* Crítica de los dos primeros capítulos de 'The Mandalorian' disponibles en Disney+ a partir del 24 de marzo.
Soledad, un temple de acero beskar, una presencia de las de sentir cómo se perturba la Fuerza en media galaxia, unos andares más de Han Solo que de Boba Fett y casi menos palabras de las estrictamente necesarias; Mando, como se dirigen al protagonista de 'The Mandalorian' en los primeros minutos de la serie, es un cazarecompensas que huele a lejano oeste y se deja conocer a través de sus acciones, algo que hace del arranque del capítulo uno todo lo que debe ser. Junto a esta más que soberbia introducción del buscavidas encarnado por Pedro Pascal, la violencia, pelín más bruta de lo que acostumbra a lucir 'Star Wars', es de lo más llamativo del pistoletazo de salida, y es que subraya de manera directa una de las mejores cosas de esta primera incursión de la saga en el mundo de las series en acción real: el cambio. 'The Mandalorian' abraza un mundo nuevo a la vez que luce ese regustito a trilogía original que no han sido capaces de reproducir las películas más recientes de la franquicia.
Y en esta línea escucharéis un estridente (y merecido) aplauso a Jon Favreau, creador de esta ficción y guionista del capítulo uno, pero los que llevamos ya unos añitos inmersos en el rincón animado de este extensísimo universo, sabemos que aquí lo que hay es un potente sello Filoni. En el cariño por los detalles, la variedad de razas galácticas, el humor... Dave Filoni, creativo de Lucasfilm al que George Lucas considera casi como un hijo, según ha comentado la propia Bryce Dallas Howard, directora de otro de los episodios de la serie; vuelve a ser un regalo.
De animador pasó a mandamás en esa maravilla que es 'Star Wars Rebels' y de ahí a la producción ejecutiva del mandaloriano y la dirección de este lujo de punto de partida. Filoni, como George, es un atrevido. Es un valiente como Johnson. Se lo ha dado su trabajo en 'The Clone Wars' bajo la supervisión del papá de saga, y la libertad con la que podía plantear las tramas de 'Rebels'. Se lo ha dado el evolucionar y crecerse lejos del foco principal tan afeado muchas veces por el creciente odio entre algunos de los fans. Se lo ha dado una humildad muy poco común entre las bambalinas de estas grandes producciones muchas veces dominadas por egos. Así el mandaloriano luce un sano atrevimiento maravillosamente bien alternado con todos los elementos que tanto adoramos de aquella space opera que cambiase drásticamente el mundo del cine y tantos otros.
Ese riesgo se percibe en cada detalle, partiendo del hilo conductor en el que puede convertirse una buena banda sonora. Sí, la música es maravillosa como para llevarse bien de piropos antes siquiera de mencionar el desarrollo de la historia o el planteamiento de los secundarios. El trabajo que hace Ludwig Göransson añade epicidad a las escenas más modestas y acentúa los momentos que piden ser ensalzados. Lo que consigue el compositor es tan notable como el resto de elementos de esta redondísima propuesta... O más. La creación de Göransson resalta el tono y se mezcla con el rollo galáctico de siempre a la vez que presume de personalidad propia, funciona como una sutil transición entre escenas o refuerza los momentos de tensión y alivio. Es verdaderamente impresionante.
Tanto como el arco de la primera aventura de esas ocho que componen la temporada. Abrimos con un final, el desenlace de uno de los trabajitos de Mando, ventanilla a una fría rutina que presenta el lado menos sentío del personaje de Pascal, y a medida que avanzamos, con cada reacción del hombre oculto tras su armadura, vamos pelando capas de la cebolla sin necesidad de ver ni un centímetro de piel. Qué mágico que todo lo den las situaciones y la manera en la que cada criatura que se cruza con el mandaloriano tiende a desnudarse ante él. Así la manera de desvelar detalles del aparentemente duro protagonista es más que disfrutona, pero la efectividad con la que cada secundario aporta su granito de arena no se queda atrás. Humor, sabiduría, destellos del pasado, pistas a la situación que se vive en los extremos más lejanos de la galaxia ahora que ha caído el Imperio... Podría mencionar a Carl Weathers, Werner Herzog, o, prestando su voz al robot IG-11, Taika Waititi, pero es que todos hacen un trabajo absolutamente impecable.
Impecable y sutil a la par que vistoso, como el acabado que luce cada secuencia de una ficción que presume de efectos y calidad de imagen a cada paso. Impresiona en sus criaturas, pero se aprecia en el tratamiento del color, tan frío salvo en momentos puntuales en los que tiene que hablar por si mismo, como en los furiosos flashbacks al pasado de Mando o en la piel de ese adorable bebé del que tanto se ha hablado los últimos meses.
La factura es tan buena y trabaja tan a la sombra de la historia, como un elemento de impulso más, que hace enrojecer de envidia hasta a las producciones televisivas más aplaudidas en ese sentido. Tanto esta impronta estilística como la banda sonora se aseguran de que sintamos esa continuidad entre un episodio y otro, reforzando la apuesta seriada que a la vez se beneficia de las diferencias que trae consigo cada director. Rick Famuyiwa, encargado de aportar su punto de vista al capítulo dos, nada tiene que ver con Filoni a la hora de dirigir y eso puede apreciarse a cada paso, en los encuadres, los recursos narrativos... Esto, lejos de suponer un lastre o provocar una sensación de aislamiento entre episodios, trae consigo unos toques refrescantes que enriquecen al conjunto.
No hace falta que la Fuerza te acompañe
Todos o ninguno es el mantra que parece ocultarse bajo el acabado brillante de cada granito de arena, pero también en el diálogo con los espectadores. Todos o ninguno. Aquí el que sepa cantidades inusitadas de datos galácticos va a volverse loco a cazar guiños, y a la vez el que no esté tan al tanto se apuntará al viaje sin riesgo alguno de pasarse la media hora de paseito con cara de interrogante. El volumen de información que se mueve es intensa y hay tela de nombres poco familiares para el común de los mortales, pero la cosa fluye divinamente.
En este sentido es imposible no acordarse de la torpeza de J.J. Abrams a la hora de lanzar datos en el desenlace de la saga Skywalker, una película tan cargada de respuestas que en lo que asimilabas cada piecita te quedabas sin hueco para disfrutar. En 'The Mandalorian' pasa absolutamente lo contrario gracias a una estructura medidísima con sus altos de acción bien original y dinámica, alternados con esa conversación de plano contraplano lo justo de esclarecedora con su puntito de misteriosa. Además su manera de ir lanzando miguitas no solo garantiza que cada detalle tenga su tiempo de echar raíces en un espectador que no tiene que esforzarse para nada, sino que invita a teorizar, algo que suele encantar a los seguidores.
En definitiva 'The Mandalorian' sabe exprimir al máximo las ventajas que da la narración seriada, recupera la esencia más genuina de 'Star Wars' y expone como pocas historias galácticas lo increíble que puede ser este universo cuando todo un equipo rema en la misma dirección. Y esto lo hace a la vez que te mata con la adorabilidad de un Baby Yoda que aporta una dinámica increíble a la historia a la vez que vende merchandising que da gusto. Cuando cojamos perspectiva y echemos la vista atrás descubriremos que esta serie es de lo mejor que ha hecho el tándem Disney/ Lucasfilm.
Nota: 9
Lo mejor: Cómo recupera el gustito de la trilogía original a la vez que explora nuevos horizontes.
Lo peor: Que alguien se la pierda porque piense que solo está enfocada a vender muñequitos de Baby Yoda.