'Solo el fin del mundo' se nos presenta una transliteración idónea del teatro a la pantalla, algo que gracias a la conjugación de planos y el sobrepasado uso de una histeria desmedida, hacen que el espectador se convierta en un intruso, observando a una familia en horas bajas desde primera línea.

Aquí es donde vuelven a hacerse presentes las filias de Dolan para con el cine: las de la representación del núcleo familiar. Anne Dorval cede el testigo a Nathalie Baye como la figura de la matriarca, un personaje absolutamente excesivo dispuesto a todo por estrechar lazos con su hijo, Louis-Jean Knipper (Gaspard Ulliel), quien regresa a casa tras doce años de ausencia con la intención de anunciar su inminente muerte. Para ello, contará también con sus hermanos Suzanne (Léa Seydoux) y Antoine (Vincent Cassel), y su cuñada Catherine (Marion Cotillard), en lo que bien parece ser una reunión por parte de Dolan de tres generaciones de artistas consagradas del cine galo.

Solo el fin del mundo

Entre silencios, miradas de complicidad y una exaltación absoluta de los sentimientos, Dolan conjuga una reunión familiar entendida cual momento angustioso. Recordando a otra adaptación cinematográfica de origen teatral como 'Agosto', donde la familia se convertía en el principal objetivo de los dardos envenenados, y con ciertos ecos a la 'Celebración' de Thomas Vinterberg, e incluso a la 'Krisha' de Trey Edward Shults, 'Solo el fin del mundo' no es solo un (gran) paso más en la carrera de Xavier Dolan, sino que es la nueva demostración de que también es capaz de llevar la batuta en un casting repleto de estrellas.

Ya sea porque el sello del canadiense se puede palpar en todos esos momentos de deriva hacia la cultura pop (desde el 'Dragostea din tei' hasta la melodía del 'Genesis' de Grimes), los cuales no son más que otra muestra de que Dolan sigue haciendo el tipo de cine que a él le gusta; o porque la intensidad de esta nueva propuesta pueda satisfacer a los adictos a las emociones fuertes, 'Solo el fin del mundo' es una de tantas propuestas arriesgadas que pasan por nuestras carteleras cada temporada. Y en este caso, será de las que, como viene siendo habitual en la trayectoria del director, levantará tantos odios como pasiones.

Nota: 8

Lo mejor: Que demuestra que no es tan difícil llevar a la pantalla una pieza teatral.

Lo peor: Tanta agitación puede llegar a resultar un arma de doble filo.