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CRÍTICA

'El sucesor': La herencia maldita

Crítica de 'El sucesor', dirigida por Xavier Legrand, quien firma el guion en colaboración con Dominick Parenteau-Lebeuf. Con Marc-André Grondin. Sección Oficial en el 71 Festival de San Sebastián.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 22 de Marzo 2024 | 17:34
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Imagen de 'El sucesor'
Imagen de 'El sucesor' (BTeam Pictures)

En 2017, en la 74 Biennale di Venezia, el debutante Xavier Legrand sorprendía con un magnífico thriller social, 'Custodia compartida', que llegó a causar tanta sensación que terminó coronándose como una de las películas imprescindibles del año siguiente tras su estreno comercial, llegando a ser protagonista de buena parte de la temporada de premios, incluidos cuatro Premios César. Por ello, muy esperado era su segundo trabajo como cineasta.

'El sucesor': La herencia maldita

Siete años después, Legrand estrena en salas españolas 'El sucesor', filme que llega comercialmente tras competir por la Concha de Oro en el 71 Festival de San Sebastián. Adaptación de la novela 'La ascendencia' de Alexandre Postel, el realizador prosigue con su retrato de la masculinidad tóxica y el patriarcado como uno de los principales problemas de la sociedad occidental. Si con 'Custodia compartida', lo analizaba desde una perspectiva femenina, desde la mirada de las consecuencias diarias de la violencia machista, con 'El sucesor' lo abordar hacia lo masculino, en un relato más ambiguo moralmente, cercano a un estilo propio de la tragedia griega.

Ellias Barnès vive un momento profesional más que dulce. Importante diseñador de la casa de moda Orsino, en París. Pronto sucederá al fundador del atelier, dado su triste muerte. Sin embargo, tras el desfile con el que vendría su consagración como couturier, Ellias recibe la noticia del fallecimiento de su padre en Quebec, de donde él es originario. Esto le obligará regresar a su Canadá natal, de la que había huido, hasta el punto de poner un océano de por medio.

El sucesor

Legrand hace un auténtico juego de malabares con el que hipnotiza al público. Habría podido ser un relato de luchas internas de poder y críticas a la moda, al más puro estilo 'Los idus de marzo' o la serie 'Succession'. Sin embargo, opta por ahondar en las vísceras de las relaciones paterno-filiales viciadas, de cómo el vástago busca ser lo opuesto a su progenitor y cómo el destino termina vinculándolo a él para siempre por un legado envenenado.

Drama social con atmósfera de despiadado y gélido thriller

Por supuesto, lo que sucede en la cinta debe interpretarse como una especie de tragedia griega contemporánea, de una forma similar a lo que hizo Yorgos Lanthimos en la hipnótica 'El sacrificio de un ciervo sagrado', en la que la familia de un cirujano que cometió una negligencia médica debe enfrentarse a una maldición en la que uno de sus miembros debe morir. También aborda la culpa de una manera que bien podría mostrar que Legrand ha tomado apuntes de la magnífica 'Caché' de Michael Haneke.

El sucesor

En este caso, 'El sucesor' lo aborda en lo relacionado a lo complicado que resulta huir de las consecuencias del patriarcado y en cómo este se instala rápidamente en la psique de los hijos. Legrand lo plantea de manera fría, mostrando cómo huir del veneno y no enfrentarlo provoca un peligroso efecto bumerán. En ese sentido, resulta fundamental la interpretación de Marc-André Grondin. Resulta simbólico que el actor que se hizo conocido por 'C.R.A.Z.Y.', donde encarnaba a un joven homosexual que se enfrentaba a la figura paterna, vuelva con un personaje que bien podría considerarse contrapuesto al de Jean-Marc Vallée.

Por otro lado, Legrand vuelve a demostrar un poder único para crear thriller y terror a partir de lo cotidiano. Si con 'Custodia compartida' supo trasladar el pánico que una mujer víctima de violencia machista siente con la mera presencia de su expareja; con 'El sucesor' logra mostrar cómo esos miedos reprimidos se tornan en un espectral fantasma en forma de antiguo hogar familiar. En ese sentido, el cineasta firma una sublime y glaciar segunda película, con la que prosigue con su retrato del lado más oscuro del patriarcado y la masculinidad tóxica. Enfoque social con el añadido de un ritmo despiadado que muestra que Legrand combina dos estilos que, en el correcto equilibrio, funcionan bien.

8
Lo mejor: Su inquietante atmósfera y su metáfora sobre el patriarcado como herencia maldita.
Lo peor: Termina resultando un tanto surrealista en su parte final.
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