Con permiso del primer spinoff del renovado universo de 'Star Wars', y teniendo siempre presente que es una franquicia que no ha terminado de calar entre el público general en nuestro país (solo hay que echar un vistazo a las recaudaciones de las dos entregas anteriores), 'Star Trek: Más allá' es el título que marcará este 2016 para muchos trekkies y no tan trekkies.
Ya sin J.J. Abrams en la dirección, aunque sí en la producción y con Justin Lin (amante de los coches y la pirotecnia, como ha dejado claro en sus varias incursiones en la saga 'Fast & Furious') detrás de las cámaras, la tercera entrega de las aventuras del USS Enterprise capitaneado por Chris Pine nos da lo que podíamos esperar de ella, para bien o para mal (siempre según las expectativas de cada cual).
¿Y qué nos ofrece? Un estimable homenaje al espíritu más clásico de la franquicia con el atractivo de los efectos digitales. ¿Pero eso en qué se traduce? En una estructura similar a la de cualquier capítulo de la serie, sin ánimo de profundizar en el crecimiento de sus personajes y aderezada con un buen puñado de explosiones.
Yo escribo, yo actúo
En esta nueva entrega Simon Pegg se remanga para tomar las riendas del guion, reservándose -obviamente- algunos relevantes momentos, aumentando, así mismo, la importancia de su personaje, Scotty, en el devenir de la trama. Con una ya notable experiencia en la escritura, había curiosidad por ver cómo trasladaba su personal humor británico a los estándares de esta saga espacial. Y el resultado, sin habernos entusiasmado, tampoco ha supuesto ningún desastre. Es, simplemente, intrascendente.
La sensación que transmite el visionado de 'Star Trek: Más allá' es la de ser un capítulo de transición, de haber dejado en stand by el recorrido de sus personajes para presentar una pequeña y trivial aventura. A este respecto, quizás el mayor problema radique en la configuración del villano de la función. Lejos estamos de la tragedia y la épica que rodeaba a los Khan y Nero de los filmes anteriores. Krall (interpretado por Idris Elba), carece del carisma de aquellos y sus fútiles motivaciones (al final no dejan de ser un refrito de las de sus antecesores en labores villanescas) se esconden profundamente para que sirvan como el giro definitivo del libreto, impidiendo que el espectador pueda comprender su situación, e incluso empatizar con ella. Desde el patio de butacas, Krall intimida tanto como un matón de barrio.
La trama sigue una estructura muy clásica, detonada a causa de una llamada de auxilio a la que nuestros protagonistas deben responder. A partir de ahí comienzan los problemas y la lucha por salvar la situación en la que el juego en equipo toma una especial importancia. En este punto nos encontramos con un estimulante descubrimiento: la excelente química que tienen Zachary Quinto y Karl Urban, "obligados" a formar pareja a causa de los diferentes acontecimientos. Quien, sin embargo, se va desinflando a medida que avanza la historia es Sofia Boutella. Presentada como una sobreviviente, una guerrera hecha a sí misma, se va diluyendo para ensalzar la figura de Simon Pegg y queda reducida a una mera acompañante de este, a la altura del pequeño Keenser.
Como ha sucedido con el resto de los "grandes" blockbusters veraniegos (llámense 'La leyenda de Tarzán', 'Escuadrón Suicida' o como se quiera), si se hace un rápido análisis es fácil encontrar incongruencias y fallos en su guion que darían para cargar contra la película con relativa facilidad, por ello lo mejor es acudir al visionado con una actitud poco exigente y animosa de disfrutar del siempre asegurado espectáculo visual. 'Star Trek: Más allá' tiene también el triste pero emotivo componente de suponer un homenaje póstumo a dos figuras de la franquicia: Leonard Nimoy y Anton Yelchin.
Sea como fuere los trekkies, como buenos fans, saldrán contentos de esta nueva excursión del USS Enterprise. Para el resto del público se nos ofrece un estimable entretenimiento y la esperanza de que la próxima entrega tendrá más sustancia con la noticia de que Chris Hemsworth volverá a la franquicia.
Nota: 5/10
Lo peor: La poca sustancia del villano de la función.
Lo mejor: Su espíritu de homenaje.