Nevenka puso su cuerpo al servicio de los deseos de Ismael Álvarez. Cuando no quiso seguir con la relación, el alcalde creyó que tenía derecho sobre él, que su cuerpo tenía que complacerle. Después, Nevenka puso su cuerpo al servicio de todas nosotras, al servicio de la justicia y de nuestra libertad. Nevenka Fernández fue escudo para todas las mujeres sometidas a acoso laboral y acoso sexual, fue la primera en conseguir que se condenase a un político por estos cargos y fue su cuerpo el que recibió los golpes de la revictimización, de la vergüenza, del desprecio de su ciudad, de la prensa y de una sociedad machista convencida de que se lo había buscado ella misma. Álvarez fue condenado a una multa y una indemnización. Nevenka al ostracismo. Él dimitió, pero años después volvió a la política y su pueblo le eligió concejal con el 16,53% de los votos; ella no volvió a conseguir trabajo en España y tuvo que emigrar.
Juan José Millás narró su historia en un libro titulado 'Hay algo que no es como me dicen: El caso de Nevenka Fernández contra la realidad', que Icíar Bollaín lleva ahora a la gran pantalla. Además de dirigirla, Bollaín coescribió el guion junto a Isa Campo y en los papeles principales se encuentran Mireia Oriol y Urko Olazabal.
Bollaín ya se había enfrentado al reto de hacer justicia al relato de una mujer real en 'Maixabel', donde además se atrevía a hablar de un tema tan sensible como el conflicto vasco y a hacerlo desde el perdón. En 'Soy Nevenka' el desafío es diferente: exponer unas dinámicas de poder, acoso y abuso sexual a un público que, más de 20 años después del caso, más de 20 años después de darle la espalda a la víctima, sigue entonando el #NotAllMen a la mínima crítica que se haga a la cultura de la violación.
Esta historia tiene muchos enfoques posibles, pero ellas, Bollaín y Campo, han elegido centrarse en la intimidad del infierno que vivió Nevenka por encima del juicio, de la atención mediática o de sus consecuencias. "A mí no me acosa nadie si no me dejo", gritaba enfurecida una manifestante en una de las protestas a favor del alcalde. ¿Cómo puede ser entonces que una chica con estudios, culta, guapa, sin apuros económicos ni problemas personales acabe pasando por todo eso? ¿Cómo se convirtió Nevenka en víctima? Esas son las preguntas que se hacían Ana Rosa Quintana o Luis del Olmo con retintín en los 2000 y que la película intenta contestar con honestidad, aunque la respuesta ya nos la sabemos: le puede pasar a cualquiera; al fondo del pozo no te caes de golpe, vas descendiendo día a día.
Nevenka es joven, le han ofrecido un puesto de responsabilidad en el gobierno de Ponferrada y aunque no tiene experiencia, sabe que es competente. Entra segura de sí misma, pero poco a poco esa seguridad se transforma en nervios, desasosiego, ansiedad, intranquilidad, vergüenza, culpa, vacilación e incertidumbre frente el incansable abuso de poder al que se ve sometida. Antes de que ella misma pueda empezar a vislumbrar lo que le espera, en la única escena de relaciones consentidas que tiene la película, el público ya se siente incómodo. Ella accede a acostarse con él, pero acceder no es lo mismo que querer, y por eso la directora rueda esa secuencia sin violencia, pero también sin belleza.
A partir de ahí nos sumergimos de lleno en la pesadilla que vivió la concejala atrapada por los tentáculos de un político que lo tocan todo, su cuerpo, su tiempo, su futuro y también el de su familia y amigas. En una población que depende de subvenciones para crecer, Ismael podía arruinarle la vida a cualquiera que decidiese ayudarla. Nadie se atrevía a tocarle. Nadie, hasta que llegó ella. La influencia de Ismael Álvarez era y es hoy en día tan fuerte allí, que sospechosamente el rodaje no fue posible en Ponferrada y tuvo que trasladarse a Zamora y Bilbao.
Por todo esto, o por enmendar una injusticia, o simplemente porque la verdad es la verdad, 'Soy Nevenka' se posiciona, no deja abierta ninguna puerta al debate, la duda o la interpretación, bastante dudó ya de ella la sociedad en su momento. No hay matices en la historia, pero tampoco en la realización.
Todo el peso de la película recae sobre la inocencia de Nevenka convertida en miedo y transformada en orgullo, y Oriol se deja la piel para que nos vayamos hundiendo junto a ella en esta historia de terror hasta que podamos sentir su ansiedad en nuestros pulmones y su parálisis en nuestros huesos. Pero Olazabal ve su mano y sube la apuesta.
Me da un poco de coraje destacar el papel del hombre en una película sobre la experiencia misma de ser mujer en un mundo misógino y patriarcal, pero el actor construye un monstruo cuyas garras podemos sentir marcando los números cada ver quena un Nokia. El carisma que desprende permuta, con un sutil gesto, a transpirar peligro. Cada vez que la puerta del despacho del alcalde del PP se cierra, el público se siente frágil e indefenso. Su abuso no es solo físico, ni laboral, también es psicológico, ejerce una luz de gas sobre Nevenka que la dejan convertida en un amasijo de dudas. Amor y amistad, favores e influencia, se confunden con servilismo, complacencia y deuda.
Es en su tercer acto cuando 'Soy Nevenka' reivindica con mayor fuerza el valor de una mujer que fue en nuestro país pionera del #MeToo, pionera a su pesar de un cambio de mentalidad que finalmente se vio recogido en una Ley. Del «No es No» a «Sólo Sí Es Sí». Sin embargo, aunque ahora entendemos en mayor medida todas esas situaciones de vulnerabilidad, aunque creamos que ahora se juzga menos a quienes se atreven a denunciar, la vigencia de lo que entonces pasó y el trato que recibió Nevenka Fernández es palpable hoy en día. Solo hay que abrir un periódico para leer cómo acusan Gisèle Pelicot de exhibicionista por elegir un juicio público poniendo su cuerpo al servicio de una lucha porque la vergüenza cambie de bando.
Es cierto también que Bollaín opta en la realización por un asepticismo que, cinematográficamente, aporta poco a la historia, pone la cámara a su servicio y nada más, por lo que el diálogo que puede mantener con la serie documental 'Nevenka' estrenado en Netflix en 2021, es escaso: si tienes muy reciente uno, el otro no te aportará necesariamente nada nuevo. Pero el caso Nevenka es lo suficientemente potente, vigente e importante como para que merezca ser contado una vez más para que no volvamos a olvidar, para que esas personas que se creen intocables enfrenten al fin las consecuencias, aunque sea en la gran pantalla.