Pablo Larraín observa, y lo hace de manera meticulosa y amorosa. Con admiración, dedicación, compasión. De ahí que su trazo acierte tanto a la hora de representar a famosas figuras femeninas que sufriesen bajo un microscopio de atención fría y destructiva. Ya lo hizo con notable éxito en 'Jackie' de la mano de una excelsa Natalie Portman, y ahora repite con una Kristen Stewart tremendamente especial.
'Spencer' es una delicia a todos los niveles porque ese gusto con el que redescubre a Diana se construye sobre dos pilares muy inteligentes: la elección del mejor de los reflejos en las cuidadísimas reacciones y diálogos de los personajes que la rodean [énfasis en el Darren de Sean Harris]; y un enfoque abstracto, muy pegado a los terrores de la princesa. Ahí es dónde Stewart se deja los kilos para empezar, de camino a una transformación total que la lleva a encarnar genuinamente a esa mujer consumida por su rebeldía.
Este es otro punto brillante del planteamiento de 'Spencer', película que se esfuerza por arrinconar a su protagonista una y otra vez como hiciese la Familia Real con aquella criatura que se negaba a doblegarse. Toda la energía de Diana se iba en seguir luchando por cada centímetro de libertad... y por el retrete. También se iba por el retrete. Es original, llamativo y poético que Larraín, que dirige sobre un guion de Steven Knight, estructure esta película en torno al problema bulímico de Diana, a la exigencia de unas costumbres tan ancladas en el pasado como para pulverizar el presente, y a su profunda soledad.
Porque Diana estaba rodeada de gente, pero solísima. Y dentro de su mente alimentaba cada paranoia sin poder agarrarse a nada que le sirviese de ancla. Sus hijos estaban al otro lado del fino hilo que la mantenía sujeta con pinzas a una realidad que percibía ya de manera muy distorsionada en el momento en que se ambienta esta cinta, pero desde su niñez poco podían hacer. Y es que para aquella Navidad de 1991 en Sandringham, instante en el que se desarrolla esta historia, Diana ya se sabía un descarte ante el poco disimulo de la infidelidad del Principe Carlos, romance que la volvía loca.
Encima en aquella casa los aliados rara vez se arriesgaban a romper la distancia entre servidumbre y señorío que sostiene, aún hoy, el caduco entramado monárquico. Ahora lo cuenta Meghan Markle: su sistema no funciona. Entonces lo sufrió en silencio Diana, que además tenía que aguantar el maltrato del pazguato de su marido, interpretado aquí por Jack Farthing. Todo esto se plasma con maestría gracias a la manera de trabajar de Larraín, autor volcado en imprimar un sello empático y amante del lenguaje cinematográfico.
Esto es lo mejor de la película, que Larraín es único como cineasta, pero es cierto que sin una estrella igualmente única, la cosa no habría salido así. Lo de Stewart es especial. Su manera de proyectar una esencia preciosa, un halo de ese algo mágico bondadoso e indescriptible que rodease a Diana. Su forma de marcar que luchando siempre se pierde, hasta que se gana o todo acaba mal. En definitiva, cada detalle que vuelca en dar vida a la visión de Larraín es un regalo para este film que sin una actriz tan talentosa, sin un eje principal tan potente... no iría a ningún sitio.
Por otro lado 'Spencer' se beneficia de un posicionamiento claro del lado de la tragedia. Larraín no pasa de puntillas ni tiene dudas ante el infierno que viviese Diana, una pena diaria que la tuviese muerta en vida, mientras se ahogaba bajo las atenciones de una prensa tan fascinada como envidiosos se sintiesen el resto de los miembros de la realeza inglesa. La tristeza se hace entonces condimento fundamental, un ingrediente ante el que respondiese sin remedio el pueblo británico, sin saber de dónde venía tanto magnetismo.
Se va creciendo
Sin duda 'Spencer' se va creciendo, y es de ese poso que revela cada ramita de un árbol psicológicamente robusto, de donde nace su excelencia. Esto porque durante sus casi dos horas justas el ritmo puede volverse pesado, especialmente debido a la, por otro lado acertada, elección de una banda sonora más de película terrorífica que de biopic; pero después uno la rumia y descubre que en el recuerdo sigue mejorando. Solo las buenas películas se crecen cuando uno las consulta con la almohada, y 'Spencer' es una de ellas.
Eso sí, desde la butaca se puede sentir algo laberíntica debido a esa manera abstracta de narrar con la que Larraín va desgranando todos los problemas mentales que sufriese Diana. El mencionado momento histórico se ve cubierto de una neblina artística y caótica no apta para aquellos espectadores amantes de lo literal, que deberán dejarse caer por la madriguera del conejo para sufrir pegaditos a la mente de Diana, cajón desastre de autodestrucción y fidelidad a una misma.
Nota: 8
Lo mejor: Larraín y Stewart. Pero Larraín.
Lo peor: Que el 'déjà vu' conceptual a 'Jackie' sea un poco inevitable.